Por Allan Barboza-Leitón
Omitir, distorsionar o invisibilizar informaciones genera matrices mediáticas sesgadas. Hasta ahí una obviedad. ¿Podrían los abordajes ser más equilibrados.
“El velo se ha rasgado y hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas: se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos…”. Bolívar, Carta de Jamaica.
“Venezuela es prisionera de una feroz dictadura…”, al menos esa sería la conclusión a la que cualquier audiencia poco informada podría llegar a través de las principales pantallas noticiosas mundiales y sus repetidoras, a todas luces hostiles al proceso chavista y con un poder de fuego nada despreciable. “En Venezuela no existe la libertad de expresión”, “en Venezuela la gente se muere de hambre y come de la basura”, “en Venezuela hay una dictadura militar que reprime brutalmente y con total impunidad”. Un día sí y otro también, millones de personas están sometidas a ese bombardeo mediático, en las radios, en las televisoras, en las redes sociales. Quienes implementan esa guerra mediática llevan una ventaja: decir que Maduro es el responsable de todos los muertos y de todos los males se hace en apenas una línea, después solo basta repetirlo hasta el cansancio.
Han transcurrido más de tres meses desde que la oposición venezolana decidiera adentrarse por el peligroso camino de la violencia para derrocar a la Revolución Bolivariana. No es la primera vez que optan por esa alternativa: algo similar sucedió cuando el empresario Henrique Capriles Radonski perdió las elecciones presidenciales de 2013 frente a Nicolás Maduro y llamó a desconocer los resultados, dejando un saldo de 14 muertos, todos chavistas. También sucedió en Febrero de 2014, cuando el empresario Leopoldo López hizo el llamado a “La Salida”, una estrategia muy similar a la que está en marcha actualmente, dejando un saldo de 43 muertos, la mayoría chavistas. Y contra Chávez utilizaron esa misma estrategia cada vez que se acercaba un proceso electoral o un intento de golpe de estado. Son datos verificables. Sin embargo, las protestas de 2017 son sin duda la arremetida más violenta de que se tenga memoria desde el inicio de la revolución.
Solo en los meses de abril, mayo y junio de 2017 más de 100 personas fueron asesinadas a consecuencia de la violencia política: policías y militares, civiles que nada tenían que ver con las protestas, manifestantes opositores y un considerable número de simpatizantes del chavismo, en algunos casos víctimas de linchamientos, disparos o quemados vivos en detestables crímenes de odio, eso sin contar a los miles de lesionados y las millonarias pérdidas en daños a la infraestructura pública y comercios. La estrategia opositora ha incluido la quema de unidades de transporte, ataques a las estaciones del metro y metro cables, incendio de edificios gubernamentales, centros culturales, universidades, edificios de la Gran Misión Vivienda Venezuela e incluso instituciones de investigación científica, asedio de hospitales y materno-infantiles, incendio de locales del Partido Socialista Unido de Venezuela y de casas de militantes o simpatizantes de ese partido, sabotaje eléctrico, secuestro e incendio de camiones y galpones de alimentos, lanzamiento de materia fecal, derramamiento de aceite en carreteras, colocación de guayas (cables tensados de un extremo al otro de las calles, utilizado para decapitar motorizados), paramilitarismo y sicariato, ataques con explosivos y asedio de bases militares o de la Guardia Nacional Bolivariana, trancazos, robo de un helicóptero policial y lanzamiento de granadas y ráfagas de disparos desde el mismo en contra de civiles desarmados, entre muchas otras acciones que pueden calificarse como terroristas. Como telón de fondo, en las últimas semanas se ha intensificado la guerra económica, disparándose los precios y el valor del dólar paralelo. En poco más de tres meses, la estrategia opositora ha caotizado la vida cotidiana de la población en diferentes zonas del país, al tiempo que clama por una intervención extranjera a través de las vocerías de la derecha regional en la OEA, del gobierno de Donald Trump y de los gobiernos Europeos. Todo lo anterior acompañado de un cada vez más evidente bloqueo financiero internacional. Es, a todas luces, un complejo plan desestabilizador.
En los medios globales no se dice que el 67% de la totalidad de medios de comunicación venezolanos están en manos privadas, que son abrumadoramente opositores y que han llamado innumerables veces al magnicidio y al golpe de estado, incluso en días recientes. Basta con dar seguimiento a periódicos como El Nacional para constatarlo. La televisora estatal o las televisoras creadas por el gobierno se ubican muy por debajo en rating si se les compara con los canales de televisión privados. No se dice tampoco que desde la muerte de Chávez en 2012 se ha desatado una asfixiante guerra económica, mucho peor que la que “hizo chillar” a la economía chilena de Salvador Allende. Mucho menos se dice que las fuerzas policiales y militares encargadas del resguardo del orden público tienen prohibido el porte de armas de fuego durante la contención de las manifestaciones opositoras, ni que decenas de policías y militares que desobedecieron a dicha directriz o cometieron abusos en el uso de la fuerza han sido puestos a la orden de los tribunales respectivos, sin dilación alguna. Hay algo de lo que tampoco se habla en los medios privados y corporativos de comunicación: la práctica del sicariato político, de la que han sido víctimas centenares de dirigentes y militantes chavistas de manera sistemática y sostenida.
De hecho, fuera de Venezuela se dice sin rubor que las más de 100 muertes ocurridas durante las protestas opositoras de los meses de abril, mayo y junio de 2017 han sido causadas por el gobierno de Nicolás Maduro, lo cual es falso. Asimismo, se ha instalado una matriz mediática que hace responsable al gobierno chavista de la escasez, las filas para comprar comida, el desabastecimiento, la falta de insumos médicos, los altos precios de los alimentos y la inflación galopante, lo cual es, cuando menos, muy inexacto (Insertar enlace 8).
La Venezuela invisibilizada: los otros rostros de la moneda.
¿Sabían ustedes que en Venezuela existe una entidad del gobierno dedicada a las mascotas y a los animales en condición de calle? Se llama Misión Nevado y ha continuado su trabajo a pesar de la violencia. En abril pasado fueron víctimas de vándalos opositores que incendiaron con cocteles molotov su unidad móvil en el estado Lara. ¿Sabían ustedes que cada año en Venezuela se celebra el carnaval? Y este año 2017, a pesar de las dificultades, se llevó a cabo con total normalidad. Música, baile, miles de niños y niñas en las calles con sus familias. ¿Les han hablado de la feria conuquera, de la panadería de La Minka, de los CLAP o de la alpargata solidaria? Son esfuerzos colectivos que, desde la base, buscan soluciones al problema del desabastecimiento y la guerra económica. ¿Conocen los alcances de la Gran Misión Vivienda Venezuela? Ya se han construido y entregado más de 1 millón 623 mil 182 casas dignas a personas que antes vivían en los cerros, a las orillas de los ríos o en los barrancos, damnificados de trágicos fenómenos naturales o de la pobreza. En tan solo 5 años se han construido más viviendas para la gente pobre que en 70 años de los gobiernos anteriores a la revolución. Y la meta es llegar a 3 millones de viviendas antes de finalizar el 2019. Todo lo anterior, y muchas otras realidades, son parte de la cotidianidad venezolana. Nada de eso se detiene a pesar de las adversidades. La gran pregunta es: ¿por qué de esto no se habla en los medios de comunicación? ¿Qué efecto tiene en las audiencias la invisibilización de tan importantes realidades y actores sociales?Volver a línea automática
Otro dato, del que se habla poco: falta menos de un mes para la votación que definirá quienes serán los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente (Insertar enlace 16). En la elección podrán participar todas las personas que están inscritas en el padrón electoral. Más de 52 mil venezolanos se inscribieron como precandidatos, después de sendas asambleas y reuniones en centenares de organizaciones de base. La oposición estuvo invitada a participar, desde el primer momento, en una jugada arriesgadísima de parte del presidente Nicolás Maduro. Era el camino electoral, para evitar una escalada de la violencia. La oposición decidió no participar. Para el 10 de diciembre están convocadas las elecciones de gobernadores y para el 2019 serán las elecciones presidenciales. ¿Participará entonces la oposición? Ya van más de 100 muertos.