La Comuna Victoria Socialista en Caracas pelea en su territorio para hacer frente a los golpes de la grave situación económica. Se ha convertido en trinchera, en espacio de resolución de necesidades de la comunidad. Es difícil, pero se puede.
Por Marco Teruggi *
Caracas es una superposición de ciudades, de tiempos, de lo que nunca fue, pudo haber sido, logró ser, se desarma, anticipa lo que está por venir. Hay una ciudad de las clases medias pauperizadas, de las clases más poderosas aisladas detrás de muros y alambres y alarmas, una ciudad de Chávez, unas barriadas que son mito y potencia.
¿Dónde empieza y termina Caracas? En el último rancho que deja paso a la montaña, en la última mansión que da sobre el bosque que parece selva.
Esas ciudades viven esta época de forma distinta. Mientras por un lado existen muros alto con seguridad, por el otro vive una Caracas que no se rinde, pelea de forma colectiva para hacer frente a estos tiempos difíciles. Deiker Álvarez, un líder comunero de 20 años lo dice de manera clara: “Verdaderamente hay una crisis”. Y con la misma claridad explica las causas de la situación: “Es inducida para acabar con lo que estamos construyendo”.
Álvarez habla desde dos certezas que son una sola: Chávez y la Comuna Victoria Socialista, situada en Carapita, al suroeste de la ciudad.
La base de operaciones
La sede de la Comuna Victoria Socialista se ve desde la avenida principal. En el espacio funcionan el banco comunal, un núcleo de la orquesta sinfónica nacional, un movimiento cultural, un módulo de salud, un espacio de aprendizaje informático, una cancha deportiva, una casa de alimentación, la panadería Fuerza y Unida, la empresa de propiedad social de transporte de pasajeros, y la que administra el camión de carga.
La sede pertenece a la comuna. “Toda esta planta física se sostiene por la autogestión, no lo sostiene ninguna institución del Estado, es gracias a nuestras empresas de propiedad social”, explica a Sputnik Deiker Álvarez, quien es vocero de economía, y de la parte política-organizativa.
La sede comunal es un espacio de mucho movimiento, la gente entra, sale, pregunta, compra, conversa, se informa. “La comuna se ha convertido en un espacio de encuentro donde vamos, compartimos, asumimos la comuna como parte de nuestra vida, eso es también la comuna, más que como funcionamiento es un espíritu”.
El espíritu comunal, como explicó el entonces presidente Hugo Chávez en uno de sus últimas alocuciones de Gobierno, era a su vez un ejercicio de formación política televisada. En el discurso conocido como Golpe de Timón, que dio en octubre del 2012 a pocos días de su victoria presidencial, insistió en la necesidad no solamente de construir comunas como formas territorializadas de avanzar en una transición al socialismo, sino de desarrollar comunidad, colectividad, espíritu. ¿Cómo se mide esa dimensión?
El autogobierno
La arquitectura de la transición planteó dos pilares: por un lado, democratizar el Estado existente y, por el otro, construir las bases de una nueva estatalidad que deberían ser las comunas, con sistemas de autogobierno en cada una de ellas. Ese fue la apuesta y el llamado, en otra otra situación económica y política del país.
“El autogobierno no es fácil, tenemos experiencia avanzada y se construye a pulso, con mucha conciencia y formación ideológica. Lo primero que marca un espacio de autogobierno es la solidaridad, porque tienes que entender que gobernamos para todos en el territorio, y la comuna es esa forma de gobierno en el territorio”, explica Deiker Álvarez.
El autogobierno incluye instancias concretas, como el parlamento, el órgano ejecutivo y el contralor. Implica y es, también y sobre todo, un ejercicio constante de capacidad de hacer, de ser reconocido como tal por las comunidades y personas que viven la comuna, cerca de 4000 en el caso de Victoria Socialista.
“Cada vez que hay una problemática en nuestro territorio hacemos asambleas de comunas donde se reúnen los líderes y lideresas para hablar sobre las necesidades y prioridades que se le van a dar en el marco de la gestión que tenga la comuna”, explica Deiker. Es la comuna quien define sus políticas.
La economía
La empresa de propiedad social modelo de la comuna es la panadería. Los productores fueron elegidos en asambleas y se planteó cumplir con las tres partes centrales: satisfacer las necesidades personales —para lo cual no se basan en salarios mínimos—, tener capacidad de reposición de maquinarias, y un excedente administrado por la comuna.
Los excedentes han permitido, por ejemplo, colaborar con servicios funerarios de la comunidad, organizar eventos como el día del niño, festejos de carnavales, ayudar al mantenimiento de las escuelas. “Todo eso es una razón de ser de la empresa”, explica Deiker.
“Podemos debatir aquí y en cualquier lado que la propiedad social sí es sustentable, que un sistema socialista de medios de producción es sustentable.”
Desde 2015 comenzaron con los ahorros comunales, un sistema de recaudación de dinero, donde las familias mensualmente hacen aportes. “Eso es vivir en comuna”, explica Álvarez. La combinación de los ahorros y excedentes les ha permitido tener ingresos comunales propios, a lo cual agregaron una flexibilidad en vista de la situación actual.
“Estamos en un proceso de hiperinflación motivo de una guerra, por ende, hemos tenido que ser más dinámicos, no guardamos dinero tangible, hay un aporte y lo invertimos en comprar cosas aún sin necesitarlas en el momento, hemos tenido que invertir dinero en divisa para conseguir insumos para la comuna”.
Transición y trinchera
La situación económica ha obligado a buscar nuevas respuestas, a ser un espacio de resistencia para contener el impacto de los golpes económicos. “Somos una trinchera de guerra, porque la salud, la alimentación, son objetivos de la guerra y nosotros las defendemos”, afirma.
Gran parte del qué hacer comunal se centra en dimensiones sociales, en las necesidades de la gente producto de la situación. Han comenzado, por ejemplo, un trabajo con niños y niñas que pasan los días en la calle, para darles alimentos, contención y educación. La comuna busca dar respuestas concretas a las demandas que emergen en el territorio, en los hogares, en las conquistas que retroceden.
“Con la juventud uno de nuestros trabajos es explicarles que las cosas que parecían normales, como comer pernil en diciembre o ir al centro comercial a comprar ropa, fueron batallas que ganamos, y no es la revolución que está despojándose de una victoria social que había tenido, es el enemigo de la revolución que quiere acabar con esos logros”.
Deiker tiene desde los 15 años en su consejo comunal, edad legal para postularse a una vocería. Su certeza vino de antes, desde el día en que Chávez estuvo en la comuna naciente, en el 2010, y cuando fue a verlo durante el entierro, en marzo del año 2013. Desde entonces pasaron muchas batallas como, recuerda, la etapa de 2015 y 2016, cuando aún no existían los comités locales de abastecimiento y producción, y el problema del desabastecimiento era central.
La comuna, el cerro, su barrio, son la muestra de la ciudad que resiste colectivamente. Es una Caracas invisible para la otra ciudad, real para las comunidades, los vecinos, el tejido social. Ahí está el chavismo invisible y una variable central: la legitimidad de los dirigentes populares, comunales, que sostienen día a día el sueño de una cosa.
* Publicado originalmente en Sputnik Mundo.