Se cumplen 17 años del golpe de Estado en el que la derecha empresarial venezolana, con apoyo de los Estados Unidos, intentó acabar con el gobierno revolucionario del Comandante Hugo Chávez. La estrategia golpista contra la soberanía del pueblo venezolano continúa atacando de diversas formas. En diálogo con Marcha, la reflexión de Marco Teruggi y Alejandra Laprea desde el cotidiano bolivariano.
Por Camila Parodi
Decir que los ataques y golpes contra el proceso revolucionario de la Venezuela Bolivariana integran una estrategia históricamente orquestada desde los Estados Unidos no es novedad. Sin embargo, el detalle de las distintas formas de intervención y su revisión a lo largo de la historia resulta imprescindible para comprender el momento actual que enfrenta el pueblo venezolano.
Un 11 de abril pero del año 2002, la misma derecha empresarial dio golpe al gobierno legítimo del líder revolucionario Hugo Chávez. Esa misma derecha que hoy no soporta la elección de las mayorías accionó con apoyo de los Estados Unidos 17 años atrás, generando una jornada de violencia que pretendía derrocar al entonces presidente Hugo Chávez.
Si bien los tiempos y las formas han cambiado, la continuidad de la estrategia golpista aparece con mucha claridad para los ojos quienes la quieren ver: bombardeos mediáticos, guarimbas violentas en las calles, infiltraciones, desabastecimientos, sanciones y bloqueo, intentos de magnicidio y de intervenciones militares hasta la autoproclamación de “presidentes” de Carmona a Guaidó, son algunos de los mecanismos de intervención que el pueblo chavista tuvo que sortear.
A pesar de todos esos intentos, se cumplen ya tres meses de la asunción del presidente legítimo Nicolás Maduro. Y, aun en un contexto difícil en el que durante el último mes se acentuaron los sabotajes eléctricos y cibernéticos, la derecha venezolana no logró revertir la situación. ¿Cómo se vive esa hostilidad cotidiana? ¿Qué lecturas permite el actual momento? Para generar más preguntas y comprender los recientes sucesos de la Venezuela Bolivariana, Marcha dialogó Marco Teruggi y Alejandra Laprea.
“El sabotaje a quien más desmoviliza es a su gente”
Alejandra Laprea es cineasta y hace parte de la Red La Araña Feminista, ante el actual contexto afirma que “para todas las mujeres la cosa se complicó en muchos sentidos, cualquier tarea o trabajo que se realiza en la casa se multiplicó por diez hasta quizás por cien” enfatiza. En esa línea, Laprea explica que aquellas “tareas sencillas, muy sencillas, como cepillarse los dientes, lavar los platos, tener un gato, cuidar un bebé, se multiplicaron en trabajo sobretodo en el último mes y medio cuando empezó a recaer el ataque de Estados Unidos y a endurecer más las sanciones”. En lo que respecta al sabotaje eléctrico, la feminista explica que su impacto es directo en la cotidianeidad como por ejemplo “para obtener el agua y el acceso a comodidades normales como el servicio del metro, tener ascensores, internet, no tienes manera de comunicarte o trabajar”.
“Para algunas compañeras -relata Laprea- se ha vuelto cotidiano moverse con bidones de agua para buscarla en establecimientos públicos como universidades y regresar a su casa caminando con ese peso, y eso es lo básico como para hidratarse y no así para higienizarse o lavar la ropa”. De esta manera, el cotidiano limita cualquier elección “hasta nuestra ropa de vestirnos ha cambiado porque no nos atrevemos a ponernos cierta ropa con miedo a no poder lavarla luego”.
La situación ha cambiado radicalmente la vida en el sentido en que “estamos todo el tiempo inventando sistemas para ahorrar el agua” explica Laprea y asegura “de contarlo no parece tanto pero es agotador y estresante, cualquier tarea que se hacía en 10 minutos ahora se hace en una o dos horas”. Para la feminista, esta situación ha afectado todos los niveles de la vida, incluso el de la militancia “ahora la gente corre a las 17 hs y no quiere quedar en la calle sin sol, no vaya a ser que se corte la luz y no puedan regresar a sus casas, entonces la militancia se ve afectada”.
En ese contexto, Laprea reflexiona “cada día nos regresan a la era pre industrial cada vez más cerca de lo que vivió mi abuela, las mujeres ahora volvemos a procesar el maíz porque no se consigue el harina, o a buscar el agua y acarrearla, inventamos lámparas de aceite entre tantas cosas más”. Es así que cansancio y desgaste se ve en las calles, “pero también hay un sentimiento de victorias cotidianas y nos agarramos de las victorias todas” afirma. “Cuando no hubo agua para tomar nos acordamos de las mujeres palestinas que aunque no caigan bombas vivimos una guerra silenciosa que nos lleva y complica la vida”.
Para Laprea “la clase media sufre un poco más” ya que “nunca pensaron que iban a volver a cargar agua como hicieron quizás sus abuelos”. Sin embargo, para “la gente del barrio y del pueblo la situación está clara y se sabe mejor cómo afrontar esta crisis porque ellos se criaron con esas mismas penurias y están claros en quien se las quita”. Y finaliza “la oposición nunca ha sacado esas cuentas bien porque su base de la clase media este tipo de contingencias las desmoviliza completamente, el pueblo aun con esta penuria sale a la calle no como la clase media que organiza la vida en torno a la necesidad individual y primero va a resolver eso” entonces, afirma “el sabotaje a quien más desmoviliza es a su gente”.