La vicepresidenta Delcy Rodríguez llevó la voz de Venezuela a la ONU con un discurso apasionado e incisivo, acompañado de aplausos. Una acusación de la agresión imperialista contra los pueblos que ensombrecen a los Estados Unidos o que se niegan a arrodillarse ante sus intereses. Una fuerte queja al modelo capitalista, que concentra la riqueza en pocas manos y está al servicio del complejo militar industrial.
Por Geraldina Colotti
Los datos, dijo Delcy, hablan por sí mismos: de la presidencia de George W. Bush, pasando por la de Barack Obama y llegando al actual Donald Trump, EE. UU. ya ha alcanzado un récord de 44.996 bombas arrojadas, 121 por día. El del complejo militar-industrial es un gran problema que impone un sufrimiento indescriptible a las poblaciones, independientemente de su edad.
Sin embargo, también existe hoy un nuevo tipo de terrorismo de estado, que no necesita recurrir a las bombas para imponer medidas penales utilizando el dominio del dólar como moneda de reserva mundial. Y así, explicó Rodríguez, el Tesoro de los Estados Unidos, “el Pentágono económico”, militarizó las relaciones internacionales y absorbió los recursos del pueblo venezolano, fuera de la legalidad internacional. De esta forma, el orden jurídico se degrada y, a través de Venezuela, se implementa “un experimento perverso contra el multilateralismo”.
Entre 2015 y 2018, la economía venezolana ha perdido 130.000 millones de dólares, destinados a las necesidades de la población por un modelo basado en la inclusión, la justicia y la protección social como es el socialismo bolivariano. Un modelo “profundamente opuesto al proyecto monroísta que quisiera llevarnos a ser de nuevo el patio trasero del capitalismo supremacista que prevalece en los Estados Unidos hoy”, continuó la vicepresidente venezolano. Un modelo de solidaridad e inclusión, que ha levantado “la bandera de la defensa de la naturaleza, de la lucha contra la pobreza y la desigualdad”.
En poco tiempo, dijo Delcy luego en una conferencia de prensa, el socialismo bolivariano había logrado resultados reconocidos por importantes organizaciones internacionales, como la FAO, la UNESCO o la OMS, y contra las cuales se desencadenó la furia imperialista, apuntando al presidente Nicolás Maduro.
Un ataque que, recordó, fue hasta organizar el magnicidio en grado de frustración con drones explosivos que, el 4 de agosto del año pasado, se suponía que mataría al presidente, decapitaría al liderazgo bolivariano y que también involucraría a los representantes diplomáticos de los otros países presentes en el evento.
La vicepresidenta de Venezuela luego documentó el papel del gobierno colombiano de Iván Duque en el ataque a su país. Desmanteló las acusaciones presentadas a la ONU por el presidente colombiano, documentadas por presuntas fotos que muestran a una de las dos guerrillas colombianas, el ELN, entrenándose en territorio venezolano. Fotos que, sin embargo, no fueron tomadas en Venezuela, sino en Colombia, como testificó el periódico que había obtenido esas fotos de una fuente de inteligencia.
Una mentira de corta duración – comentó Rodríguez, presentando evidencia detallada de los lugares donde los paramilitares designados para desestabilizar el socialismo bolivariano se entrenan en Colombia. Una mentira que ha durado más de cincuenta años, que esconde la terrible realidad de una guerra interna que obligó a huir a 8 millones de colombianos, de los cuales casi 6 millones fueron recibidos con todos los derechos en Venezuela.
Pero los medios hegemónicos no hablan de esta realidad, sino que se ejercitan para producir cifras astronómicas sobre el número de venezolanos que abandonan el país: cifras distorsionadas, reiteró Delcy, negadas por los datos sobre el aumento del consumo o la matrícula en la escuela. Una realidad, la de la frontera, que los periodistas – invitó Rodríguez – podrían documentar directamente accediendo al sistema de cámara que existe en la sala situacional de Venezuela en la frontera. En cambio, los medios de comunicación ocultan el alcance del ataque contra Venezuela contra el cual el gobierno de Estados Unidos, entre 2015 y 2019, ha decretado más de 350 medidas coercitivas unilaterales.
Medidas que definen el bloqueo financiero total, destinado a la apropiación ilícita de los recursos venezolanos en el exterior, y que intentan sofocar a la economía bolivariana para subyugar al pueblo y empujarlo a rebelarse contra el gobierno. Al respecto, Rodríguez leyó las declaraciones cínicas del gobierno de los Estados Unidos sobre la “agonía” que se impondrá al pueblo venezolano por cualquier medio.
Pero, ¿de qué servían las sanciones contra Cuba, que han durado más de cincuenta años? “¿Pensó el imperialismo que podría así subyugar al pueblo heroico de Fidel Castro?”, preguntó Delcy, quien expresó su solidaridad con todos los demás países afectados por las sanciones de Estados Unidos, y recordó la deuda que el mundo tiene hacia el pueblo palestino: cuyos derechos se siguen negando a pesar de las numerosas resoluciones de la ONU emitidas durante la ocupación israelí.
La vicepresidenta de Venezuela también expresó solidaridad con las Bahamas, víctimas del cambio climático y denunció la “mercantilización bárbara de la Amazonia por parte de Bolsonaro, que desató su ideología extremista contra nuestro pulmón verde”. Agradeciendo el apoyo de los 120 gobiernos que componen el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), la vicepresidenta mostró la verdadera naturaleza del presidente interino “autoproclamado”, Juan Guaidó, comentando el grupo de fotos que lo retrataron junto con los miembros de una banda de narcotraficantes paramilitares. “En Colombia, recordó, se produce el 70% de la cocaína, de la cual Estados Unidos es el principal consumidor”. Y países como Nicaragua o Medio Oriente, agregó, saben cómo Estados Unidos utilizó el narcotráfico para alimentar la desestabilización.
“El uso de la fuerza prohibida por la Carta de las Naciones Unidas, las medidas coercitivas impuestas a millones de personas en todo el mundo – dijo Delcy – violan masivamente los derechos humanos, desafiando los ideales nobles y los compromisos de la comunidad internacional”. Para esto, Venezuela traerá a la Corte Penal Internacional evidencia detallada de estas violaciones cometidas por Colombia, “un país donde 123 ex combatientes fueron asesinados y 739 líderes sociales solo durante este año”.
El gobierno colombiano, dijo Delcy, se niega a colaborar con la justicia venezolana y ofrece refugio a personas acusadas de crímenes y terrorismo en Venezuela. Un gobierno que actúa, junto con otros países vasallos de los EE. UU., para socavar la soberanía de Venezuela, contra el cual, dentro del país, actúan “los mismos actores que organizaron el golpe de estado contra Chávez en 2002”. Sin embargo, 8 meses después de la autoproclamación de Guaidó, “tenemos el mismo presidente legítimo, Nicolás Maduro, que el artificio imperial no pudo vencer”, dijo Delcy. Un presidente firmemente comprometido con la búsqueda del diálogo, que está tomando forma con los miembros más moderados de la oposición.
La vicepresidenta de Venezuela reclamó “los derechos históricos sobre el Esequibo”, el área en disputa con Guyana. Al gobierno de los Estados Unidos, Venezuela pide “menos arrogancia”, mientras que al pueblo estadounidense le pide de reconocerse en el espíritu de su poeta Walt Whitman y no en el supremacismo. Y concluyó proponiendo “defender la Carta de la ONU con un frente común” para salvar al mundo “de la violencia capitalista”.