Por El Sol La Sol*
Desde Caracas: lo que se inventó y lo que se erró. Breve balance de 2016 y perspectivas para 2017.
El ciclo que termina en Venezuela se recordará no sólo como el año de “las colas” para comprar víveres (instaladas en el 2015 y profundizadas en 2016), sino también como el periodo más intenso en relación a las embestidas de restitución imperialista en clave geopolítica y en un contexto agudo de lucha de clases al interior del país. Así lo definieron sucesos nacionales como la reedición de las “guarimbas” (disturbios liderados por la extrema derecha); los intentos de destitución parlamentaria por parte de una AN (Asamblea Nacional) de mayoría opositora (frente a los que el gobierno se planteó iniciativas de negociación como la Mesa de Diálogo); y los altos niveles de corrupción y burocratización viralizados en las esferas públicas, tanto estatales como militares. A la par, se manifiesta un creciente grado de ‘farandularización’ y dogmatización evidenciado en las políticas partidarias del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela); y la intervención institucional de los Consejos Comunales y las Comunas (que no en contadas ocasiones, condicionan y obstaculizan procesos de autogobierno)
Sin embargo, los intereses enemigos (externos e internos) que amenazan el proyecto bolivariano a nivel nacional, son confrontados desde trincheras diversas. Por una parte se destaca el desempeño de Nicolás Maduro como jefe de Estado, quien supo tomar las decisiones pertinentes en el momento adecuado. Sin embargo su figura no queda exenta de contradicciones y al mismo tiempo que se fortalece (producto de los aciertos y de un crecimiento político sustancial como referente y sucesor de Chávez) también se deteriora (a causa del descontento popular y el “cercamiento” del pulpo burocrático y los grupos de poder inmiscuidos en los pasillos institucionales). Las “otras” trincheras -donde se banca fuertemente este proceso- son defendidas por los comuneros, autores y autoras de “la revolución no televisada”, sustancialmente agrícola y productiva. Se trata de aquellos que están claros del legado del comandante y que muchas veces pagan con su propia vida el compromiso revolucionario que asumieron con el cuerpo de forma orgánica y militante. Estos son los chavistas hostigados y asesinados por grupos empresarios, en complicidad con integrantes de la GNB (Guardia Nacional), la FANB (Fuerza Armada Nacional Bolivariana), los funcionarios corruptos de “franela roja”, los partidos políticos de derecha y los paramilitares (financiados por agencias de inteligencia estadounidense y orquestados desde territorios colombianos en zonas de frontera).
El escenario nacional se complejiza si profundizamos en la crisis moral y ética que atraviesa a la sociedad venezolana, resultante de unas condiciones materiales concretas: la escasez de productos de consumo básicos, la especulación que rompe los lazos solidarios del pueblo y la degradación del poder adquisitivo del sueldo, como consecuencia del acaparamiento programado, la hiperinflación y las mafias enquistadas en el corazón del Estado. En este sentido, a pesar de que en lo inmediato resultan positivos ciertos lineamientos gubernamentales para hacerle frente a una guerra económica de múltiples aristas, no parecen ser suficientes las estrategias desplegadas como la conformación de los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Distribución) -que recuerdan al desarrollo de las JAP (Juntas de Abastecimiento Popular) durante el gobierno de Allende en Chile-; los sucesivos aumentos salariales decretados por el Presidente; y el desmantelamiento de redes conspirativas que retienen y desvían tanto alimentos como medicinas (según lo estipulan las Leyes Bolivarianas de Precios Justos y Antimopolio).
Pero un análisis integral también debe considerar lo sucedido en el tablero internacional. En este contexto se manifiestan diversos ataques, que en el plano económico se corresponden con la caída precipitada -y concertada- de los precios del petróleo (lo que amenaza las arcas públicas de un territorio aún dependiente de las exportaciones del crudo); y el aumento del dólar paralelo cónsono a la devaluación del bolívar (la moneda nacional). En el plano diplomático refieren a la renovación del decreto (por parte de Obama) que declara a Venezuela una amenaza; los sucesivos intentos de aplicación de la Carta Democrática de la OEA impulsada por su secretario general, Luis Almagro; la expulsión de Venezuela del Mercosur (acordada por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay); y la presión de algunos congresistas estadounidenses anticastristas para que se sancione a funcionarios venezolanos. Por último, en un plano regional, cabe destacar la instalación de bases militares norteamericanas en territorios cercanos o fronterizos (como Colombia, Ecuador, Honduras y El Salvador); el avance de la derecha en el continente; y la elección de Trump como presidente de los EE.UU.
Numerosas fueron las propuestas planteadas por la gestión del presidente venezolano (algunas mas congruentes que otras, en relación a un proceso revolucionario que prefigura el socialismo) en respuesta a las políticas injerencistas, intervencionistas y desestabilizadoras detalladas más arriba. Entre las más relevantes se señalan: los acuerdos con países aliados como Rusia y China (tanto diplomáticos como militares); la explotación del Arco Minero del Orinoco (AMO); y la denuncia frente a organismos internacionales como la ONU, sobre el carácter anticonstitucional y golpista tanto del decreto de Barack Obama, como de la Carta Democrática y el apartamiento de Venezuela del Mercosur. Por otra parte, constituyéndose en una de las tácticas más certeras que se recordará del mandato de Maduro, subrayamos el golpe asestado con el objetivo de estabilizar -militar y económicamente- la frontera con Colombia (afectada por el paramilitarismo, el negocio de la moneda paralela y el tráfico de productos básicos regulados) que culminó -en vísperas de las fiestas de fin de año- con la intervención de las casas de cambio ilegales y la recuperación de más de 6 millones de bolívares que habían sido sustraídos del territorio nacional en billetes de 100 (en ese momento los de mayor denominación).
Para terminar este breve balance y como parte de las proyecciones para el nuevo ciclo que se viene, es necesario sopesar las caracterizaciones vinculadas al campo electoral, considerando tanto el proceso de registro del Carnet de la Patria (que inició en enero pasado y se extenderá durante febrero), así como las votaciones de alcaldes y gobernadores previstas para el presente año, junto a las presidenciales esperadas para el 2018. Nos referimos a la carnetización de la ciudadanía, con el propósito general de sistematizar los datos de la población del país y particular de registrar a los beneficiarios de las Grandes Misiones Sociales; a la renovación impulsada en las direcciones ministeriales; y especialmente, a la asunción de Tareck El Aissami como nuevo Vicepresidente ejecutivo a quien Maduro le delegó 15 de sus funciones y que -en una clara señal de persecución política y deslegitimación como potencial candidato para las próximas elecciones presidenciales- el Departamento del Tesoro de EE.UU recientemente incluyó en la lista de “Narcotraficantes especialmente designados”.
En tiempos de repliegue y contraofensiva, se vislumbra una agenda para la Revolución Bolivariana con base en la experiencia de los conflictos afrontados durante el 2016, haciendo especial hincapié en los caminos señalados por el Presidente y las resistencias asumidas desde las Comunas Socialistas, que incluso se atrevieron a prefigurar en este año que pasó las “Ciudades Comunales” (proyectos de gran potencial territorial, que transcienden el espacio barrial o parrioquial y se articulan a nivel sectorial).
Protagonismos populares e internacionalistas
Desde el movimiento popular y las organizaciones de izquierda de Argentina y todo el continente, urge preguntarnos qué posturas asumimos a partir de estos mapeos internacionalistas, atentos a los procesos revolucionarios como el que transita Venezuela. Dichas posturas reflexivas y problematizadoras -en tanto incentivan la crítica y autocrítica a través de la educación popular- deben permitirnos articular realidades complejas con el quehacer cotidiano militante. Ello posibilitará sistematizar experiencias como la expuesta en el presente artículo, teniendo en cuenta tanto las coyunturas regionales y globales, como los procesos históricos que caracterizan a estas latitudes, todo lo cual se vincula íntimamente a dinámicas y cambios locales, en escenarios cercanos a las propias experiencias que tenemos como campo popular.
Lo descripto no escapa a los debates que se originan en las propias filas chavistas, que a pesar de conservar cierta unidad, de un tiempo a esta parte (en particular desde la muerte de Chávez) muestran fisuras por donde la derecha no duda en filtrarse. El avance imperialista es inminente; las contradicciones de la Revolución Bolivariana también. Los procesos comunales “por ahora” no dirigen el rumbo y las caracterizaciones sobre la coyuntura que ofrecen muchos de los movimientos sociales y las comunas, así como algunos sectores chavistas “no oficialistas” o “no maduristas”, suelen señalar los errores y las desviaciones del PSUV, de los dirigentes, de los funcionarios y del propio Presidente -en el mejor de los casos- como decisiones ajenas o incuestionables -y en el peor- como indudables muestras de boicot y traición al proceso.
Sólo escasas referencias se preocupan por la real correlación de fuerzas existente, por las causas de la crisis del modelo rentista, por la historización de las formas de hacer política de las clases populares y por las implicancias -en el mediano y largo plazo- de una crisis económica y gubernamental pero fundamentalmente moral y ética. Y esto último es de vital importancia en un país donde la Moral forma parte de los 5 poderes del Estado (junto al Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral); donde los principios constitucionales reflejan que la amenaza que significa Venezuela para los intereses imperiales no radica en su poder militar o armamentístico sino en su poder moral y ético; y donde el ejercicio de la democracia se cuestiona desde que se abandonó el modelo representativo y se asumió el participativo.
Pecamos de insensatos si creemos que lo que suceda con esta revolución no repercute de forma directa y negativa en el resto de la región y particularmente, si pensamos que no afecta en la médula a las propias luchas. Por eso cabe preguntarnos ¿cómo construimos perspectivas y compromisos internacionalistas?; ¿cómo torcemos la fatalidad de la historia que condiciona el aislamiento de las luchas emancipadoras del continente?; ¿qué rol transformador y concreto asumimos en la construcción de la Patria Socialista?. No hay una sola respuesta para cada uno de estos interrogantes y aquella premisa de Simón Rodríguez que manda “o inventamos o erramos”, se hace patente en tiempos de enfrentamientos agudos, cambios paradigmáticos y revoluciones amenazadas.
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*Este artículo estuvo dirigido al Encuentro de Formación Política “Fidel Vive” organizado por Confluencia YUTT.