Por Juliana Díaz Lozano / Foto: Christian Torno
A un día de cumplirse 41 años del último golpe militar en la Argentina, reflexionamos sobre las raíces profundas de los genocidios en nuestro territorio. Hablamos de más de 300 años de invasión y destrucción sistemática de los pueblos originarios, primero por la colonización española y luego para la conformación de los Estados Nacionales.
¿Y qué sucede hoy? En la actualidad, continúan las comunidades Qom peleando contra el desmonte en el Noreste; las comunidades indígenas y campesinas denuncian los ataques de terratenientes con apoyo policial en Santiago del Estero; en Chubut continúa la lucha de comunidades mapuche -salvajemente reprimida en enero- y una marcha indígena contra la megaminería llegará a la capital el 23 de marzo desde Jujuy. Y esto es sólo una muestra de que la resistencia al colonialismo nunca se detuvo, y que ahora se reactualiza contra el extractivismo más feroz.
Desde el comienzo de la conquista, la cruz y la espada arrasaron en nombre del progreso y el desarrollo, para garantizar la instalación de un modelo de acumulación que dejó nuestras regiones con las venas abiertas para el capital. En la actualidad, nuevas formas de extractivismo profundizan violenta o sutilmente el genocidio originario, el ataque a quienes resisten todavía, contando otra historia. Se trata de cosmovisiones donde la naturaleza no se compra ni vende, las personas no están en el territorio para destruirlo y la explotación de las personas no es la base de la riqueza de pocos. Los genocidios buscan arrasar con estas luchas porque las transformaciones que proponen son posibles (y necesarias). Y en cambio, las políticas que se terminan imponiendo van en contra de la vida de las mayorías.
Fuimos a buscar parte de este relato, de un mundo diferente, posible y urgente, en la voz de Pety Piciñam, autoridad del Lof Puel Pvjv de la Confederación Mapuche de Neuquén, quien reflexionó sobre los genocidios y las resistencias.
-¿Por qué hablan desde el pueblo mapuche de la continuidad del genocidio a los pueblos originarios?
-Genocidio es una palabra fuerte, muchos se niegan a pensar que ahora está ocurriendo esto. Pero entendemos que el pueblo mapuche sufrió un avanzada primero con los españoles, 300 años soportando la guerra y luego con la conformación de los Estados de Argentina y Chile. Desde ese momento estamos en permanente amenaza.
Cuando supuestamente termina la mal llamada Campaña del Desierto, la guerra no acabó, porque comenzó nuestro confinamiento a territorios difíciles para la supervivencia. Luego de la eliminación física a través de las armas, viene la eliminación cultural, de un conocimiento profundo que tenemos como pueblo y que nos cohesiona. Se hace por la imposición de un sistema educativo racista, una religión, negando nuestro sistema de salud, nuestra forma de parir, nuestros sistema de organización. Son metodologías que continúan, de profundización del colonialismo, racismo y patriarcado. Si eso no es una forma concreta de un genocidio, yo no sé si hay otro nombre.
-Luego del acuerdo con Chevron en 2013, Vaca Muerta, en la provincia de Neuquén, se convirtió en la sede de la explotación no convencional de petróleo. Varios de estos yacimientos y los consiguientes lugares de descarte de los residuos del fracking están ubicados dentro de los territorios de las comunidades ¿De qué manera te parece que las nuevas formas de extractivismo se relacionan con este genocidio que continúa?
-Ese pensamiento extractivista opera desde el primer momento de la invasión territorial. Entonces, obviamente nosotros hoy hablamos del fracking, pero las fracturas fueron múltiples, como es múltiple la fractura que se hace con ese método hacia abajo de la tierra, lo hacen hacia arriba y con nuestras cabezas, nuestros cuerpos, con nuestro espíritu, con los demás cuerpos no humanos. Nosotros entendemos que la interrelación de esas formas de vida ha hecho posible un equilibrio dentro del universo circular del cual somos parte. Eso ha sido destruido, entonces cuando nos imponen una idea de un dios superior, de un ser superior todo poderoso, que todo lo decide, pero que además está lejos de nosotros, allá arriba, mandando que nos portemos bien, que soportemos la pobreza.
No podemos ser un pueblo sin territorio, no podemos vivir como pueblo si no ejercemos la libre determinación de nuestros espacios. Este sistema capitalista, con otros sistemas de opresión, de avasallamiento, con el fracking, con la minería a cielo abierto, que profundiza aún más las heridas sobre el territorio y sobre nuestros cuerpos, también van de la mano con otras formas de colonización que no han parado. Las comunidades que conviven con el fracking, por ejemplo, están llenas de casos de cáncer, dolores de huesos, enfermedades respiratorias, y nuestros animales son afectados por malformaciones.
Es un sistema de invasión que ataca todo nuestro sistema de vida, y al territorio como base.
-¿Qué imaginario construye el Estado sobre los pueblos originarios mapuche?
-Hoy en Neuquén, por ejemplo, en gran porcentaje de la población en centros urbanos es mapuche. Los estados no han hecho una buena estadística de la población porque no les conviene. No les conviene que se despierte la identidad. Cada vez más en la ciudad porque nos van desterritorializando, justamente porque necesitan ese espacio para la extracción. Después tienen una justificación enorme, dicen: “miren, se van a la ciudad, entonces no quieren su tierra”.
Esa lógica sigue, la sociedad formada desde una educación racista, también hace posible esto, que cuando nosotros salimos a defender el territorio el gobierno lo que hace es operar con eso, decir “cuidado que estos mapuche cortan la ruta, hacen un reclamo porque quieren plata de las petroleras”. Por otro lado dicen a la gente: “por culpa de los mapuche no van a tener gas, combustible”, nos ponen en contra de la sociedad.
Eso está instalado en todo el territorio de Argentina, nos obligan a inscribirnos en el Estado para reconocer que somos una comunidad. Pero en la lógica de una simple asociación civil, con la lógica del estado de tener un presidente, un secretario, alguien que maneje la plata, y en nuestra visión de mundo no es así. Entonces nos obligan, primero tenemos que dejar de ser, para Ser, dentro de esta organización de estado. Luego nos obligan a renunciar a todas nuestras formas propias, nos imponen otras y tenemos que dar cuenta al estado de qué es lo que hacemos. Nosotros decimos que no, que queremos ejercer nuestra autonomía, nuestra libre autodeterminación porque es un derecho ganado por lucha, con sangre por nuestros propios antepasados.
-¿De qué manera imaginan el cambio social?
-Nosotros creemos que tiene que haber una transformación profunda. Obviamente que los Estados tienen que transformarse, de un Estado mono cultural a uno plurinacional y multilingüe. Entendiendo que esa gran riqueza de conocimiento debe aportar a revisar esa lógica y tiene que tomar de los conocimientos de los pueblos indígenas, para retomar el rumbo de una sociedad más humanizada. Nosotros soñamos con eso, no dejamos de pensar en eso, no pensando sólo en nosotros, sino en cómo poder concientizar a la sociedad en su conjunto de la importancia de sentirnos parte de una gran cadena de vida que nos necesita para poder seguir existiendo.