Venezuela

Una triada de actores ha logrado, como nunca antes, instalar en todo el mundo una imagen distorsionada de la realidad venezolana, o al menos de las razones de lo que allí ocurre. Un manipulado sentido común que fue impuesto por: a) la gran prensa cartelizada; b) el poder político que comanda la ofensiva, principalmente EEUU y sus gobiernos súbditos; y c) la creciente diáspora venezolana, de amplia mayoría antichavista.

En la frontera pudo respirarse un aire de convivencia y fraternidad bien distinto al que agitan gobernantes y medios de comunicación. El desafío: revertir la matriz de enemistad que instalan quienes hacen negocio con la guerra.

La tendencia parece clara: conforme han ido aumentando los padecimientos de la población debido a la grave situación económica, ha venido perdiendo terreno la idea-fuerza de lo comunal, del poder popular.

Algunos análisis de derecha y de izquierda coinciden en un punto: el chavismo ya no tendría fuerzas para la batalla. El movimiento histórico sería una imagen despintada de lo que fue, con capacidad para unos últimos guantazos al aire en una pelea perdida, a punto de caer por nocau furioso o sobreacumulación de golpes. Así lo repiten desde hace varios años, cada vez más seguros, y de esa certeza desprenden conclusiones que escriben en artículos o proyectan en planes para el definitivo retorno al poder político.

La organización “Tradición, Familia y Propiedad” nació en 1960 en Brasil, inspirada en el libro “Revolución y Contrarrevolución” de Plinio Correa de Oliveira, que propuso un marco teórico, que bien puede asociarse a los principios del fascismo.