Por Guillermo Cieza
El 20 de mayo de 2018, el pueblo venezolano concurrirá a las urnas para definir si continúa apoyando el gobierno de Nicolás Maduro o si apostará a otros rumbos encarnados por el exgobernador Henri Falcón o el pastor evangelista Javier Bertuci.
La elección se realizará en circunstancias extraordinarias
-Una parte importante de la oposición ha llamado a la abstención electoral, acompañando las directivas emanadas del Departamento de Estado de los Estados Unidos y el Secretario de la OEA, Luis Almagro.
-Como consecuencia del bloqueo económico, y de algunos errores cometidos por el gobierno chavista, el pueblo venezolano está sometido a una situación agobiante en la económico que puede sintetizarse en un par de datos ilustrativos. Un sueldo mínimo apenas alcanza para comprar un cartón de huevos y el poder adquisitivo de la población se ha reducido en relación a una canasta de productos básicos en un 80%.
-El país está sometido a una feroz ofensiva mediática internacional de demonización, acompañada por la advertencia del vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence de que Venezuela debe suspender las elecciones. El pueblo concurrirá a las urnas bajo la amenaza del Presidente Trump de dar un empuje decisivo a la campaña para “liberar a Venezuela”. O sea, si votan a Maduro, van a comer tierra, los invadimos, etcétera.
¿Qué puede suceder el 20 de mayo?
El chavismo puede ser derrotado si una mayoría apuesta a uno de los caminos que ha propuesto la derecha en este escenario electoral.
Quienes proponen la abstención necesitarían sumar un 30% al 20% que habitualmente no vota en las elecciones que en todo caso en Venezuela no son obligatorias. Haciendo trampa diría que el Gobierno se tiene que ir porque el 50% no convalidó las elecciones.
Los sectores de derecha que se presentaron a elecciones necesitan sacar más votos que Maduro. Especulan que a último momento, los abstencionistas por derecha, desoigan a Estados Unidos y la dirigencia de los partidos no concurrencistas los terminen votando. Presentan algunas encuestas que les dan ganadores.
Maduro puede ganar las elecciones si una mayoría de venezolanos que padece estrecheces económicas y van a ir a votar con un revolver en la cabeza, por la amenaza yanqui deciden, en primer lugar, ir a votar y en segundo lugar elija seguir apoyando al bloqueado y maltrecho proyecto bolivariano, antes que soportar que ganen candidatos que prometen la dolarización, pedir prestamos al FMI, que vuelvan las viejas mafias políticas y las relaciones carnales con Estados Unidos y las potencias occidentales.
El experimento de transición al socialismo, la experiencia de poder popular acumulado determina que los más humildes resistan y defiendan al gobierno en momentos muy difíciles, pero el 20 de mayo no se votará por el socialismo sino por la dignidad nacional.
Episodios cotidianos que pueden dar algunas pistas sobre las opciones que están en juego en la elección
La primera vez que fui testigo del diálogo que transcribo a continuación fue en marzo 2015 en el barrio Parque Central de Caracas. La fecha es importante porque hacía poco que la oposición hubiera ganado las elecciones parlamentarias y montada en su soberbia suponía que a Maduro lo único que le quedaba era hacer las valijas para irse de Miraflores. El lugar es importante porque Parque Central es una encrucijada entre el Este sifrino u oligárquico de Caracas y el Oeste popular y chavista. Un lugar de cruce y disputa.
Ocurrió en una panadería, que como suele suceder en estas tierras estaba regenteada por un portugués.
– ¿Tiene pan?… El de precio regulado
Y el portugués le contestó.
– Ese pan no tenemos. Pero tenemos Patria.
Yo no entendí enseguida por donde iba la conversación, hasta que empecé a escuchar las risotadas de un par de clientes muy elegantes que estaban desayunando. Lo entendí completo, cuando después que se retirara el hombre que fue a comprar pan, uno de los parroquianos se acercó a felicitar al comerciante.
– ¡Pero qué bueno, compadre. No tenemos pan, pero tenemos Patria!. Lo puso en su lugar a ese negrito.
En los años posteriores escuché muchísimas veces diálogos parecidos, donde solo cambiaba el artículo inalcanzable. “No tenemos aceite, pero tenemos Patria”, “No tenemos pañales, pero tenemos Patria”. “Los bolívares que tienen no le alcanzan para comprar la mayonesa, pero tenemos Patria”. En la crisis de 2016, la lucha de clases parecía resumirse en ese diálogo, cuya frontera era siempre un mostrador.
De parte de quienes pretendían ser humillados observé diferentes respuestas: algunos bajaban los ojos y se retiraban en silencio, otros se enfrentaban airadamente con el comerciante. Lo mejor que escuché fue la respuesta de una viejita muy humilde que le contestó con ese orgullo, que solo puede esgrimir quien no tiene cuentas con la vida: – Tiene razón, señor. Tenemos Patria, porque Venezuela es tierra de Libertadores.
Creo que el 20 de mayo lo que va a estar sobre la mesa es la respuesta del pueblo venezolano al desafío de seguir teniendo Patria, con los costos que se viven en el cotidiano y con las amenazas pendientes.
Algunos comentarios para ayudar entender porque nos resultan tan extrañas las lógicas del pueblo venezolano
Vivimos en un país donde un gobierno fue volteado por una mínima restricción al consumo y una ofensiva mediática. En el país que vivimos entender lógicas como las que van a estar en juego en la elección venezolana resulta difícil y mucho más difícil aceptar que lo más probable es que Maduro gane las elecciones.
Empecemos por admitir que no tuvimos a Chávez, y que entre la cultura política de nuestro pueblo hay algunas diferencias.
Para empezar, no se suele escuchar en nuestro pueblo y tampoco en nuestra izquierda que “somos tierra de Libertadores”. Ese sería un título que nos podría corresponder porque la parte del continente que no liberaron los ejércitos de Bolívar, las liberó el ejército de San Martín.
Pero sobre estas historias hay algunos equívocos que ya empiezan en los tiempos de las guerras de la Independencia y que ilustra como nadie Andrés Rivera cuando le hace decir a Juan José Castelli, en “La Revolución es un sueño eterno”, que para los hombres jefes de las familias decentes de Buenos Aires, por aquellos años las mayores preocupaciones era atender bien los negocios y ocuparse de casar bien a sus hijas.
En otras palabras, hacerle la guerra a España no era importante, era un trabajo de negros o de mestizos, o un buen lugar para mandar los loquitos revolucionarios, como Belgrano, Castelli o Monteagudo. Que el ejercito libertador lo haya comandado un mestizo, “el indio San Martín”, o “el chato de las Misiones”, no fue pura casualidad.
De ese equívoco inicial, que alimentó el mitrismo, que reprodujo posteriormente la izquierda colonial y más recientemente los posmodernos, se desprende otros debates, que incluye la valoración de los símbolos nacionales.
Pero, como es obvio, nadie se atreve a citar a Mitre. En esos debates resulta mucho más radical y moderno argumentar en nombre del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional que la Liberación Nacional es una paparruchada, un engaño burgués.
Sobre esta cuestión es muy interesante lo escrito por el maestro José Carlos Mariátegui en “Punto de vista antimperialista”: Las aristocracias y las burguesías criollas no se sienten solidarias con el pueblo por el lazo de una historia y de una cultura comunes. En el Perú, el aristócrata y el burgués blanco desprecian lo popular, lo nacional. El Amauta nos está diciendo que en países como los nuestros las burguesías no tienen Patria, y que la clase media imita sus pautas culturales. Dice también que por aquellos años, 1920, la Argentina puede ser la excepción. Francamente creo que en la actualidad y desde hace décadas en nuestro país no solo la burguesía, sino también buena parte de la clase media y de la izquierda no se sienten solidarias con el pueblo por el lazo de una historia y de una cultura comunes y también desprecian lo popular, lo nacional. No sienten la Patria, les parece un artículo de museo. La próxima palabra para el descarte es Revolución y en lista de espera, Lucha de Clases.
Lo que se viene es la glamorosa Rebelión que nos permite decir que es lo mismo el chico que se niega a tomar la sopa, el que lucha por la despenalización del consumo de marihuana, el que promueve la post-pornografía como acto liberador, el que resiste armas en manos a las agresiones imperialistas y el que conspira para acabar con el capitalismo. Como dice el tango: “Todo es igual, nada es mejor”. Aunque las tareas mas difíciles, las dejamos para más adelante.
Concluyo y apuesto que Nicolás Maduro va a ganar las elecciones del 20 de mayo.
Las revoluciones enseñan. Mas allá de su destino final, la experiencia bolivariana va a enseñar a las futuras generaciones de revolucionarios, que mal que les pese a los nacional-populistas “No hay Patria sin Socialismo”.
Y mal que le pese a los posmodernos y la izquierda colonial “No hay Socialismo, sin Patria”.