Por Marcos Ibáñez, desde Asunción. El gobierno neoliberal de Horacio Cartes cumple su primer año y el balance arroja un claro retroceso en todos los campos. Bajo la consigna “Paraguay no se vende”, cientos de organizaciones realizan tres días de protesta nacional.
En medio de una grave crisis social y económica, movimientos sociales, campesinos, sindicales y estudiantiles realizan este miércoles, jueves y viernes múltiples actividades en repudio al primer año de “desgobierno” del presidente Cartes, que ha venido manteniendo a rajatabla el modelo neoliberal llevando al país al borde de la explosión social.
Cartes, miembro del Partido Colorado, es continuador de las “recetas capitalistas del imperio” de su “socio aliado” para el golpe de Estado, el líder del Partido Liberal (PL) Federico Franco. El Ejecutivo hoy enfrenta la creciente indignación ciudadana con una caída estrepitosa de su popularidad en las encuestas publicadas incluso en los medios conservadores, en las que un 54% de la población lo califica como uno de los peores gobiernos.
Usen y abusen de Paraguay
El aumento de la pobreza y el desempleo, agravado por su agresiva política de privatización mediante la Ley de Alianza Público-Privada, como también la entrega de la soberanía y las riquezas naturales al agronegocio extranjero (agro estado), la ausencia de una reforma agraria y la alta acumulación de tierras en manos de terratenientes está condenando al Paraguay a la quiebra.
El deterioro de la calidad de vida llevó a la mayoría de la población joven a migrar a otros países, mientras que la invasión del campo por parte del agronegocio dedicado al rubro de la soja desplaza a las comunidades campesinas e indígenas. Debido a esta situación, el país enfrenta una catástrofe migratoria como consecuencia de la instalación del modelo neoliberal en el campo.
Crisis social y explosión social
Las profundas heridas que se abrieron en la sociedad paraguaya con el golpe de Estado contra Fernando Lugo en junio de 2012 están más abiertas que nunca. Es una crisis irresuelta que puede estallar en cualquier momento, ya que el país se encuentra al borde de una explosión social ante la ausencia de respuestas a las demandas sociales y el crecimiento de la desigualdad.
El recrudecimiento de la represión con la criminalización de las luchas sociales, asesinatos y encarcelamiento de líderes populares y el aumento de violaciones a los derechos humanos son las únicas respuestas ante la incapacidad del gobierno de atender las históricas demandas del pueblo paraguayo. Su lógica de dar respuestas solo a la minoría lo aleja cada vez más de la mayoría empobrecida que sale a la calle cada vez con más asiduidad y fuerza a reclamar sus derechos.
Pese a las amenazas, los despidos de trabajadores y la política del garrote, hay un proceso de avance en la unidad de los trabajadores urbanos y rurales, movimientos populares, organizaciones campesinas y obreras, lo cual genera un ascenso en la resistencia popular a la dictadura neoliberal que se impone a sangre y fuego en Paraguay.
La descomposición en la cúpula gobernante, que actúa de títere del imperio, anticipa futuros escenarios de mayor recrudecimiento del conflicto social y político a nivel interno. El “usen y abusen de Paraguay”, más que una frase de marketing para la venta del país pronunciada por Cartes a los inversores, es una realidad palpable en toda la geografía nacional. La invasión extranjera en la “isla de la soja” se extiende en toda su frontera, lo que está convirtiendo al país en una ´fazenda` (hacienda) o chacra, en la cual alquilan y venden sus mejores tierras a extranjeros. Esta política de remate de la soberanía no hizo más que profundizarse con Cartes.
El balance en el primer año de gestión es, sin duda, de retroceso en todos los campos. Sólo basta observar la desigualdad creciente, la cantidad de niños que mendigan en los semáforos en las esquinas de las ciudades, los jóvenes sin presente y futuro, la migración en aumento por la falta de trabajo y oportunidades de educación, el desplazamiento forzoso de las comunidades campesinas e indígenas desalojadas de sus tierras ancestrales para dar paso al agronegocio y la desaparición progresiva de la agricultura familiar campesina sustituida por los transgénicos.
Por estos días, los movimientos sociales y populares vuelven a levantan sus banderas de resistencia al modelo neoliberal. En la calle, con la movilización nacional, la “garra guaraní” resurge, va acumulando fuerzas con la unidad para poner freno, construir un muro humano para detener el avance del capitalismo y plantear nuevos modelos para el Tekoporä, el “buen vivir” del pueblo paraguayo.