Por Paulo López desde Asunción
La dura derrota del Partido Colorado en los comicios municipales en Paraguay significaron un duro revés para el presidente Horacio Cartes.
El presidente Horacio Cartes se jugó las elecciones municipales como un plebiscito de su gestión. Una eventual carrera por su reelección dependía en gran medida de los resultados de las elecciones municipales del domingo pasado. La derrota del oficialista Partido Colorado en Asunción, así como en 13 de las 19 comunas del departamento Central, el más poblado del país, muestra la creciente impopularidad de un gobierno que aún no cierra la mitad de su mandato.
La coalición de partidos progresistas Juntos Podemos, aliados al conservador Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), postuló al conductor de radio y TV Mario Ferreiro, quien se quedó con la victoria en la alcaldía de la capital por un importante margen de 11 puntos (51% contra el 40% del colorado Arnaldo Samaniego).
La tendencia en la mayoría de las ciudades fue el triunfo del voto opositor, que también significó importantes derrotas para el segundo de los llamados “partidos tradicionales” del Paraguay, el PLRA. En este contexto, la dispersión de las fuerzas progresistas provocó que en mayor parte los descontentos y los votos castigo se diriman entre los dos partidos conservadores.
La alta abstención electoral, del 60% del padrón, fue otra de las notas de la jornada, con un Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) que no ofrece garantías de transparencia. Tras los 26 años que transcurrieron desde el inicio de la “transición democrática”, el voto ya no es percibido como una herramienta genuina de participación y las elecciones aparecen como una contienda donde los actores claves son el dinero y la trampa. De hecho, la compra de cédulas, de votos y la especulación con los sondeos de boca de urna de parte de los grandes medios estuvieron a la orden del día.
No obstante, además de la multiplicidad de factores que abonan la falta de legitimidad del sistema, un elemento fundamental en los resultados fue el rechazo al proyecto reeleccionista de Cartes, quien en principio había asumido con promesas de modernización y de acabar con el sistema prebendario que sustenta la hegemonía del Partido Colorado desde la dictadura de Alfredo Stroessner.
Sin embargo, la rebelión al interior de su partido lo obligó a abandonar su pose tecnocrática inicial para convertirse en un caudillo más que advertía que la salud del país dependía de la salud del Partido Colorado e invitaba a teñir de rojo los 250 distritos del país. En Encarnación, bastión del vicepresidente Juan Afara, también se impuso una alianza opositora.
Las elecciones demostraron, sobre todo, la reprobación al gobierno de Cartes, que se ha limitado a ensayar políticas económicas ortodoxas como las ya consabidas medidas de “austeridad”, con recortes en el prepuesto de salud y educación, pero que tuvieron como contraparte el aumento del gasto militar. A pesar de duplicar en poco tiempo la deuda externa paraguaya (trepando a 6.000 millones de dólares), las grandes obras anunciadas no aparecen y el país ya está pagando intereses por un dinero ocioso que aún no empieza a ser ejecutado.
Si bien la Constitución de 1992 prohibió la reelección tras la dictadura de 35 años de Stroessner, la reforma constitucional es una de las agendas prioritarias del cartismo y en efecto ya son frecuentes las voces que sostienen que la democracia ha madurado lo suficiente en el país como para considerar levantar la restricción.
El tema ha reflotado en los días previos a las municipales. En el acto de asunción al cargo del nuevo ministro de Defensa, Diógenes Martínez –un viejo exponente de la burocracia judicial de la dictadura–, éste urgió una reforma constitucional que amplíe las funciones de las Fuerzas Armadas a fin de que puedan intervenir en cuestiones de seguridad interna, como de hecho ya lo están haciendo en el norte del país en el marco de la supuesta lucha contra el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).
Por último, la proyección a largo plazo del modelo privatista y represivo encarnado en la figura de Cartes ha recibido un rotundo rechazo. Su proyecto, en cambio, aún no ha sido derrotado.