Este 5 de junio, en el Día Mundial del Ambiente, y en el marco del V Congreso de Salud Socioambiental, se realizó la Marcha Plurinacional de los Barbijos en Rosario, Santa Fe, para exigir el fin del modelo extractivista y el uso de agrotóxicos, con el lema “La salud no se negocia”.
En memoria de Ana Zabaloy, docente fumigada, fundadora de la Red Federal de Docentes por la Vida, QEPD.
Por la capital del agronegocio
La iniciativa de convocar a esta marcha en Rosario se relaciona con el rol de centro administrativo-logístico que juega la ciudad en el modelo agroindustrial: luego de cotizar en la Bolsa de Comercio homónima, el 80% de las exportaciones de soja, girasol y maíz en forma de cereales, aceites y biodiesel – además de las exportaciones de la minera La Alumbrera-, parten de su complejo portuario.
No debemos olvidar tampoco que Santa Fe es una provincia sojera, con gran cantidad de campos destinados al monocultivo, con sus inseparables fumigaciones. “Campos drogadictos”, diría el Ingeniero Agrónomo Eduardo Cerdá. Localidades como Arroyo Leyes, Sastre, Ceres, María Juana, San Justo, Bernardo de Irigoyen y Refinería, por mencionar algunas, pasaron a ser famosas por sus continuas pulverizaciones y su contaminación ambiental que generan un efecto directo sobre la salud de la población y de la vida. Alcanza solo con mencionar la actual lucha por vivir de Zoe Giraudo (2 años) y Ludmila Terreno (3 años), mientras crecen cercadas por “desiertos verdes”.
El impacto de este modelo agroindustrial va más allá de las zonas rurales. En 2018 se aplicaron en Argentina 525 millones de litros de agrotóxicos sobre los alimentos, según dio a conocer la organización Naturaleza de Derechos en su último informe. No es de sorprender, entonces, que llueva glifosato, o que se encuentre en altos niveles en el Río Paraná, como ya demostró la Universidad Nacional de La Plata. Si bien el principal producto de aplicación es el glifosato -declarado probablemente cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud- en la práctica también se combinan con diversos plaguicidas, 107 ya prohibidos en otras partes del mundo por su peligrosidad, como reveló el Ing. Agr. Javier Souza recientemente.
Ante este panorama, decenas de organizaciones y personas autoconvocadas de diversas edades y distintos puntos del país –incluyendo la infaltable Norita Cortiñas- caminaron desde Plaza San Martín hasta el Monumento a la Bandera, realizando cánticos e intervenciones, portando barbijos en sus rostros, en clara alusión al peligro a la salud que representa el sistema imperante. La marcha también tuvo su apoyo en distintas ciudades: Buenos Aires, La Plata, Bolivar, Saladillo y General Las Heras.
La movilización tuvo como eje principal el cese de este modelo de producción y envenenamiento. Si bien la demanda se centró en el cese de la utilización de agrotóxicos en fumigaciones sobre los campos -especialmente los próximos a las escuelas rurales-, exhortando a los gobiernos a impulsar la agroecología, también se visibilizaron las distintas luchas del país contra este modelo extractivista. Así se observaron carteles con reclamos contra el fracking, la contaminación del Río Paraná y del Riachuelo, la incineración de basura en CABA, la megaminería, la extracción del litio, el intento de instalación de salmoneras en la Patagonia, las represas en el Río Santa Cruz, exigiendo la defensa de los montes y bosques nativos, el respeto hacia los pueblos originarios, entre otros.
¿Representantes del pueblo?
Las próximas elecciones para gobernador de la provincia de Santa Fe, el 16 de junio, no estuvieron ausentes entre los reclamos: “Gane quien gane, no queremos agrotóxicos”.
La manifestación pudo haber sido un llamado de atención para los candidatos, que tres días después dieron un debate televisivo. A la problemática de los agrotóxicos y el modelo extractivo le hicieron oídos sordos.
La cuestión ambiental solo fue mencionada cuando tuvieron que expresar sus deseos para la provincia.
Corral aludió a la necesidad de adaptarse al cambio climático a través de obras de infraestructura que logren disminuir las inundaciones, que son uno de los obstáculos para las ganancias del sector agropecuario. Intentando desconocer los factores que las producen, como la deforestación y el agotamiento del suelo en el campo, que impermeabiliza la tierra y produce pérdida de fertilidad, y que en las ciudades, debido a la cementación excesiva sumada a la construcción de emprendimientos inmobiliarios en zonas inundables, disminuyen la capacidad de absorción y escorrentía de los terrenos.
Perotti mencionó la importancia de incorporar valor agregado al cuidado del ambiente y apostar al biodiesel. Parece haber olvidado que los biocombustibles acentúan este modelo de monocultivo contaminante, que depende de energía fósil y compite con la disponibilidad de tierra para alimentos, encareciéndolos. Por último, Bonfatti hizo referencia a la necesidad de realizar cambios en la matriz productiva, fomentando la producción orgánica, entre otras propuestas. Actualmente, los productos orgánicos son aquellos que poseen un sello de autentificación privado, que garantiza ciertas técnicas de producción, pero que no posee una mirada integral socioambiental, como sí la tiene la agroecología. Esta indefinición es importante viniendo de alguien que durante su gobernación anterior no dio respuesta al informe sobre las fumigaciones en las escuelas rurales presentado por el Centro Para la Protección de la Naturaleza (CePronat).
La lucha ambiental avanza
“En ejercicio, defensa y promoción de los derechos humanos, socioambientales y de la Tierra, comprendiendo que estamos sumergidos en un grave problema estructural del que sólo saldremos si amalgamamos nuestras luchas y nos fortalecemos, proponemos este encuentro plurinacional por la Salud Socioambiental”,señalaba la convocatoria del Colectivo organizador.
En estos tiempos el capital parece dar su última arremetida contra los pueblos y la naturaleza- tal vez la más fuerte-, con la complicidad del aparato estatal: arrasando con la biodiversidad, acaparando tierras y exprimiéndolas hasta la última gota, expulsando a las personas, colonizando sus pensamientos y deshaciendo sus tradiciones, convirtiendo al mismo alimento en una mercancía tóxica, e inventando productos comestibles ultraprocesados, dañando así la salud y los vínculos sociales. Resulta necesario entonces identificar las victorias que demuestran que la unión y la persistencia consiguen sus frutos: los sectores de poder no han logrado modificar la Ley Monsanto-Bayer de Semillas, tampoco han podido eliminar la prohibición de fumigar escuelas rurales en Entre Ríos, y han tenido que suspender la “Resolución del Veneno” de la Provincia de Buenos Aires, que eliminaba todo tipo de distancia de resguardo. En contraposición, los municipios y las provincias se vieron obligados a limitar o prohibir la aplicación de venenos –el caso reciente de Chubut prohibiendo el glifosato es destacable-. La salmonicultura, presentada como una nueva forma de “desarrollo extractivo”, tampoco ha podido instalarse en Ushuaia, y se ha reafirmado la constitucionalidad de la Ley de Glaciares; todo esto gracias a la organización y la presión social.
Por eso resulta positivo confluir en un tiempo y un espacio, para conocerse y reconocerse, fortalecer las experiencias y seguir tejiendo redes, aprovechando esa energía de saber que ya no son pocos quienes consideran que vivir de otra forma es posible y necesario: son los suficientes como para lograr que más de 85.000 hectáreas ya produzcan alimento de forma agroecológica -con ciudades modelos como Chabás, Gualeguaychú y Guaminí-, logrando la multiplicación de ferias y nodos de comercio justo en las urbes, con un consumo consciente y soberano. Son bastantes como para protagonizar el Primer Foro Agrario por un Programa Soberano, que está proponiendo una reforma agraria integral. También son lo suficientemente insistentes como para construir Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria en aquellas instituciones que tradicionalmente han sido conservadoras, y también para organizar por quinta vez el Congreso de Salud Socioambiental, donde se discute una nueva ciencia hecha para y por los pueblos, con total respeto a la Madre Tierra. Sólo juntos y organizados se podrá generar conciencia y transformación, para tener territorios sanos, donde construir el Buen Vivir. Se lo debemos a quienes luchan por un mundo mejor, y quienes dieron su vida por eso.