Por Federico Orchani / @fedeorchani
La reaparición de CFK luego de ser citada a declarar en la causa por la venta de “dólar futuro”. La tormenta de Macri y el control de la calle. La disputa por la dirección política de la “resistencia”.
La ex presidenta Cristina Fernández eligió el mejor escenario y tomó impulso. Aunque se aclaró que la ausencia de la escena política se debió a un prudente “respeto de la voluntad popular”, CFK no dudó en aprovechar la citación a indagatoria en la causa por la venta de “dólar futuro” –que tiene a cargo el polémico juez Claudio Bonadío– para volver al centro de la escena política.
Habrá diferentes lecturas acerca del significado de su regreso, lo cierto es que el escenario que se montó en Comodoro Py un miércoles lluvioso por la mañana sirvió de muestra, por un lado, del poder vivo de convocatoria del “kirchnerismo puro” (la movilización fue numerosa) –y en particular, de la ex presidenta–, y por otro, que la política argentina no sólo “aborrece el vacío”, sino que existe una relación casi “adictiva” con la lógica binaria y la polarización.
En su discurso, Cristina Fernández se refirió a una cantidad de temas entre los que se destaca el llamado a construir un “gran Frente Ciudadano” con los que piensen que “antes estábamos mejor” y ahora (aumento del costo de vida y despidos mediante) “peor”. Pensando objetivamente, es cierto que “estamos peor”: el capitalismo es un sistema de desigualdades que beneficia a una minoría social que el gobierno del presidente Mauricio Macri no hizo otra cosa que agudizar. En poco más de cuatro meses de gobierno, se transfirieron –de manera brutal– ingresos de los sectores populares y de la población trabajadora a los grupos más concentrados de la economía por medio de una fuerte devaluación y caída del poder adquisitivo de la clase trabajadora. Rápida de reflejos, CFK enfatizó en su discurso las medidas regresivas que adoptó el gobierno de Cambiemos hasta el momento, aunque sin mención autocrítica acerca de los límites de su “gestión”, por ejemplo el alto grado de precarización laboral en el que hoy se basa el gobierno de Macri para avanzar con la creciente ola de despidos.
Con los Frentes marchitos…
La política “frentista” en la Argentina viene de larga data; existe una larga tradición de “frentes” políticos, sociales, de “liberación nacional”, a lo largo de la historia de nuestro país y también mundial. Sin ir más lejos, el peronismo fue “frentista” en sus orígenes –como señala Horacio González en Página/12–, aunque luego de llegar “al poder” cambia, y lo que antes era amplio y flexible se vuelve rígido y vertical. En el caso de Perón, se encargó de disolver el “partido laborista” inmediatamente luego de ganar las elecciones de 1946. O, más recientemente, Cristina, o el kirchnerismo, parecieran entender que para gobernar en una sociedad densa como la argentina es necesario construir hegemonía y una legitimación que trascienda los límites borrosos del peronismo. La interpelación a la “ciudadanía” o al ciudadano es una convocatoria a lo “desorganizado”, aquella “masa” volátil que puede rebelarse de tanto en tanto y votar un Massa, un De Narváez o un Macri, o capaz de un “que se vayan todos”. Lo organizado ya existe, es el PJ, La Cámpora, los intendentes y gobernadores, es decir que no quedan excluidos a priori los Gioja, Insfran, o el padre de la derrota bonaerense y ex Duhaldista Aníbal Fernández, de lo que se trata es de “ampliar la base de representación”; con lo que hay no alcanza, falta política.
También se encargó la ex presidenta en su discurso de delinear el “campo de batalla” del Frente Ciudadano: hizo referencia al Parlamento. Allí donde hay una cantidad no menor de legisladores que responden al liderazgo de Cristina Fernández. En un artículo reciente en Panamá Revista, Martín Rodríguez definió la vuelta de Cristina como un “empate entre el peronismo de calle y el peronismo del sistema político”. Acerca del “peronismo del sistema político” está claro, pero es necesario preguntarse: ¿Existe hoy un peronismo de calle? Ciertamente el peronismo como oposición suele ser feroz, en eso sobran referencias históricas; pero la convocatoria al Frente Ciudadano parece estar más cerca de una “coalición de centro izquierda” que del ruido de los “caños” de la “resistencia”, el “luche y vuelve” o las “formaciones especiales”.
Es posible, como señala Fernando Rosso en la Izquierda Diario, que existan “efectos no deseados” debido a la ambigüedad clásica del discurso peronista. No deja de ser cierto que la ex presidenta lanzó una convocatoria a organizarse, y los alcances o el eco de sus palabras están por verse. De momento, la conflictividad social sólo tiene un protagonista: las organizaciones populares, la izquierda y el sindicalismo combativo. Con una dificultad: la “gente” por ahora no expresó masivamente su bronca, aunque existen “nichos” de rebeldía y malestar social creciente.
El palacio y la calle
La vuelta de Cristina a la política, es una bocanada de oxígeno para la militancia kirchnerista que asistía impávida al desfile de “traidores” abandonando el barco. Pero también es un problema: no sólo para Facundo Moyano que se queja porque CFK “divide al peronismo” o para el periodismo liberal republicano que “buscando la ruta del dinero K encontró la ruta del dinero M”. El kirchnerismo “puro”, como señala el ya citado Rosso, compite con la Izquierda por las mismas “áreas de influencia”. Y como nuevamente una elección puede ser definitoria para cristalizar una correlación de fuerzas habrá que ver qué sucede en las próximas elecciones de medio término. Si el Frente Ciudadano se vuelve “La” oposición, será una especie de aspiradora sin dejar espacio para una “oposición moderada y responsable” (Massa-Stolbizer) pero también con serios problemas para los partidos y organizaciones populares de Izquierda.
En este contexto, hay compañeros y compañeras que siguen llamativamente más preocupados en demostrar “contra fáctico” las similitudes de un eventual gobierno de Scioli con el actual gobierno de Macri, sin reparar en los matices y diferencias políticas, sociales, ideológicas y hasta culturales evidentes. Si bien existen “hilos conductores” (el modelo agro exportador-extractivo-minero), por ejemplo, la táctica de denostar sistemáticamente al kirchnerismo y su militancia porque “son lo mismo” no parece la forma más adecuada de tender un puente con las bases populares que vieron de manera critica el desenlace del último gobierno de Cristina, pero que hoy pueden identificar en el nuevo llamado del Frente Ciudadano una opción ante la ausencia de una alternativa de poder real.
El desafío hoy pasa por enfrentar el ajuste de Macri en las calles, en los lugares de trabajo y de estudio y de manera unitaria: hay que asumirlo de esa manera. Hace unos días, más precisamente el 19 de abril, una movilización de más de 10 mil trabajadores y trabajadoras de la mal llamada “economía informal”, cooperativistas y desocupados, se movilizaron desde Liniers hasta el Ministerio de Trabajo de la Nación sin que ningún medio de comunicación masivo reparara en el hecho. Y lo mismo ocurre con la decena de conflictos laborales que proliferan cotidianamente. Es claro que el gobierno de Macri no quiere que se vea la realidad objetiva de miles de trabajadores y trabajadoras que sufren el claro deterioro de la situación económica, lo que llevó al gobierno a la obligación de improvisar una serie de medidas “sociales” que claramente son insuficientes al lado de los beneficios ya citados a grandes grupos económicos y sectores concentrados de la economía.
Hoy, da la sensación de que hay otro desafío grande por delante: el de explicitar los límites que significa optar nuevamente por el “mal menor”, otra vez la formula binaria del “antes estábamos mejor” por el hoy “estamos peor”. Es necesario entonces plantar una alternativa independiente con vocación de poder que ataque directamente los intereses del gran capital, sin medias tintas, sentando “desde hoy” las bases de un proyecto alternativo de “vida digna” que trascienda la mera denuncia, con protagonismo popular en las calles y propuestas concretas que resuelvan problemas concretos. El desafío del que hablamos cobra aún más fuerza ante el desgaste de los gobiernos que encararon (mal, bien o regular) procesos “progresistas” en la región, hoy acechados por nuevos métodos de desestabilización pero también víctimas de errores propios y serias limitaciones. El riesgo, pasa por impulsar un nuevo ciclo de luchas, donde el movimiento popular ponga el esfuerzo, la movilización y el desgaste para que luego sean interpretes “ajenos” quienes terminen capitalizando, más bien haciendo de “contención” de ese acumulado de luchas. Una alternativa nacida desde abajo necesita de nuevos liderazgos, genuinos, combativos. Mayor unidad, lucha y “creación heroica” pareciera ser la consigna.