*Por Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas Conamuri
La Corte Suprema de Justicia de Paraguay revocó el 26 de julio la sentencia a 11 campesinos y campesinas del caso Curuguaty, condenados luego de un proceso plagado de irregularidades.
Dejamos pasar las horas por cautela. También pasaron los días, a ver si algo no nos despertaba del sueño casi imposible. Mil veces nos pellizcamos, en sentido figurado, sobre todo conociendo el estado de cosas en Paraguay. No dábamos crédito a lo que se decía. Rumiamos, reflexionamos a lo peripatético. A una semana de la anulación de la sentencia del Caso Curuguaty, queremos expresar nuestra inmensa felicidad y celebrar la liberación de los compañeros Néstor Castro, Arnaldo Quintana, Luis Olmedo y Rubén Villalba.
Imposible no hacer memoria en estos días. Al momento en que se conoció la infame trama que se urdía en el ex predio de la Marina, en Curuguaty (Canindeyú), desde Conamuri y CLOC-Vía Campesina Paraguay nos constituimos en el lugar con una brigada de observadores y observadoras de derechos humanos. En esas horas confusas nacieron lazos de solidaridad y compromiso con la verdad al abrigo de la indignación y la injusticia, lazos que continuaron hasta el presente con la instalación de la consigna “Tierra, Justicia y Libertad”, asumida con profunda tristeza por los hechos que se desarrollaban ante nuestros ojos.
Por momentos sentíamos impotencia porque el enemigo al que enfrentamos es poderoso. Hoy, con la fuerza y la constancia de las organizaciones sociales y políticas, las individualidades, la comunidad religiosa y la solidaridad internacional, el Estado nos da la razón por las veces que reclamamos las irregularidades, falsedades y vicios del proceso judicial que desembocó en penas carcelarias de entre 4 y 35 años para las campesinas y los campesinos.
La decisión tomada por la Corte Suprema de Justicia, el pasado jueves 26 de julio, de anular la perversa sentencia, nos confirma que la lucha perseverante del pueblo organizado es el único camino que queda en un Estado neoliberal para alcanzar un bien tan preciado de la democracia, como lo es la justicia.
Queda pendiente de solución el caso de las tierras de Marinakue, donde familiares de las víctimas y sobrevivientes vienen ejerciendo posesión a través de acciones como la instalación de sus casas, la huerta comunitaria, la capilla, la escuela y otros elementos que dan vida a una comunidad. Esperamos que el Estado paraguayo repare el daño causado y pueda garantizar a estas familias campesinas con una historia común de tragedia, el derecho a la tierra, a la alimentación y a la educación. Esperamos que el Estado paraguayo les (nos) dé la seguridad de que nunca más habrá otro hecho como el que posibilitó la masacre. Y velaremos celosamente porque así sea.
Curuguaty simboliza la lucha por la tierra en un país donde existe una grosera desigualdad que se ilustra con el dato de que menos del 2,5 % de la población es dueña de más del 85 % de las tierras agrícolas, minoría que también acapara los poderes del Estado. Curuguaty es un eje transversal para interpretar la realidad de un periodo de la historia paraguaya que germinó en la dictadura y que creció incluso en el periodo democrático.
El hecho de que la Corte Suprema de Justicia haya finalmente escuchado nuestro clamor aquí y allende las fronteras, nos da esperanza de que la lucha da buenos frutos.
Y todavía nos quedan otros presos políticos por liberar en el Paraguay. Ante esto, llamamos a los movimientos sociales y a la ciudadanía en general a sumarse a la Campaña por la Libertad de los Presos Políticos, casi todos ellos condenados en turbios procesos en los que la Fiscalía tiene mucho que explicar.
*Publicado originalmente en conamuri.org