Las consecuencias de las grandes lluvias de diciembre persisten en gran parte del sudeste santiagueño. Entrevistamos al médico Richard Gastón Villalba, quien está prestando asistencia médica a la población más afectada por las inundaciones, allí donde el Estado está prácticamente ausente.
Por Vivian Palmbaum
Voces desde Los Juríes
Desde diciembre pasado cayeron más de 700 mm de lluvia, lo que equivale a la medición interanual de la provincia. Esta situación se ve agravada por la falta de las obras hídricas comprometidas, con el antecedente de que en el año 2013 ya había sucedido una situación similar. Los departamentos más afectados son Juan Felipe Ibarra y General Taboada, donde se registran el mayor número de familias evacuadas.
En Taboada se encuentra la localidad de Los Juríes, donde entrevistamos al médico Richard Gastón Villalba, parte de Tatú Latinoamérica. Villalba y la médica Sandra Ibarra Acosta, ambos egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba, se encuentran prestando asistencia médica a la población más afectada por las inundaciones, allí donde el Estado está prácticamente ausente.
Villalba habló primero sobre la situación de las afectadas y los afectados, aquellas personas que necesitan aferrarse a sus viviendas a pesar de que el agua lo cubra todo: “Las familias que sufren las consecuencias directas de esa gran masa de agua, en su mayoría son pequeños productores que se dedican a la cría de ganado menor, destinado para su autoabastecimiento o para garantizar su subsistencia con la venta. En muchos casos las y los jefes de familia deben permanecer en sus viviendas, a pesar de tener agua en su interior, para tratar de salvar sus pertenencias y los animales. En un contexto de viviendas muy precarias, tipo rancho, esto provoca graves consecuencias que pone en riesgo su salubridad y su vida”.
Para quienes han tenido que dejar su vivienda, sin embargo, el panorama no es mejor. Los centros de evacuados no cuentan con espacio suficiente. Así lo detalla el médico: “Así la población queda expuesta al hacinamiento, que también generan otras patologías conexas a la ya grave situación. En los centros de evacuados se registran un total de 900 personas rescatadas y auto evacuadas de la zona rural, muchas de los cuales tuvieron que emigrar por la pérdida total de sus bienes y la falta de trabajo en la región”.
Su mirada sobre el estado de salud de las personas afectadas amplía lo relacionado a la situación de vivienda para pensar en cómo afecta en su vida diaria y en sus emociones. Así nos detalla: “Muchas de las personas llegan a la atención médica con enfermedades crónicas y descompensadas, producto de la situación, que se suma a la falta de atención médica y los traslados a los centros de salud. Para un médico el aspecto quizás menos medible objetivamente, pero que se palpa en el contacto con el otro, es la angustia de perderlo todo y la incertidumbre de saber cuándo volverán a su hogar, lo que genera casos de estrés postraumáticos”.
Extractivismo y miseria, una fórmula histórica
Santiago del Estero es la provincia argentina con la mayor cantidad de bosques –7,7 millones de hectáreas–, que ocupan la mitad de su territorio. Es una de las provincias con mayor población rural del país, tal como arrojan los datos del último censo del año 2010, con una superficie de más de seis millones de hectáreas destinadas a las explotaciones agropecuarias y/o forestales.
La expansión agrícola está ligada al desmonte y al modelo agroexportador sostenido por el extractivismo de las corporaciones y grandes productores y por políticas que pregonaron el paradigma del desarrollo para regiones como Santiago del Estero. El desmonte está relacionado con graves consecuencias para el suelo, como recarga de agua subterránea y la salinización de suelos entre algunos de los factores responsables de las inundaciones.
Por eso las inundaciones no tienen nada de azaroso, y son consecuencia del tratamiento del suelo. En ese sentido, Villalba explica que “sus pobladores y pobladoras advierten que la actual situación puede repetirse debido a que se sigue extendiendo la frontera agrícola y los desmontes son frecuentes por falta de regulación del Estado y porque los productores no respetan la ley 26331 de protección de bosques nativos”.
Sin embargo, en esta provincia, la situación data de largo plazo porque tiene una historia ligada a la explotación del quebracho y a la empresa La Forestal, la empresa inglesa que, en la primera mitad del siglo XX, destruyó los suelos del norte de la provincia de Santa Fe, sur de la provincia del Chaco y noreste de la provincia de Santiago del Estero. Así describía el periodista Osvaldo Bayer los pasos de La Forestal: “Un ejemplo de la explotación capitalista en un lugar y su método egoísta que finalmente termina en ser la más absoluta depredación. Compra miles de hectáreas de quebrachales, construye las fábricas de tanino, exporta miles de toneladas y cuando la riqueza natural se termina, se va llevándose hasta los bulones. Deja nada más tierra arrasada, abandono, miseria, tristeza y decepción”.
Hoy es la tala indiscriminada para favorecer la producción sojera la que ha ido en detrimento de las pequeñas producciones. Así las poblaciones más emprobrecidas y vulnerables ven afectadas sus posibilidades de sostenimiento a través de producciones agrícolas familiares que les permiten el sustento. Al contrario, se han visto marginadas, fumigadas y con escasas posibilidades de subsistencia, sumado a los desalojos y la criminalización de campesinas y campesinos.
Así las cosas, ni el Estado, ni las instituciones ni los grandes medios parecen querer acercarse a la situación de tantas pobladoras y pobladores. El regreso a sus hogares y a su producción cuando el agua haya bajado es la preocupación mayor para médicas y médicos por estos días. Villalba explica, desde ese punto de vista: “Desde la regional del INTA Quimili, que da cuenta de la afectación de 600.000 hectáreas para la producción de soja, se hace un relevamiento sectario que muestra la poca importancia que tienen los pequeños productores para el Estado, porque no refleja la grave situación de los que nunca tendrán la posibilidad de acceder a crédito para volver a producir verdadera comida para una alimentación saludable”. Y agrega, para cerrar: “Cuando las personas tengan que volver a sus casas, muchos ranchos habrán caído y otras casas sin cimientos serán inseguras. Cuando vuelvan a sus casitas les faltará de todo”.