Los incendios en la Patagonia expusieron, de vuelta, una situación climática crítica y los límites del modelo extractivista agroexportador. Entrevistamos a Guillermo Folguera, biólogo, filósofo, investigador del CONICET y docente de la UBA, sobre el futuro del capitalismo depredador.
Por Agustín Bontempo e Ignacio Marchini | Foto de Alejandro Chaskielberg
¿Qué implica el extractivismo? ¿Es sustentable seguir con este tipo de producción? ¿Qué nos espera de seguir por este camino? Marcha dialogó sobre estos temas con Guillermo Folguera, biólogo, filósofo, investigador de CONICET y docente de la UBA, en su programa de radio Antes que se acabe el mundo, todos los jueves a las 19 horas en Trilce Radio.
La semana pasada hablamos sobre los incendios en la Comarca Andina e hicimos hincapié sobre la responsabilidad del Estado y del empresariado. ¿Cuál es tu visión sobre esto?
Primero, hay una situación muy amarga que también se repitió en los incendios del año pasado, la información que circula es muy escasa. Entonces, lo primero que nos pasa colectivamente es que tenemos que movernos más por conjeturas que por otra cosa, lo cual es una barbaridad. Tenemos en claro que los incendios fueron intencionales, que aprovecharon a hacerlos en un contexto de bastante sequía y de viento para que los fuegos se propaguen como se propagaron.
También hay certezas respecto al accionar del Estado que no previene, que no puede resolver las situaciones rápidamente y que encima permite, o incluso que a veces es cómplice directo. Además, el uso de esos territorios favorece que una vez generados los incendios se propaguen a una velocidad tremenda, como las plantaciones forestales de pino.
Entonces se vuelve como un combo ya conocido, además, ¿no? Acá son coordenadas precisas, en Chubut y en Río Negro, pero las informaciones que tuvimos en 14 provincias el año pasado fueron muy similares. Así que es una situación, como ustedes la describen, muy amarga, muy dolorosa por toda la información que llega y de una complicidad activa por parte del Estado y el empresariado que realmente asusta.
En una entrevista con La Izquierda Diario decías que aunque se pueda determinar que estos incendios no fueron intencionales, hay condiciones ya estructurales que de por sí implican alguna responsabilidad del Estado. ¿A qué te referías?
Claro, mis análisis no son legales. No voy tanto a un tema de responsabilidad legal, que posiblemente ahí se empiece y termine con aquellos que incendiaron o que iniciaron los incendios. Mis análisis son éticos y políticos. En este sentido, tener el uso de los territorios que estamos teniendo en nuestro país es una invitación muy marcada a un país incendiado.
Que no haya responsables de los incendios del año pasado, que tengamos gobernadores, como por ejemplo el de la provincia de Chubut, que desde que ocurrió el incendio se ha dedicado a responsabilizar a la comunidad mapuche de esos mismos territorios, o bien a perseguir a asambleístas, como ha ocurrido en los últimos días.
Es un escenario de complicidad, por parte de sectores gubernamentales, inobjetable. Y si realmente estos sectores gubernamentales no desean que se los involucre en los análisis, la verdad es que deberían hacer algo más que viajar al lugar, que vestirse de bombero, o que decir “¡qué barbaridad!”. Ahí es donde se me acaban un poco los análisis, las palabras, las argumentaciones y uno empieza a sentir que la única forma de entender esta locura que estamos viviendo es realmente sentir que estamos siendo parte de una lógica mercantilista que busca generar rédito económico a muy corto plazo, que no le importa lo que sucede a mediano y largo plazo y que está focalizado en tres o cuatro negocios.
Si me permiten, voy a salir un poco del tema de los incendios pero para que se entienda con otro ejemplo que es la misma lógica. Se ha cumplido en estos días un año de pandemia y en el caso mío, que vivo en Buenos Aires, se ha cumplido un año de aislamiento estricto y obligatorio. En este contexto, todo el año pasado tuvimos una lucha contra un megaproyecto de megafactorías de cerdos. De hecho, en Chaco se están empezando a implementar. A sabiendas de que las megafactorías de cerdos producen escenarios pandémicos, lo único que se le ocurre decir al Ministro de Ambiente, Cabandié, es que no está probado que estas megafactorías de cerdo producen esas condiciones.
A mí me genera una situación de mucha perplejidad. No quieren que discutamos los temas de fondo, ¿por qué estamos como estamos? O quizás simplemente quieren distraernos y ganar tiempo; o bien para las elecciones legislativas que vienen ahora en agosto, o bien para cerrar negocios por parte del empresariado. Por ejemplo, en el caso de la megafactoría de cerdos está involucrado el conocido Hugo Sigman con Biogénesis Bagó, el mismo que tiene a la ivermectina, el principio activo de la vacuna de Oxford producida en el país.
Quiero ser cuidadoso respecto a lo que estoy diciendo, yo también soy co-conductor en un programa de radio y sé que es importante que cuidemos las palabras pero en algún momento siento que las palabras ya se agotan, que pierden importancia, y que, la verdad, hemos entrado en un escenario nacional, también regional, pero un escenario nacional de espiral de degradación de los territorios. De cuanto más degradados están, más expuestos a cosas como las que nos están sucediendo estamos.
¿A dónde nos puede llevar este modelo extractivista? Tanto económicamente, como socialmente y ambientalmente, porque da la impresión de que el planeta está llegando a un punto límite.
A lo que vemos, peor. Los procesos extractivistas generan 4 o 5 consecuencias sabidas. En general, generan concentración en la propiedad y el uso de las tierras, de los territorios en general. Eso deviene en un empobrecimiento de gran parte de la población y una mayor desigualdad social. El extractivismo en Rosario te produce un escenario de narco y de soja. El extractivismo en San Juan te produce pibes viviendo en la calle y un sistema hospitalario degradado, o en Neuquén con el fracking. El extractivismo pesquero te produce que pescadores casi artesanales no haya, en la costa o en Misiones con las deforestaciones. Te produce un nivel de toxicidad en cuerpo y pobreza altísima y, en las grandes urbes, produce niveles altísimos de cáncer, de enfermedades silenciosas naturalizadas, como puede ser problemas de tiroides o celiaquía, enfermedades que no estaban antes. Produce, lo que se está hablando ahora, problemas de salud mental en algunos lugares.
O sea, tenemos un escenario que ya conocemos. No es que el extractivismo esperamos que llegue a eso en 2030. Además, como se conecta con temas de cambio climático global, y los intensifica, vamos a esperar veranos más calurosos, inviernos más fríos, tormentas más abruptas, menor capacidad de los territorios de retener agua, entonces esperamos mayores inundaciones, mayor cantidad de incendios.
La cuestión de tener mayores incendios no es porque hay alguien que lo prende. Una vez que se prende el fuego ¿por qué se propaga tan rápido? Porque los territorios, los bosques en este caso, son muy débiles. Y porque nos han vendido durante años que las plantaciones de pino son bosques, cuando arden 30 veces más rápido. Entonces, es un escenario social y ambiental muy doloroso que es necesario desarmar y, como trato de decir, aun apretando un botón rojo imaginario; que evidentemente el sector gubernamental no está dispuesto y el sector empresarial tampoco, aun apretando, la pregunta es ¿Cuánto más vamos a caer?
Para que se entienda. Claro que hay mucho en juego. No es lo mismo caer mucho que muchísimo. Pero digo, hay un escenario tan grave que lo único que podemos esperar y prometer a nuestras hijas, yo tengo dos hijas, es un deterioro en la calidad de vida. Así que más vale que empecemos lo antes posible a frenar esta locura.
Sin ir más lejos, la pandemia que atravesamos el último año no es un tema de azar de la naturaleza, sino que tiene que ver con mucho de lo que estás mencionando.
Tal cual. Y el relato nos lo quieren presentar como si nos hubiera golpeado un meteorito. Y no, la verdad que estamos viendo un virus, vaya a saber generado donde. Yo no creo que haya sido un virus artificial pero sí creo que perfectamente pudo haber surgido en alguna megafactoría de animales. Supongamos que no, pero en todo caso la pregunta es: ¿por qué en los últimos 20, 25, 30 años hemos tenido la cantidad de virus, bacterias y hongos que anduvieron circulando?
Y que además están vinculados a la pregunta que me hacían ustedes sobre el extractivismo. Una vez generado ese virus, ¿por qué se propaga tan rápido? Y se propaga, por ejemplo, porque hay un intercambio directo con vectores. En general los vectores son ratones, murciélagos, moscas y mosquitos. Y eso está directamente conectado con el deterioro de las condiciones ambientales y una dinámica antrópica, una dinámica de las personas y las comunidades, en general también de expulsión, de las zonas rurales a las zonas urbanas. Todo lo que estamos hablando, todo, es consecuencia de políticas y de prácticas extractivistas. No hay nada nuevo en ese sentido. Lo que nos está pasando, es que en el último año nos pegamos un golpazo de frente y se nos han mostrado todas juntas.
¿Hay otro modelo económico posible? En una nota de Elisabeth Mohle y Daniel Schteingart afirman que, con las mismas críticas que podríamos estar todxs de acuerdo sobre el extractivismo, es posible generar cierto desarrollo con nuevos puestos de trabajo y que se pueda preservar el medio ambiente.
Es buena la pregunta. Lo que me pasa con posiciones como esa o, como en estos días en C5N un reconocido escritor y pensador hablaba del “ambientalismo bobo” como una crítica a todo esto, yo creo que ese tipo de posiciones en general lo que buscan es hacer como que cambia algo para que no cambie nada. No termino de entender cuál sería el cambio que promueven. Entonces empiezo a sentir que el “green washing” o capitalismo verde o responsabilidad empresarial, como le quieras decir, son formas de maquillar lo que pasa.
Yo insisto con el punto porque quizás no soy tan claro. El modo en el cual se nos expresó el deterioro en la calidad de vida del último año no amerita medias tintas. Hemos pasado un año encerrados, los que tenemos casa, mirando incendios por la ventana, tomando agua contaminada, algo que ni siquiera el Estado se ha puesto a registrar sistemáticamente, es una locura. Hay lugares enteros como Pergamino que tienen el agua contaminada por las fumigaciones, reconocido por la justicia incluso. ¿Qué vida nos están ofreciendo? La sensación que a mí me queda de estas posiciones es que no quieren que deje de girar la rueda de los grandes negocios.
¿Qué alternativas tenemos frente a esto?
Yo creo que ahí tenemos que repreguntar cuál es el objetivo de hacer negocios. Si el objetivo es meramente generar guita, yo creo que no hay que buscar formas alternativas de buscar dinero. Yo cuando era pequeño, si pensaba en una persona pensaba en su calidad de vida. Esta forma de generar dinero que tiene hoy nuestro país no está mejorando la calidad de vida sino que la está empeorando. Y en todo caso, cuando pensamos alternativas, decir alternativas a qué. Cuando fue el debate sobre los cerdos exportados a China me preguntaron en algunos debates qué alternativas proponía. Multiplicar la producción de cerdos por 14 no es una alternativa. Preguntémonos en todo caso qué están buscando. ¿Dar trabajo? Y no, no buscan eso. El extractivismo, si algo hace, es tratar de minimizar la cantidad de trabajo circulante. La Barrick Gold, por ejemplo, tiene menos de 30 jachalleros trabajando ahí. La cuestión del trabajo es algo que se nos presenta como una promesa, que se la compara contra nada. Otra falacia. Como si el extractivismo no generara consecuencias. ¿Cuántos puestos de trabajo se pierden cuando la Barrick Gold tira cianuro al río? Seguro que más de 30. Porque perdés productores, porque perdés apicultores. A esa muy buena pregunta yo me animaría a una previa que es ¿alternativa de qué? Tal como está planteado el escenario, esta forma de producción, en cualquiera de las formas que mencioné, lo único que está haciendo es deteriorar la calidad de vida.
Antes que se acabe el mundo se emite todos los jueves de 19 a 20 horas por Trilce Radio, con la conducción de Agustín Bontempo e Ignacio Marchini y la producción de Maru Waldhüter y Macarena Martínez