Por Bárbara Tineo Toro*
Este viernes algo me decía que como fuera, yo tenía que irme para El Maizal. La emoción de resolver la partida, el corre corre por llegar a tiempo al bus con mi chamo en un hombro y el maletín en el otro era un cosquilleo de esos que presienten lo maravilloso.
En estos tiempos de crisis, la moral de lxs que creemos y luchamos por un mundo más justo está siendo fuertemente golpeada. Ver cómo vuelven prácticas políticas signadas por la identidad guanábana de otrora llena de clientelismo, desprecio por el pueblo, corrupción galopante y descarada, arbitrariedad y abuso de poder, le quita los ánimos a la persona más utópica. ¡Pero a la gente del Maizal, no!
Eso fue lo primero que aprendí este fin de semana: los tiempos difíciles hacen perseverar a quienes estan segurxs de sus sueños.
Al llegar, una gente nos recibía con el corazón abierto. Sus palabras encendieron ese fuego que nos une como militantes de una misma causa. Dieron sus discursos algunxs escogidxs para hablar en nombre de la Comuna. Cerró Ángel Prado, más que candidato -al que le robaron unas elecciones-, aglutinador de una energía que se siente en cada comunero y comunera de El Maizal.
Comimos arepas de maíz de verdad, como nos decía una compañera de Sarare, y luego a las casas de decenas de pobladorxs del municipio que ofrecieron sus casas para alojar a lxs caraqueñxs. Al día siguiente las mesas, que más que de trabajo fueron de encuentro. Los retos para el movimiento comunero: profundizar en la ética humana y socialista; fortalecer las capacidades productivas haciendo enlaces entre comunas y con profesionales que se ponían a la orden para crear bancos de semillas; diseñar espacios eficientes para el almacenamiento y alcanzar un sueño: la industrialización del proceso para llegar a más mesas venezolanas. Sistematizar las experiencias, no solo la productiva, sino la organizativa y la política. Apoyar lo cultural desde el intercambio… y muchas, muchas cosas más.
Fue un fin de semana moralizador, que me devolvió el optimismo a mí y a unas cuantas personas más. Saber que a pesar de las adversidades económicas y políticas en la Comuna El Maizal y en el municipio Simón Planas, hay un montón de gente en pie de guerra luchando por ser soberanxs e independientes. No es lo mismo haberlo conocido en persona que escucharlo: oír sus historias, sentir sus ganas y ver su garra. Ver lo hermoso y bien cuidado del espacio, sentir en sus palabras el orgullo de ser campesinxs que trabajan su propia tierra para el beneficio colectivo. Entender que antes que lxs líderes está la asamblea como el espacio en donde todxs son una misma voz donde se debate y se decide.
Entender desde adentro a un pueblo que la tiene clara: ¡con Alcadía o sin Alcadía la comuna es la vía!
El domingo nos dejó una marcha diferente, de esas de las que se disfrutan por completo, donde todxs estamos clarxs del objetivo, donde el ánimo no es rellenar la calle, sino hacerse escuchar: “Sarare te acompañamos en tu lucha”. Palabras de algunxs partidos que dijeron asumirse como instrumentos del pueblo, algunxs personeros, movimientos, de nuevo Ángel y el cierre musical en la dulce y esperanzadora voz de Amaranta y luego unos tambores que nos recordaron años de resistencia que no termina.
De regreso nos encomendamos al Che, como dice Nicolasito, en un viaje rapidísimo con unos choferes nada contentos que no se la disfrutaron como nosotrxs y desde cuya actitud nace una nota mental: a todxs hay que incorporar.
Como punto de llegada, un abrazo grande cargado de optimismo, de ganas de seguir. Mi chamo casi que lloraba al presentir que el fin de semana terminó; pero no lo hizo. Seguramente, al igual que yo, se empeñará en alimentar esa felicidad vivida que fue solidaridad, amor, hermandad y ánimo de lucha. A alimentar la felicidad de lxs que sonreímos sabiendo que la utopía además de para caminar, sirve para encontrar hermanxs en el camino. En una de imitar al gran Nicolasito, pues ¡gracias al Che que fuimos a El Maizal!
*Bunke, colectivo feminista por el derecho al placer / Araña Feminista