Por Luisana Colomine*
Entrevista a Gaudy García, una mujer campesina, y el relato de la experiencia de cooperativismo, que a pesar de la guerra económica y los obstáculos, crece y satisface un creciente demanda de distintas zonas del Estado de Lara, Venezuela. Experiencia de construcción de poder popular. La necesidad de que el gobierno priorice más a la agricultura.
Gaudy García es una mujer campesina, agricultora, madre de siete hijos que le han dado 11 nietos. Hace 67 años nació en el caserío Monte Carmelo, parroquia Pío Tamayo, la más poblada del municipio Andrés Eloy Blanco, cuya capital es Sanare, allá en el estado Lara.
Sanare está ubicado a 1.358 metros sobre el nivel del mar, cerca de la Cordillera de Los Andes. Hace mucho frío. ¡Parece Mérida!
Se inició en el cooperativismo siendo muy joven. Fundadora de la Cooperativa La Alianza y después de la Asociación Civil MonCar junto con cinco mujeres más que atienden también una posada turística. Ellas producen una inmejorable salsa de tomate casera y dulces artesanales, pero no han podido conseguir el Registro Sanitario y por eso solo se venden en la zona. Años de papeleo y esfuerzo perdido en el inagotable burocratismo oficial. ¿Será que algún día lo lograrán?
Gaudy arropa con su alegría el trabajo diario. De verbo fácil y discurso contundente, hila sus ideas y habla rápido (como para no olvidar nada) mientras caminamos rumbo a Las Lajitas, por una subida de tierra y empinada que no le quita el aire.
-Todo comenzó en el año 1976 – relata Gaudy- , a raíz de la llegada de una misión religiosa, la congregación de los Hermanos de Foucauld. Son cristianos pero con una visión diferente porque practicaban la Teología de la Liberación y eso nos ayudó a descubrir la verdad sobre el Evangelio, sobre la palabra de Dios, que era letra viva. Fue una convocatoria a la participación, a la reflexión y la espiritualidad. Nos preguntamos entonces ¿Cómo podemos vivir el Evangelio? A través de la conformación de un grupo de trabajo. Después, viendo que ya la convivencia se daba, que era posible soportarnos como personas que era posible la tolerancia y el respeto entonces legalizamos la cooperativa La Alianza.
¿Cuántos años tenías?
– Como 20 años y Omar, el que es mi esposo, 17. Nos mantuvimos en la cooperativa porque nos teníamos como una sola familia. Pero nuestros comienzos fueron muy fuertes porque había que asumir muchos compromisos. Nuestras asambleas duraban hasta tres días porque se tocaban muchos puntos de formación y crecimiento personal. Hacíamos cuatro convivencias al año porque si uno no se reúne, si no se comunica, si no dialoga no tiene la suficiente confianza para poner las cosas en común…Aún hoy nos reunimos todos los viernes… y allí fuimos descubriendo otras cosas como, por ejemplo, cómo el intermediario se aprovecha del productor y del consumidor
¿Ya desde entonces se veía esa tendencia?
– Sí. Eso no se ha modificado y en aquel entonces fuimos creando un sistema
de producción pero también de comercialización. Nos asociamos con la
gente de Barquisimeto, de la feria de consumo familiar porque, como dice mi
esposo, ser productor y comercializador son dos cosas diferentes. Nosotros creamos
un sistema, entregamos los productos en base a una planificación, a unos cupos, a
unos pedidos y así vamos llevando los productos a Barquisimeto.
¿Quiénes se encargan de distribuir eso en Barquisimeto?
– Allá hay una muy buena organización con la feria de consumo familiar que es de Cecosesola, y hay un equipo grandísimo que se encarga de ponerlos en unos galpones enormes. Por ahí pasan creo yo unas 20 mil personas semanalmente y nosotros estamos arrimando a Barquisimeto casi el 70% de las hortalizas que ellos venden allá porque no es solo la Alianza sino el grupo de productores de Bojó, de Monte Carmelo más los de Trujillo que se incorporaron y los de Barinas. Este sistema de producción y comercialización sería bueno replicarlo en todo el país.
¿Qué diferencias puedes establecer entre aquellos comienzos y ahora?
– Ha habido muchos cambios en lo que es la cuestión de la identidad. Por ejemplo los jóvenes de ahorita tienen otras necesidades y el verdadero sentido del cooperativismo como nació ha venido perdiendo fuerza.
¿Por qué?
– La identidad con el trabajo no es la misma que nosotros tuvimos. En esa época no había en Monte Carmelo otra fuente de trabajo y entonces teníamos incorporado el 50% de la mano de obra pero ahora los jóvenes tienen otras necesidades y nos preocupa la generación de relevo y por eso tenemos que reforzar el valor del trabajo en los más jóvenes, el amor por el campo y el conuco, aunque hay algunos que no han querido seguir estudiando porque prefieren trabajar en el campo. Otros principios como la honestidad, el respeto mutuo y la transparencia se han manejado aquí con suficiente autoridad moral.
Sin bachaqueo
En estos tiempos de guerra económica, la producción agrícola de la zona no se detiene y es admirable ver cómo a pesar de todas las adversidades aportan el 70% de hortalizas a las ferias de consumo familiar de Barquisimeto, que cada semana la Central Cooperativa de Servicios Sociales de Lara (CECOSESOLA) organiza.
La Cooperativa La Alianza está conformada por tres comunidades: Bojó, Monte Carmelo y Palo Verde. Las Lajitas es una sección de acopio. “Nosotros éramos una comuna sin saberlo”, dice Gaudy quien ha viajado a Ecuador, Perú y otras regiones a llevar la experiencia socioproductiva de su tierra. Además es impulsora del Día Nacional de la Semilla Campesina, que cada 29 de octubre se celebra en Monte Carmelo desde hace 13 años.
El plan de siembra de Monte Carmelo, Bojó y Las Lajitas incluye repollo, caraota, tomate, calabacín, pepino, brócoli, pimentón, cilantro, ajo porro y cebollín; Barinas aporta plátano, ocumo, ñame y guayaba; Trujillo: coliflor, apio España, brócoli, lechuga y zanahoria. También arriman la papa y la cebolla. Esta última se produce a gran escala en todo Lara y además se vende a precios realmente bajos en comparación con las ventas ambulantes en Caracas. Se pueden conseguir bolsas de dos kilos de cebolla a Bs 100 mil…En efectivo. Para llorar si no los cargas.
El otro asociado que es el caserío Palo Verde, es el encargado de distribuir la comida que se prepara durante las ferias. Allí también funciona la Cooperativa 8 de Marzo, “las mujeres de la pasta”, que produce pasta integral, granola y alimento para aves.
– En esas ferias no se bachaquea nada – dice Gaudy – y es tanta la demanda que ahora comenzamos a vender desde los jueves.
¿Cuáles son sus necesidades?
– A los pequeños y medianos productores nos cuesta conseguir los insumos, pero además nosotros tenemos una Asociación Civil que se llama MonCar, donde producimos salsas y dulces artesanales y no ha sido posible conseguir el Registro Sanitario. Tenemos años en eso pero la burocracia, el papeleo, no nos deja. Solo tenemos un permiso y entonces no podemos vender nuestros productos fuera de esta zona.
Si pudieras hablar con el presidente Maduro ¿qué le dirías?
– Que tenga fortaleza, que confíe en su pueblo pero que oiga más al campesino y que priorice la agricultura. Yo siempre he dicho que todas las instituciones y los ministerios deberían estar abocados ahorita a la producción de comida porque por la comida nos dominan y la comida no tiene alianza con la burocracia porque el estómago no espera.
Teniendo ustedes tanta producción, el CLAP solo ofrece productos importados ¿Qué opinas de eso?
– La guerra económica nos tiene enredados en eso pero también uno nota como productor que muchos insumos no están en Agropatria sino en manos de la mafias y por eso pedimos una revisión exhaustiva del Ministerio de Agricultura y Tierras, de la distribución de los abonos, de los insumos agrícolas. Que nombren una comisión seria, comprometida con los campesinos que somos los que más producimos comida para la gente. La cadena de distribución tiene que revisarse en todos los sentidos porque igualito pasa con las medicinas, Hay que crear un nuevo sistema de comercialización y ser más rigurosos. Hay que tener cuidado con los transgénicos que están llegando en esas cajas del CLAP. Nuestra siembra es completamente natural, libre de pesticidas. Tenemos un banco de semillas.
¿El ministro Castro Soteldo les ha visitado?
– No. Nunca.
¿Qué proponen ustedes?
– Hemos planteado la cadena de producción primaria que vaya con la secundaria, que sería la transformación de esa materia prima que a veces no puede salir al mercado por falta de transporte y otras necesidades. Que se creen pequeñas unidades de producción comunitaria como nosotros para que eso se multiplique.
Queremos un periódico
“Aquí no tenemos radio comunitaria ni tampoco un periódico” dice Gaudy García para quien es necesario “retomar algunas cosas del pasado”.
¿Cuáles cosas?
– Tuvimos un periódico llamado “El Campesino” pero no pudimos sacarlo más por falta de recursos. Apenas salieron tres números. Nos hace falta informar a la comunidad. A eso también hay que echarle agüita y abono o será que empezaremos otra vez a escribir en las lajas con carbón, como hacían antes nuestros abuelos…
De cerca nos escuchan en silencio y con atención los morochos Escalona Betancourt, Juan José y Juan Ramón, promotores culturales, sanareños, y quienes han publicado varios textos que recogen la vivencia de ese pueblo. Ellos son los periodistas de la zona aunque de eso no tienen título pero sí los saberes. A mano escriben sus décimas y dibujan como nadie los días y la historia de esos caseríos, de esas gentes. Le escriben al café, al conuco, a la comuna, a la semilla; a la tierra, al viento y a los árboles. Al arcoirirs, a la luciérnaga y al cocuyo. Antropología oral la llaman ellos en su obra “Maestro Pueblo” donde convocan a una rebelión educativa y humanística.
“Resistencia cultural
Contra esta globalización
Y una gran revolución:
¡Contra el señor capital! (…)”
Una experiencia con Chávez
“Yo tenía 45 años cuando me gradué de bachiller y entonces me pregunté ¿y nuestros hijos qué? Era 1998 y allí empezó la lucha para construir un liceo. Comenzamos a dar clases en varias casas. MonCar prestó por 10 años su sede pa’ que estudiaran los muchachos, nuestros hijos, nuestros sobrinos, mis nietos. Nosotros éramos maestros ad honorem. Nunca recibimos pero ni un pote de pintura. Hasta bedeles éramos. Esa fue una lucha larga. Un día, en 2010, Erika Farías vino de visita a Sanare y nosotros le entregamos el proyecto para el liceo. A los dos meses me llamó la ministra Isis Ochoa y me dijo que tenía que irme a Caracas porque me iban a dar la autorización para los recursos en un acto con el presidente Chávez. Yo salí a las 5 de la mañana de la casa y a las 7 am ya estaba en Barquisimeto. Me compré un pasaje de avión y me fui pa’ Caracas. Me pusieron unos escoltas jajaja. Cuando llegué me mandaron a sentar en la primera fila del teatro Teresa Carreño (eso está en un Aló Presidente) y yo temblaba porque ¿y si el comandante me preguntaba algo? ¡Qué nervios! Y Chávez me puso a cantarle el cumpleaños a Reyes Reyes. Fue muy emocionante eso”.
Y así nació el Liceo Benita de Jesús García…
*El texto está publicado en Aporrea