Por Carina Lopez Monja
Inició la campaña electoral de cara a octubre. Mientras la principal incógnita es si Cambiemos recibirá una adhesión aún mayor que le dé un espaldarazo para avanzar con el ajuste fiscal y la reforma laboral, el gobierno sigue avanzando hoy con medidas que modifican el futuro del país a mediano plazo.
A 5 semanas de los comicios, la campaña se relanza con nuevos objetivos. La ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner relanzó la actividad electoral con una entrevista para Infobae y un acto en Florencio Varela, sosteniendo el mensaje elegido previo a las PASO: “antes estábamos mejor, ahora peor, Unidad Ciudadana es quien puede frenar el ajuste”. Los dos datos llamativos fueron su mensaje hacia el peronismo y las respuestas esquivas que recibió. El periodista Luis Novaresio le preguntó a CFK si se consideraba de izquierda y la respuesta fue “soy peronista”. Ante la repregunta de si podía ser de un ala de izquierda dentro del peronismo, la ex presidenta eludió la respuesta. Poco después, la frase “Si soy un obstáculo en 2019 para la unidad del peronismo, me excluyo sin ninguna duda” resonó dentro del PJ, donde rápidamente salieron las primeras voces (entre las que se destaca la de Pichetto) que plantearon que CFK no será parte del bloque justicialista en la Cámara de Senadores. Finalmente, la condena a Venezuela por parte de la candidata de Unidad Ciudadana, ante la pregunta de si hay estado de derecho en tierras bolivarianas, fue una demostración más de evadir temas incómodos para un sector de votantes y marcar moderación en el mensaje.
Estas respuestas no son casualidad cuando se profundiza el debate de la crisis del peronismo y su futuro. Mientras algunos dan por hecho que el peronismo se rearmará sin CFK, otros creen que es la única líder opositora que tiene hoy el PJ para rearmarse de cara al 2019. Desde el círculo rojo, hablan de que el PJ vuelva a colocarse en el “centro democrático”. Joaquín Morales Solá pone en boca de un senador la calificación de que “CFK es la líder de la izquierda argentina, no del peronismo”.
Lo cierto es que, sin pasar por alto que la figura de la ex presidente es central en la oposición electoral a Cambiemos en estos comicios, su discurso hasta el momento no apuntó a proponer una resistencia activa al macrismo, ni a proponer un proyecto de transformación sino que, por el contrario, viene proponiendo asumir el rol de “oposición seria”: buscar contener la conflictividad callejera y poner el eje en lo que implica Cambiemos, a tal punto que equiparó el “no estado de derecho” en Argentina con la realidad venezolana, donde el gobierno de Nicolás Maduro viene enfrentando una ofensiva imperialista y de la derecha local que combina la violencia de la oposición al gobierno con una guerra económica sostenida en el tiempo.
Por su parte, Cambiemos adelantó que su objetivo es superar el resultado obtenido en las PASO en unos cinco puntos y llevar de 10 a 14 los distritos victoriosos para las elecciones generales de octubre. Desde algunos sectores del gobierno se planteó que la polarización entre el oficialismo y el kirchnerismo en tierra bonaerense se trasladará al resto de las provincias. En efecto, como consignaron en Tiempo Argentino, la campaña inició con un timbreo nacional y se espera que se repitan los ejes de obra pública, el “cambio” y la lucha contra las mafias, con la presencia de Carrió en la provincia de Buenos Aires acompañando a los candidatos. El gobierno contará con la inauguración de obra pública como moneda de campaña. La idea de visibilizar “el Estado en tu barrio, el Estado presente”, que mejora la vida de los ciudadanos, no es para despreciar, ya que ha tenido resultados concretos en los últimos años para el PRO en la Ciudad y para Cambiemos a nivel nacional estos dos años.
El dato más llamativo en la campaña del PRO será el uso de técnicas del “big data”. El entrecruzamiento de información electoral con datos socioeconómicos a gran escala permitiría al oficialismo llegar a conocer las preferencias de cada votante, barrio por barrio y manzana por manzana, conociendo las preferencias políticas y el perfil del votante de cada partido. Con estos datos, la micro segmentación del discurso y de la campaña tiene alcances aún impredecibles, en un nivel de entrecruzamiento y conocimiento que no tiene antecedentes.
Estos mecanismos no sólo se utilizan en la campaña electoral, sino que comienzan a ser decisivos para ver con qué reformas y qué profundidad avanza el modelo de Cambiemos. En muchos casos, desde las organizaciones populares no se llega a dar respuesta, al menos con la contundencia y masividad que se requiere.
Cabe destacar algunas de estas medidas. En primer lugar, el Senado avanzó con el proyecto de ley para ejercicios militares norteamericanos en Argentina, con aviones de combate y efectivos de la marina de Estados Unidos, a realizarse en Trelew y Bahía Blanca; en segundo lugar, el gobierno porteño avanza con las “escuelas del futuro” y frente a las tomas de los colegios secundarios en rechazo a la medida, salió a intimidar a los estudiantes pero, además, se planteó una convocatoria por las redes sociales para contar el proyecto “desde su visión”. En tercer lugar, el ministro de Ciencia Lino Barañao sigue sin dar respuesta a los científicos ante los despidos y el ajuste en el CONICET; se firmaron acuerdos de impacto a mediano plazo con el primer ministro israelí que implican colaboración en seguridad y compra de armas; en quinto lugar, el Congreso rechazó prorrogar la ley que impide los desalojos de los pueblos originarios, lo que dejaría camino libre para profundizar la represión en los distintos territorios. Frente a esto, este jueves se hará una audiencia pública para reclamar por la aprobación de la prórroga en la sesión especial prevista para el 27 de septiembre, día en que organizaciones indígenas de todo el país se movilizarán hacia el Congreso Nacional.
Cada una de estas medidas tiene impactos estructurales para nuestro país. La precarización laboral en las escuelas públicas porteñas, el rol de la ciencia y de nuestros científicos, la vinculación con Israel y la compra de armamento, los ejercicios militares, el avance aún mayor sobre los territorios de los pueblos originarios, son parte de lo que el modelo de Cambiemos profundizará de aqui en adelante, en base al respaldo en octubre. Si bien cada una de estas medidas son resistidas, muchas de ellas por miles de personas en las calles, no cabe duda de que es complejo sostenerlas con el tiempo y la masividad que requieren si no son parte de una resistencia conjunta y unitaria de todos los sectores populares, teniendo en cuenta además los niveles cada vez mayores de estigmatización, judicialización y criminalización de estas luchas (con instructivo para realizar denuncias penales por los colegios tomados, con el ministro denunciando la violencia con la que ingresaron los científicos, con la vinculación a las comunidades mapuches con el terrorismo, por nombrar rápidamente algunos ejemplos).
Que Cambiemos obtenga un resultado menor al esperado en las próximas elecciones es fundamental para que mida el impacto de las medidas que implementará hacia adelante y si la reforma fiscal y laboral serán “graduales” o “a la brasilera”. Pero no alcanza. La resistencia en las luchas del presente y en las que vendrán con el ajuste pos-octubre, la masividad ante la ofensiva del gobierno, será decisiva para que la correlación de fuerzas no se encuentre siempre en contra de los y las de abajo. Y eso requiere humildad, unidad de acción, paciencia, responsabilidad, protagonismo de quienes dicen basta.
Esta tarea no puede darse sola. Hacia adelante, sigue faltando una alternativa política unitaria que proponga un cambio de raíz en la Argentina. La necesaria resistencia al macrismo en las calles no se traduce en opción electoral para frenarlo en las urnas, para quienes abonamos a un proyecto que rompa con el modelo del capital y se proponga el socialismo en este siglo XXI.
Ese camino será más arduo. Hay quienes tienen esperanza en que la ex presidenta sea la referencia de un proyecto de esas características en Argentina, improbable desde el punto de vista de quien escribe estas líneas. Lo cierto es que un proyecto emancipador hoy requiere crear nuevas condiciones, relatos, experiencias que combinadas se propongan un cambio profundo para terminar con la explotación y la opresión, donde el eje no sea el acceso al consumo para vivir mejor, sino que proponga otro horizonte común.
No queda otra que parir una alternativa masiva, popular y unitaria en Argentina. Nadie puede solo o sola. Se necesita un proceso colectivo, un pueblo organizado y un horizonte común. No hay Chávez ni Evo en Argentina para construir el socialismo del siglo XXI. Se precisarán voluntades militantes, unidad y protagonismo popular.