Por Gerardo Szalkowicz
Tres años pasaron de aquella conspiración del establishment paraguayo, acompañado de la artillería mediática, que desencadenó en el juicio político y la irregular destitución del presidente Fernando Lugo en el Congreso. En diálogo con el programa “Al sur del Río Bravo”, que trasmite Radionauta FM, Esperanza Martínez, senadora paraguaya y ministra de Salud durante el gobierno de Lugo, explica las causas de aquel golpe parlamentario, las falencias del movimiento popular que impidieron revertirlo y la difícil realidad que vive el país otra vez bajo el mandato del Partido Colorado.
-¿Cuáles cree que fueron las causas principales que detonaron el golpe parlamentario contra Fernando Lugo y las condiciones que permitieron que avanzara su destitución?
– El gobierno de Fernando Lugo fue un hito democrático muy importante en el Paraguay, que venía de 60 años gobernado por el Partido Colorado, incluyendo 35 años de dictadura. La elección de Lugo significó un cambio muy esperado por la población. Un gobierno de carácter mas social, más participativo, que estuvo 48 meses en el gobierno impulsando una apertura democrática, plural, formando una coalición entre varios partidos, tomando medidas de carácter social como la inversión en salud y el modelo de atención primaria gratuita, políticas para la tercera edad, la gratuidad en la educación básica, el apoyo a pequeños productores, etc.
Ese gobierno evidentemente molestaba a una oligarquía empotrada en el Paraguay desde hace más de 100 años, que concentra el poder económico, político y fáctico en pocas familias, y que veía amenazados sus privilegios por un gobierno más de carácter popular. Por eso estuvieron casi dos años intentando realizar el juicio político, se trató 23 veces en el Parlamento el juicio político a Lugo, estuvieron largo tiempo buscando los votos hasta que finalmente los consiguen y se monta el escenario de lo que fue la masacre de Curuguaty, un asesinato de policías y campesinos que estaban siendo desalojados, con una serie de características irregulares como la presencia de elementos externos al campamento campesino, que determinaron el enfrentamiento y las muertes. Ese hecho derivó en un juicio que hasta hoy tiene una serie de elementos irregulares en lo que hace a la formulación de pruebas, a las líneas de investigación fiscal, a las incoherencias de las pruebas presentadas.
-¿ Cuál fue el objetivo central del golpe y qué consecuencias padece hoy el pueblo paraguayo?
– Mirando hacia atrás, uno entiende que la idea era reimplantar un proyecto que ya lideraba en ese momento el actual presidente Horacio Cartes. Instalar una nueva era de política neoliberal, de negocios trasnacionales, una especie de menemismo paraguayo a destiempo ya que estas políticas han demostrado su fracaso en la región. Un modelo autoritario unido a un modelo económico neoliberal, que a dos años de gobierno ha generado una mayor polarización social, ha logrado una huelga general exitosa después de 17 años, la fragmentación dentro de su propio partido, políticas de persecusión sindical y de control social, y una serie de medidas de endeudamiento público que han incrementado la deuda externa en un 40% en menos de 14 meses. Todo esto nos avecina un futuro bastante precario en lo que hace al sostenimiento de las políticas del gobierno de Cartes.
– A tres años, ¿qué autocrítica hacen? ¿Qué se podría haber hecho para evitar o al menos revertir el golpe?
– El análisis lo centramos en el poco desarrollo de una fuerza alternativa política al bipartidismo que rige en el Paraguay hace casi 100 años. Los partidos de izquierda, progresistas, democráticos, han estado históricamente divididos, compitiendo, y no hemos sido capaces de construir una fuerza política organizada de carácter popular, que a pesar de que Fernando Lugo tenía mas de un 60% de aceptación no había una organización política y social articulada que pudiera salir a las calles a defender al gobierno.
Hoy las encuestas siguen colocando a Lugo como el líder político más importante del país, reivindicando los logros sociales de su gobierno. Y nosotros como fuerzas hoy concentradas en una coalición que se llama Frente Guasú, donde confluyen nueve partidos y movimientos, estamos trabajando en una tarea que tal vez deberíamos haberla encarado mucho antes. Esa es la autocrítica que hacemos, no haber construido en ese momento una fuerza propia, una tercera fuerza política que dispute al bipartidismo histórico del Paraguay y que vaya creciendo progresivamente para constituirse realmente en una alternativa política real al bipartidismo de colorados y liberales desde hace más de 100 años.