Por Agustín Bontempo. Resuena en los noticieros cómo los trabajadores expulsados de sus puestos realizan cortes de ruta, levantan pancartas, exigen. O, como lo presentan estos medios, “más allá de que sea un reclamo legítimo, molestan a otros trabajadores”.
En la agenda de las organizaciones se ubicaron con fuerza los conflictos en Lear y en Donnelley a partir de los despidos de decenas de personas, en base a una decisión de la patronal de mantener su solvencia y descargar sus pérdidas sobre los trabajadores y trabajadoras. En este contexto, lejos de lo que los grandes grupos mediáticos muestran, todas estas personas dan un claro ejemplo de lucha, de defensa de su legítimo derecho de poder mantener la fuente que garantice sus condiciones básicas de existencia. Podríamos avanzar en la descripción de las condiciones laborales, de los pésimos sueldos, del difícil contexto en el cual los trabajadores y trabajadoras llevan adelante su labor y su reclamo. Pero el foco es otro.
El viernes pasado, minutos antes de la represión llevada a cabo por la Gendarmería contra los despedidos de Lear en la Panamericana, un notero de C5N, Bernardo Magnago, recibió una pequeña agresión por parte de uno de los efectivos, y tanto él como los conductores del noticiero matutino del canal, en lugar de advertir el accionar de esta fuerza represiva y anticipar lo que vendría, se mostraron molestos simplemente porque la Gendarmería “debe ocuparse de la seguridad de las personas, resolver la situación” y dejarlos trabajar tranquilos. Rara situación, donde dejan entrever sus deseos de desalojo para la libre circulación de los automovilistas, a pesar de que en el medio haya trabajadores, mientras exigen su libertad laboral.
Pero no es sólo esto. Con posterioridad a aquella represión, Sergio Berni, una de las figuras más fuertes del kirchnerismo provincial, cuestionó el accionar de los delegados y de los supuestos partidos que apoyan el reclamo, aduciendo que este método hará que la empresa despida más personas o decida directamente cerrar. Extraña coincidencia, funcionarios del Pro encabezado por Mauricio Macri y del Frente Renovador de Sergio Massa, ratificaron la posición del Secretario de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, así como también lo hizo el jefe de Gabinete nacional, Jorge Capitanich, mostrando cual es la posición del Gobierno Nacional.
Y como si todo esto fuera poco, Ricardo Pignanelli, secretario General del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (Smata), cuestionó duramente a los trabajadores, llegando incluso a desplazar a sus delegados, aduciendo que todo era un simple interesa de confrontación por parte de la “extrema izquierda” contra las fuerzas represivas, para poder legitimar intereses propios. A esto hemos llegado. El gremio que debe apoyar a los trabajadores, se coloca del lado de la patronal.
En el contexto del capitalismo contemporáneo, los límites entre quienes están con los trabajadores y trabajadoras y quienes en contra a veces son difusos. Pero el recorrido trazado hasta aquí apunta a poder clarificar esto.
Por un lado, nos encontramos con decenas de personas que perdieron sus puestos de trabajo y con ellos todas las familias que hay detrás. Ante esta situación, la resolución fue salir a luchar. Por el otro lado, la patronal y su discrecional accionar, avalado por el gobierno provincial y respaldado por el nacional y gran parte de la oposición. Finalmente, la burocracia sindical, que cuida sus bolsillos y los intereses de los explotadores, siendo uno de los sectores que más hondo clavan sus espadas contra la clase obrera. Y en esta vorágine de fracciones, la alianza de clase (de la clase dominante), está hecha.
Unos explotan y despiden, para en uno u otro caso, mantener sus niveles de ganancias por millones. Otros siembran un terreno fértil para llevar a cabo esta situación, un contexto económico, social y cultural adecuado. También están aquellos que desde el interior de la clase obrera, expolian hasta el último sudor de quienes supuestamente son sus representados. Finalmente, los aparatos mediáticos en manos de los empresarios y la patronal, para construir opinión pública, para enfrentar a los trabajadores de distintos ámbitos y para distribuir esta impronta cultural de la clase dominante.
Pero el ejemplo es claro. En Lear ya llevan varias semanas de lucha, donde también se exige ir contra estos fondos buitres y el pago de esta deuda. Tenemos en Donnelley a todo el personal que decidió tomar la fábrica y reimpulsar la producción, ya sin la patronal que quiere cerrar como sea para irse del país. Pero también tenemos las luchas de otros ámbitos, como el mediático con los despedidos del diario Hoy de La Plata.
El conflicto está en pie y no debe detenerse hasta la restitución de todos los puestos laborales o la garantía de no desalojo como en el caso de Donnelley. Así las cosas, nuestro deber como trabajadores y como comunicadores de medios alternativos, no es más que apoyar la lucha, difundirla y comprometernos con quienes, sin lugar a duda, son de nuestra misma clase.