La última semana ha estado marcada por fuertes movilizaciones sociales que denuncian la existencia de un supuesto fraude electoral, más allá de esto, en los discursos de quienes se movilizan subyace un claro hartazgo respecto a las condiciones de vida que han sido impuestas por los sucesivos gobiernos colorados. Los resultados electorales y posteriores manifestaciones han dado muestra de una demanda creciente por parte de la población hacia derechos legítimos y largamente postergados.
Por Base Investigaciones Sociales
El triunfo contundente del Partido Colorado en las elecciones del pasado 30 de abril ha dejado claro que este sector político es la primera minoría del país; en este sentido algunos referentes de la oposición han señalado que existe “una mayoría que votó contra la ANR”. Sin embargo, esa mayoría se encuentra dispersa, tanto en lo electoral como en materia de organización social y política.
El voto contra hegemónico, de impugnación al sistema político y económico actual, ha sido capitalizado por Paraguayo Cubas, un actor cuyas intervenciones políticas disruptivas genera enormes adhesiones en amplias capas de la población, principalmente aquella más marginada, y al mismo tiempo produce serías desconfianzas en los sectores más avanzados del campo popular que identifican en los discursos y en la acción política de “Payo” elementos propios de movimientos de ultraderecha que hoy avanzan en la región (Bolsonaro, Trump, Milei, entre otros).
Más allá de esto, tanto el resultado electoral como las movilizaciones posteriores permiten ver que existe un descontento de un sector muy importante de la población hacia el modelo democrático actual. En este sentido el libro “Movimientos Sociales y élites: disputas en torno a la democracia (2000-2021)” señala que esta crisis se explica desde la concepción misma de la democracia, en la que difieren las élites y los movimientos sociales. Al respecto este libro puntualiza: “la política en Paraguay es un terreno de confrontación y tensiones entre la ampliación o restricción de la democracia, entre las agendas de las élites y las de la sociedad en general. Mientras los sectores sociales comparten una perspectiva participativa y esperanzadora de disfrute pleno de derechos, las élites se han ido moviendo desde el lado de la democracia liberal, característico de los primeros años de transición, hasta una concepción patrimonialista, que implica que solo este sector tiene legitimidad para acceder a las instituciones y beneficiarse de ellas, lo cual refuerza su carácter involucionista, apropiador y conservador”.
El material indica que uno de los principales problemas estructurales en Paraguay es el control del Estado por un partido político y, en un sentido más amplio, por un sector minoritario (élite) que se ha consolidado como un partido total, de la cuna a la tumba, donde cualquier interacción social o económica está intermediada por este y beneficia al sector que representa. Esta dinámica totalizante pareciera no dejar espacio ni para una perspectiva de democracia pluralista ni participativa, ya que apunta a ocupar todo el espacio político. Frente a ello, avanzar en la construcción de la democracia aspirada por los movimientos sociales, encuentra su principal impedimento en el control del Estado (tanto a su institucionalidad, su normativa y sus funcionarios) por parte de las élites.
Ante esta situación el “hartazgo” popular parece seducido por una propuesta política de mayor confrontación con el modelo, propuesta que aún no ha sido asumida por los movimientos sociales y populares, y que, como se señaló anteriormente, fue capitalizada – en esta coyuntura – por la figura de Cubas.
La construcción de movimientos sociales y organizaciones populares fortalecidas, que puedan guiar ese hartazgo hacia la construcción de una “democracia real” que responda a las necesidades de la población más vulnerable, aparece como una tarea urgente ante el avance del conservadurismo y las políticas neoliberales y extractivas que se esperan del gobierno de Peña.
Publicada originalmente en Base IS.