Por Marco Teruggi
El 2016 fue, sin lugar a dudas, el año más difícil de la revolución venezolana. Todas las formas de desestabilización posible fueron ensayadas a lo largo de los doce meses: económicas, violentas, geopolíticas, comunicacionales, institucionales, etc. Como una maldición descargada por un enemigo invisible que hizo de la cobardía su principal estrategia. ¿Cuántas sociedades latinoamericanas contemporáneas hubieran resistido a tanto? Creo que, excepto Cuba, ninguna. Estamos de pie, todavía.
¿Cómo explicarlo? ¿Cómo se frenteó tanto golpe? Las respuestas hay que buscarlas abajo, en lo invisibilizado y denigrado por los grandes medios: los humildes y sus poderes creadores. Ahí están gran parte de las explicaciones. Es el país en movimiento que no bajará los brazos, pase lo que pase.