Por Martín Villarroel Borgna* desde Caracas
Un panorama sobre la etapa que atraviesa la revolución bolivariana, haciendo foco en uno de sus principales escollos: la “guerra económica”. El paramilitarismo y el contrabando como trasfondo del conflicto fronterizo con Colombia.
Las noticias que hablan de Venezuela son un tanto desconcertantes. El conflicto de la frontera con Colombia y los derechos humanos, el paramilitarismo y el narcotráfico, la especulación y el desabastecimiento, el contrabando y el “bachaqueo”, son algunas aristas de un nudo mucho más grande y difícil de desentramar.
Para entender la situación actual es necesario partir de dos elementos: que los venezolanos y venezolanas están parados sobre las mayores reservas de petróleo del mundo; y que Venezuela se ha planteado la construcción del socialismo. Estos dos elementos, petróleo y socialismo, son motivos suficientes para que esta tierra brava y generosa esté en la mira de los grandes poderes financieros y económicos globales.
Lo que aquí se denomina “guerra económica” tiene que ver con una serie de ajustes y presiones producidas desde afuera, principalmente desde Colombia pero orquestadas desde Estados Unidos, que buscan mediante la asfixia económica desestabilizar el gobierno de Nicolás Maduro.
En Venezuela, como parte de un paquete de medidas sociales, todos los productos de la canasta básica de alimentos están subvencionados y regulados. En Colombia, en cambio, esos mismos productos cuestan hasta 10 o 15 veces más. Esa diferencia, y los desastrosos índices de desocupación que afectan a las poblaciones de frontera, producen el fenómeno conocido como “bachaqueo”, que es el contrabando a pequeña escala.
Decenas de miles de personas cruzan diariamente las fronteras y los pasos ilegales llevando productos de contrabando. Los productos de primera necesidad a precios regulados desaparecen de Venezuela y se consiguen sólo en Colombia, a precios mucho mayores. El desabastecimiento golpea mayormente a los sectores populares, dificultando el acceso al arroz, fideos, leche, azúcar, café, papel higiénico o champú.
Ante este panorama, los productos empiezan a valer cada vez más, las empresas aprovechan para acaparar su mercadería y especular con el precio y se acelera el espiral inflacionario. Existen numerosos almacenes y depósitos privados llenos de productos que escasean en las góndolas, esperando, especulando.
Acecho externo y debilidades internas
Una de las respuestas del gobierno es aumentar la producción, subvencionando a las empresas privadas, otorgando dólares para importar materias primas y producir los alimentos que aquí no se producen, pero prácticamente la totalidad de ese dinero se pierde en los pasillos de la corrupción estatal. Se calculan en miles de millones los dólares fugados entre los principales empresarios del país con la complicidad de funcionarios. Y la producción no crece.
Otra medida del gobierno bolivariano es atacar la distribución, intentando asegurar con numerosos mercados populares el acceso a los bienes de primera necesidad. Pero es insuficiente: la demanda supera ampliamente las posibilidades y se forman infinitas colas para conseguir algunos kilos de arroz o jabón a un precio justo. La salida, para aquellos que pueden, es pagar lo que los especuladores quieren.
Pero la verdadera sangría venezolana es el petróleo. Se estima que más de 200 mil barriles diarios se fugan de manera ilegal. ¿Cómo salen de un país tantos litros de petróleo? Existen altos mandos del Ejército, de la Guardia Nacional Bolivariana y funcionarios del gobierno que están implicados en esta red de corrupción. Y una estructura de cerca de 25 grupos mafiosos colombianos con logística, recursos, armamento, seguridad y amparo político para operar con tranquilidad.
Como último ingrediente está el narcotráfico. Colombia es el principal productor de cocaína de América. La ruta del narcotráfico busca los puertos del Atlántico para llegar a Europa y EE.UU. Otro negocio millonario con complicidad del poder político y policial.
Es tan grande el peso del contrabando en los pasos fronterizos que la cotización del dólar paralelo se realiza del lado colombiano. Y está en relación directa con las casas de cambio colombianas que operan las divisas del contrabando de petróleo y narcotráfico. Es decir, el valor del dólar y del bolívar es establecido desde el otro lado de la frontera. Hoy el dólar oficial está en 190 Bs y el dólar paralelo llega a 700 Bs. Y viene disparándose a un ritmo estrepitoso, lo que representa una pérdida de valor del bolívar y del salario real de las venezolanas y venezolanos.
Artillería mediática
Todo este entramado mafioso es apuntalado y fogoneado con las operaciones de desinformación de los grandes medios de comunicación, principalmente de Colombia, España y los EE.UU. Algunos la llaman la “guerra de cuarta generación”. Es notable la campaña de desprestigio que emprenden los grandes grupos mediáticos, manipulando y tergiversando los hechos para desestabilizar y generar confusión.
Por último, en la estrategia golpista y desestabilizadora, la violencia es una herramienta más. Organizaciones populares aseguran que hay en Venezuela cerca de 20 mil células paramilitares dispuestas a actuar, preparadas para generar escenarios de conflictos y caos. Claro ejemplo fueron las “guarimbas” en febrero de 2014 (pequeños focos de insurrección urbana reaccionaria), por lo que recientemente fue condenado a 13 años el líder opositor Lepoldo López, o los hechos de sicariato que se vienen sucediendo. El caso más nombrado de los últimos tiempos es el del diputado Robert Serra, asesinado hace menos de un año. En silencio, militantes, campesinos y dirigentes son eliminados por las fuerzas paramilitares mediante asesinatos selectivos.
La última medida del gobierno fue cerrar la frontera, deportar a colombianos indocumentados en masa y tratar de acomodar el problema interno. Declarar el estado de excepción en varias zonas fronterizas y anular las garantías constitucionales (con todo lo que eso significa en nuestro continente) para hacer frente al contrabando y el paramilitarismo. En el corto plazo, se medirá la capacidad política del gobierno de Maduro para enfrentar tantos flancos simultáneos de conflicto: la guerra económica, el contrabando, la corrupción, el narcotráfico, la presión mediática y el paramilitarismo.
Lo que se puede leer de trasfondo de estas maniobras son dos claros objetivos inmediatos: el fortalecimiento del engranaje capitalista de acumulación y al mismo tiempo desestabilizar el gobierno chavista. Hay una clase dominante de uno y otro país que se está aprovechando y viendo beneficiada directamente con estos negociados mafiosos.
Así y todo, pese a la asfixia económica y la pérdida de valor de los salarios, la humillación de las colas y los miles de dólares que se van con la corrupción y la violencia, la gente de a pie, los que más sufren esta situación, buscan con ingenio e iniciativa las alternativas para hacer frente a esta situación. Numerosos proyectos comunales que buscan acelerar la producción y la distribución, o resguardar su seguridad y autodefensa, o hacer reales los procesos de control sobre los mecanismos estatales.
Ellos, los venezolanos y venezolanas de abajo, heroicamente, siguen apostando y trabajando por el socialismo y el sueño de Chávez de construir una nueva democracia popular, participativa y protagónica.
* Integrante de la Brigada Internacionalista Che Guevara