Autor: Marcha

El relato en primera persona desde la mirada de una militante, feminista y migrante que tiende puentes de memoria entre Argentina y Méxicos atravesados por los 24 de marzo porteños. El verano termina. Mientras camino por Av. de Mayo y veo las pequeñas hojas que comienzan a caer de los árboles, pienso que justo por esta época, pero dos años atrás, llegué a vivir a Buenos Aires. Pienso en mis primeros acercamientos a la ciudad y se me viene a la mente esta misma avenida, pero no llena de autos, como ahora, sino de gente. Miles de personas gritando, moviendo las manos de arriba abajo, sin parar.

Tras un año y nueve meses en el cargo, Pedro Pablo Kuczynski (PPK) deja la presidencia de Perú tras la revelación de unos videos que Fuerza Popular mostró para denunciar actos de corrupción en su contra. Por ahora el vicepresidente Vizcarra se prepara para reemplazarlo y la familia Fujimori protagoniza la disputa política.

La belleza del mundo ha palidecido con la noticia de la muerte de Alina Sánchez, conocida en Kurdistán como Lêgerîn Çiya, médica internacionalista argentina caída en Kurdistán el 17 de marzo de este año.

Quienes la conocimos, no podemos sostener tanto dolor, porque sabemos que hemos perdido a una mujer revolucionaria de una inmensa sensibilidad y ternura, de una claridad gigantesca en sus convicciones, de una enorme profundidad y seriedad en el análisis y en la determinación a la hora de la acción.

Una triada de actores ha logrado, como nunca antes, instalar en todo el mundo una imagen distorsionada de la realidad venezolana, o al menos de las razones de lo que allí ocurre. Un manipulado sentido común que fue impuesto por: a) la gran prensa cartelizada; b) el poder político que comanda la ofensiva, principalmente EEUU y sus gobiernos súbditos; y c) la creciente diáspora venezolana, de amplia mayoría antichavista.