Entre las penínsulas de Paria y Araya del estado Sucre, la comuna Bahía El Morro se recuesta sobre el mar Caribe, en el litoral del oriente venezolano. Sobre esta pequeña porción de tierra se extienden 13 consejos comunales en los que las mujeres son mayoría.
Juana Granado es una de las pobladoras de este refugio pesquero. Pertenece al consejo comunal “8 de febrero”, integrado por 54 personas, de las cuales sólo cuatro son hombres, y es la vocera del Comité de Medios Alternativos. Cuando piensa en el proceso de participación política que las mujeres han comenzado a dar en el contexto bolivariano, de inmediato asegura: “En Venezuela esto ha traído muchos divorcios, los maridos no aceptan que sus compañeras estén en la calle. Aquí al patriarcado lo vemos y dice que la mujer es para la casa, cuidar el muchacho, barrer y fregar”.
Como parte del municipio de Arismendi, la Parroquia El Morro de Puerto Santo tiene una población de 8.623 habitantes y cuenta con alrededor de 3.015 familias. En Venezuela, los municipios se dividen en parroquias, que son la unidad política territorial de menor rango. La construcción del poder popular se expresa en la organización y la intervención del pueblo a través de las asambleas organizadas en los diversos consejos comunales, que se definen territorialmente conformando las comunas. Es a través de estas instancias de participación y democracia directa que se aspira a la construcción del Estado Comunal.
Las calles del Morro son angostas y en cada esquina se puede observar el mar hacia ambos lados. A lo largo del camino que conduce al puerto las comuneras se van saludando como si toda la población fuera una gran familia, mientras que algunos se van sumando a la caminata. La conformación del poblado es relativamente joven. Dicen que durante la década del ’40 era sólo una posta de pescadores. Con el paso del tiempo, esta larga franja terrestre que interrumpe el mar se ha convertido en una de las zonas de mayor potencial pesquero dentro del estado Sucre.
Hoy las mujeres del Morro hacen trabajos que históricamente fueron dominio de los hombres, como la albañilería -a través de la autogestión en la construcción de viviendas- y la pesca. Juana también es la vocera principal del parlamento de su comuna. Sin embargo, al principio uno de los comuneros no estuvo de acuerdo con esta decisión: “Decía que yo no iba a tener carácter a la hora de hablar con un ministro. Me subestimó sólo por ser mujer, y esa condición no me habilitaba para involucrarme en la política. Pero aquí nos respaldamos entre las mujeres, y el varón se siente desplazado porque no tiene fuerza”.
La comuna El Morro se constituye formalmente el 26 de junio de 2014, “pero nosotras venimos trabajando desde 2006, cuando nuestro presidente eterno Hugo Chávez Frías empezó a llamar a que se conformaran las comunas”, explica Janelis Lugo, integrante del consejo comunal Salinas II. El trabajo solidario y social es una condición extendida en el territorio venezolano por lo que, en muchos casos, la conformación de las comunas vino a reforzar, potenciar y organizar algo que ya que existía enmarcándolo en un proyecto político revolucionario.
“Nosotras salimos adelante con la lucha y la participación en los movimientos sociales”, agrega Janelis, indagando en cómo cambió su vida cuando comenzó a participar. “Antes estaba en la casa -interviene Juana-. Empezamos nuestra vida política, nuestro trabajo social y de lucha, por una necesidad: tener una vivienda. Y en ese camino, tanto nos involucramos que no pudimos parar más”.
Las comunas ante la crisis
En la actualidad, Venezuela está atravesando una guerra económica que responde a una ofensiva geopolítica liderada por Estados Unidos. El acaparamiento de alimentos por parte de las distribuidoras privadas, el contrabando, la caída del precio del petróleo, la especulación y el sobreconsumo, sacuden a un país que aún sigue importando la mayoría de los alimentos. Este escenario de inestabilidad es fomentado también por una derecha vernácula que no duda en apuntar sus cañones golpistas para generar un estado de caos social permanente. Sin embargo, en las calles se percibe una paciente calma que se vincula con la resistencia de un pueblo que no ha perdido la convicción en sí mismo.
Desarrollar al máximo el potencial productivo que identifica a cada comuna es una tarea clave para contrarrestar este escenario y para comenzar a construir una matriz productiva sólida que transforme el carácter rentista que aún sostiene a Venezuela. “Ante esta guerra económica, debemos estar comprometidas en fortalecer la pesca, porque nuestra comuna es pesquera”, dice Janelis.
La Unidad de Producción Socialista “Luisa Cáceres de Arismendi” nació como una iniciativa de los 13 consejos comunales y con el apoyo del Instituto Nacional Pesquero. En esta empresa social se procesa el pescado, se empaca y se congela. “Luego nosotras programamos pequeños mercados populares en las comunas agrícolas, que están cerca. Estamos tratando de armar en cada comuna como una especie de pescadería, donde semanalmente se lleve pescado y se armen diversos puntos de venta entre las 27 comunas que conforman el estado de Sucre”.
Con los mercados se comienza a contrarrestar la especulación, estas prácticas refuerzan el camino para la construcción del estado comunal, conformando espacios de encuentro para resolver y pensar la política local y regional de manera colectiva. A su vez, a lo largo del Morro de Puerto Santo se expanden 47 playas. Montañas, ríos y mar. Un paquete de atracción turística que también están proyectando para comenzar a difundir este pequeño sobresalto de la tierra, en medio de tanta agua.
Sin feminismo no hay socialismo
“Chávez siempre decía que era feminista”, comenta Juana con una sonrisa extendida. Y agrega: “Sabemos que sin feminismo no hay socialismo. Nosotras -continúa Janelis-, somos luchadoras sociales, somos un grupo de puras mujeres trabajando todo el tiempo por amor al pueblo. Nos
llamamos ‘Mujeres al Poder´”.
Hoy las comuneras también se están organizando para tener sus propios recursos de manera cooperativa. Comprenden que la dependencia económica en la organización familiar sigue siendo un factor de violencia que muchas veces los varones ejercen al reproducir su rol dominante como proveedores.
Las comuneras salen temprano de sus casas y regresan por las noches. Aun así, se levantan más temprano para garantizar todavía ciertos aspectos que hacen al trabajo doméstico. “A mí me dice ‘tu no vas´ y yo le digo a mi marido ‘no soy tu propiedad, tu a mí no me vas a mandar´. Ahora puedo tener mi casa, estudié y me siento segura para hablar. Nuestros derechos tienen que ser respetados. Antes nosotras no éramos prácticamente nadie, más que de la casa y el maltrato que el hombre le daba a una. Ahora nos valoramos como mujeres, ponemos los pies sobre la tierra y abrimos los ojos”, manifiesta Janelis.
Durante los últimos 15 años, la vida de estas mujeres ha cambiado mucho. Salir de la casa para ser protagonistas de un proceso de cambio revolucionario donde el feminismo es indispensable para revertir todas las situaciones de opresión es una inmensa tarea que llevan cada día a la práctica: “Nosotras sí podemos”, asegura Janelis. Y Juana concluye: “Es en ese seguir para adelante que nos fortalecemos. Pero la lucha se va a terminar cuando yo me muera, porque a mi casa no vuelvo más”.