Dagmar Enkelmann, ex parlamentaria del Partido del Socialismo Democrático y actual presidenta de la Fundación Rosa Luxemburgo reflexiona sobre la democracia y el socialismo a la luz de los últimos 30 años.
Por Soledad Vogliano (*)
El 1 de julio de 1990, con la expansión del marco alemán (occidental) al territorio de la República Democrática Alemana (RDA), se produjo un hito para el capitalismo. La unificación política llegaría el siguiente 3 de octubre. El verdadero punto de inflexión se había dado unos meses antes: El 18 de marzo de 1990, cuando las primeras y últimas elecciones libres al parlamento de la RDA, las ganó el partido cristianodemócrata de Helmut Kohl, en ese entonces canciller de la República Federal Alemana (RFA). Con esto, el sueño incipiente de un socialismo democrático en suelo alemán, de una “tercera vía” entre el capitalismo occidental y el “socialismo realmente existente” del campo soviético, terminó enterrado. La unificación alemana terminaría por consumarse el 3 de octubre de 1990.
El Partido del Socialismo Democrático -como se había rebautizado lo que quedó del Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA)- sacó apenas el 16,4 por ciento de los votos. Una de sus jóvenes parlamentarias era Dagmar Enkelmann. Apenas cuatro meses antes de las elecciones, un día después de la caída del muro de Berlín, había defendido su tesis de doctorado: una investigación sobre la crisis de identidad de las juventudes de la RDA.
Hoy la presidenta de la Fundación Rosa Luxemburgo, una organización ligada al partido Die Linke (La Izquierda) y que tiene una de sus 25 oficinas internacionales in Buenos Aires, tiene 64 años. Aquí comparte su visión de este proceso, una verdadera anexión de la RDA a la RFA. Habla sobre las razones del fracaso del proyecto soviético, sobre la vivencia de las mujeres germano-orientales y reflexiona sobre la democracia y el socialismo a la luz de los últimos 30 años.
¿Cómo vivió la caída del muro de Berlín?
Desde 1985 trabajé en la Academia de Ciencias Sociales [de la RDA] donde estudiaba a la juventud. Notamos una crisis de identidad que comenzó a manifestarse a fines de la década de 1970. Desarrollamos encuestas muy representativas a jóvenes del sector industrial, agricultores, en las universidades y las escuelas, y les preguntamos qué pensaban sobre el socialismo y qué deseos tenían en cuanto al modelo de sociedad.
Las conclusiones de este trabajo iban a ser guardadas bajo varias llaves, no se podía hablar de ellas, ni publicarlas o discutirlo públicamente. Lo concreto es que la juventud estaba cada vez más en oposición a lo que entendían era el “socialismo real”. Quedó claro que se habían distanciado y que la propuesta de la RDA no tenía ya la fuerza para atraer o generar identidad en nuevas generaciones.
Es interesante, sin embargo, que desde mediados de los 80 aparecieron también fuertes simpatías por la Unión Soviética, Gorbachov, glasnost (transparencia) y la perestroika (reestructuración). El problema era que la RDA no tenía un Gorbachov [una figura que impulse reformas]. No había una oposición social con un alcance más amplio.
Si bien las razones para la crisis de la RDA eran muchas, ante todo, se dio por la falta de democracia y la creciente vigilancia sobre la sociedad, de manera que la necesidad sentida de libertad se oponía al sistema vigente.
En otoño del 89 mucha gente salió a la calle, muchas personas que querían quedarse en el país, querían cambiar la RDA. Pero también muchos que por miedo e incertidumbre desistían de impulsar algún cambio. Para mí este momento representó un resurgimiento, la oportunidad de poder participar de forma activa, plenamente, de manifestarse y contribuir críticamente en las discusiones sociales. Durante este período hubo mucha politización de la gente, cuando finalmente se pudieron llevar a cabo discusiones abiertas.
¿Estuvo en la manifestación histórica del 4 de noviembre en el Alexanderplatz de Berlín, donde hablaron representantes de la oposición democrática, intelectuales, incluso militantes críticos del PSUA [el partido de Estado]?
No, no estuve allí, pero por supuesto miré todo por la televisión. En agosto de ese año nació mi tercer hijo, lo que me mantuvo un poco distanciada. Pero las manifestaciones tuvieron lugar también en mi ciudad natal, Bernau, y allí iba a todas partes con el cochecito de mi bebé. En ese momento se probó una nueva forma de democracia, las mesas redondas. Se formó una mesa redonda central en Berlín, pero también regionalmente. Yo participé de la de Bernau.
Lo interesante fue que en estas mesas redondas participaban organizaciones y nuevos partidos que no tenían representación en el gobierno ni en los parlamentos. Fue un intento de conversar en igualdad de condiciones para todos.
¿Cuáles eran los temas que la sociedad estaba poniendo en esas mesas que sentían que previamente estaban retenidos o que no podían expresarse?
Por ejemplo, la destrucción del medio ambiente. En Bernau teníamos tropas soviéticas, que no eran precisamente amigables con el medio ambiente. Tiraban el aceite residual en pequeños ríos; cosas como esta se hablaban en las mesas redondas, lo que nunca antes se había permitido.
O el tema de la educación abierta y libre. Se discutía cómo organizarse para que los jóvenes puedan convivir abiertamente, con sus dudas, sus miedos. Que tengan protagonismo en la escuela. Fue muy importante dejar en claro a los maestros que queríamos que esos temas se discutieran también en las aulas. Y por supuesto llevar a cabo en la educación un proceso de purificación de la ideología, hacer hincapié en la transmisión y adquisición de conocimientos través de formas renovadas.
También la corrupción fue un tema importante, identificar a los alcaldes, los concejales, los miembros de la administración que cometieron actos de corrupción, eso nos movilizaba y se llevaron a cabo varias investigaciones.
¿Qué esperaban alcanzar con las mesas redondas? Porque había una condición de doble poder en este momento, ciertamente.
En primer lugar, el rechazo de la representación elegida. En mayo de 1989 tuvieron lugar elecciones municipales donde hubo fraude. Yo misma formé parte del comité electoral de Bernau. El resultado transmitido por nosotros se realizó correctamente, pero cuando pasó a instancias superiores desapareció de forma repentina. Por eso teníamos poca confianza en las representaciones electas.
Las mesas redondas brindaban una posibilidad para que los nuevos actores políticos, por ejemplo, los Verdes, los movimientos cívicos, el movimiento de mujeres, pudieran exponer realmente su opinión, pero ellos fueron excluidos en las representaciones electas.
Las mesas redondas existían de forma paralela y tenían la intención de estructurar a la democracia de forma diferente, mucho más abierta. Sin embargo, las decisiones adoptadas no tenían fuerza vinculante.
Si uno mira hoy los reportajes sobre este periodo, en mi opinión este aspecto se analiza de forma demasiado tenue: en realidad habíamos muchos que queríamos transformar la República Democrática Alemana desde adentro. El tiempo fue demasiado corto y por supuesto, la RFA que ya perfilaba su proyecto, no quiso nunca que se desarrollara exitosamente una experiencia de democracia distinta a la de Occidente.
El movimiento democratizador existió en el campo soviético en general, hubo alzamientos pro democratización en 1953 en la RDA, en 1956 en Hungría, la primavera de Praga en 1968. ¿En la RDA, existían aspiraciones y posibilidades objetivas de reformar el socialismo desde adentro hacia afuera?
Esta es una historia difícil. Desde mediados de la década de 1970, un poco en relación con el proceso de Helsinki, ciertamente hubo una apertura de la sociedad. Sin embargo, no hubo un movimiento en la RDA que se planteara como fin cambiar esa sociedad. Había discusiones a pequeña escala, en nichos. Los artistas habían creado sus propios círculos de discusión, inclusive llegando a incidir en el partido (el PSUA). Pero rápidamente se los acusaba de favorecer a los opositores.
Esto sucedió con mi trabajo de tesis. Dos años antes terminarlo tuve que defender una especie de trabajo preliminar. Tanto a mí como a mi tutor se nos reprochó haber caído en la trampa del enemigo. Mi tutor fue enviado “a la producción”. Fue excluido de la institución científica y enviado a una dirección de distrito del partido; por suerte en Bernau, por lo cual pudimos continuar trabajando juntos. Pero él no siguió siendo mi tutor, me asignaron uno nuevo.
Era perceptible – y muchos lo manifestaban-, que no se podía seguir así, que eso iba hacia un estallido, sólo faltaba alguien que lo iniciara. Y seguramente podría haber sido un derrotero diferente si hubiese emergido una figura con autoridad suficiente -como Gorbachov en la URSS-, que diga “okay, entendimos, ahora encontremos juntos el camino”.
¿Cómo se está discutiendo toda esta época hoy en día, dentro de la izquierda alemana?
En la Fundación Rosa Luxemburgo uno de los mensajes que recogemos de ese período es precisamente que otra sociedad es posible. Miramos en retrospectiva, 30 años después, y nos preguntamos cuáles fueron las ideas fuerza que exigían un cambio. ¿Por qué estaba la gente de repente tan interesada? ¿Por qué salieron miles de personas a la calle, participando en los eventos de discusión? ¿Por qué participaron tantas personas y luego se fueron rápidamente? La demanda social de cambios no fue resultado de los mensajes de las emisoras occidentales, esto ya estaba en la sociedad, había un estado de ebullición, y luego una válvula que condujo a una politización real, que luego lamentablemente colapsó de forma muy rápida.
Lo interesante es que recién ahora 30 años después, cada vez más jóvenes se organizan. Dicen: “Esto lo conocimos a través de nuestros padres, de nuestros abuelos y ahora queremos saber más sobre lo que sucedió entonces. ¿Por qué fracasó esta sociedad, por qué fracasó el socialismo en la RDA, por qué no fue posible construir otra sociedad, qué ideas tenían, y qué se planteaban?”
El movimiento feminista en occidente está entrando en su cuarta ola, sin embargo, se sabe relativamente poco sobre el feminismo en la esfera de influencia soviética. Alexandra Kollontai y otras feministas históricas, por supuesto, se leen todavía hoy con entusiasmo en los movimientos sociales, tal vez aún más en América Latina que en Alemania, pero, ¿qué es lo que realmente sucedió en las décadas anteriores a la caída del muro, qué tipo de movimiento “feminista” emancipatorio había en la RDA, en el Bloque del Este?
Esta es realmente una historia fascinante. He publicado un libro sobre las mujeres de la RDA titulado “Emancipada y fuerte”, donde presentamos cómo se desarrolló la igualdad de género, el papel de la mujer en la RDA, las condiciones y marcos legales y cómo las mujeres vivieron esta experiencia por sí mismas.
Yo siempre digo que no soy feminista. Entonces todos me dicen, ¿quién es feminista si tú no lo eres? Nosotros crecimos de manera diferente, fuimos socializados de otra forma.
En 1949, con la fundación de la RDA, la primera constitución incluyó la igualdad de las mujeres, la obligatoriedad de igual salario por igual trabajo, el reconocimiento de la maternidad y otras cosas más. Esto fue parte de la idea fundacional de la RDA, la igualdad entre el hombre y la mujer. Bajo esos términos crecimos. Era normal que la mujer saliera a trabajar y decidiera por sí misma. Y por supuesto, era obvio que la mujer pudiera decidir sobre su cuerpo, ya sea si quería tener un hijo o no. En 1972 en la RDA se legalizó el aborto y se abolió cualquier responsabilidad penal. En la RFA post-reunificación hasta la fecha el aborto es delito. Incluso si los médicos -y esto es realmente bastante enfermizo-, informan públicamente a través de internet sobre formas de abortar, pueden ser castigados.
Nunca imaginamos que eventualmente estos derechos dejaran de tener vigencia. Los movimientos de mujeres de occidente nos preguntan por qué no luchamos por mantenerlos. La respuesta es que no existía en la RDA un movimiento de mujeres como tal. Para nosotras, las mujeres de la RDA, todo esto era obvio.
Con la reunificación, es un hecho, las mujeres fueron las primeras en ser despedidas de las fábricas, las primeras en perder sus empleos y tuvieron que luchar para mantener a sus familias a flote.
Con todo lo que estás contando, las primeras que sufrieron el deterioro de su calidad de vida fueron claramente las mujeres.
Si, claramente. En ese momento se privatizaron las empresas del Estado, la propiedad social. Si continuaban con la producción, en primer lugar, restructuraban las empresas. Frecuentemente los departamentos de investigación y de desarrollo fueron los primeros en ser eliminados, en ellos trabajaban muchas mujeres, así como también en todo el sector de servicios, en la administración, la contabilidad, etc. Todas esas secciones no eran más consideradas necesarias, y entonces las primeras que perdían su trabajo eran las mujeres.
Justamente… ¿cómo fue esa experiencia con el Treuhandanstalt, el organismo más importante de le reestructuración de la economía?
Llevó a cabo la privatización de las empresas estatales. Nada indicaba que estas empresas fueran menos “viables” que las compañías de Alemania Occidental. Sin embargo, el proceso permitió que capitales de occidente aprendieran de la estructura y organización de las industrias, sacaran las maquinarias, se apoderaran de las patentes, etc. y luego provocaran, por así decirlo, el colapso de las empresas en el Este.
Teníamos una fábrica de potasa y de sal en Turingia que, si bien era competitiva, le hacía competencia a otra fábrica de potasa y sal al otro lado de la frontera. El fideicomiso hizo todo lo posible para que esta fábrica no siguiera produciendo. Y en el lugar no se encontraba sólo la fábrica, sino que allí había una casa de la cultura, una policlínica, que dejaron de funcionar el 24 de diciembre de 1993.
Los trabajadores hicieron una huelga de hambre, hubo muchas manifestaciones y piquetes. Había solidaridad en el Este, pero ningún apoyo por parte de los sindicatos bajo el control de Occidente. Por el contrario, ellos presionaron directamente a favor del cierre de la fábrica. Se trataba de miles de empleados.
Cuando estuvo claro que avanzaría la unificación, económica y políticamente, ¿cómo se prepararon los reformistas en el partido para garantizar los derechos de las mujeres, pero también otros?
Fue arrollador. Desde marzo hasta octubre de 1990 funcionó aún un Parlamento en la RDA, allí yo era legisladora. Todavía tratamos allí dictar leyes de forma extrapartidaria. Por ejemplo, la ley del aborto jugó un papel importante y nosotros queríamos que se incluyera, y propusimos nuevo código laboral garante de los derechos de la clase trabajadora, que habíamos elaborado más allá de toda ideología. También un código penal, la ley para la licencia por maternidad, es decir, durante este medio año intentamos hacer una serie de leyes, que nos queríamos llevar a esta nueva Alemania.
Pero la forma de integración de las dos Alemanias fue el uso de un artículo de Ley Fundamental de la República Federal que habilita que otros territorios se adhieran a su área de acción. Esto sucedió en Sarre (Saarland), y luego sucedió algo similar con la RDA, lo cual significó la imposición de todas las leyes y regulaciones de occidente.
Esa fue entonces la toma de posesión…
Sí, claro. Fue la política hostil de integración. De hecho, se celebró un Tratado de Unificación donde se puntualizaron los temas que pasarían a la nueva legislatura conjunta con la solicitud de ser tratados, como la ley de pensiones, la ley sobre el aborto. Pero en el nuevo Parlamento alemán había muchos más parlamentarios occidentales. Y si bien existía algo así como un derecho de veto de los estados de Alemania Oriental, nunca fue utilizado porque hubiera requerido que todos los estados federados se pusieran de acuerdo.
El hecho es que la forma en que la RFA absorbió a la RDA tiene efectos hasta la actualidad. En la RDA había un sistema de pensiones especialmente favorable para las mujeres, por ejemplo, las esposas que trabajaban en negocios artesanales. Ellas podían acumular puntos para la jubilación, hacer aportes jubilatorios y luego tener derecho de pensión independiente. Sin embargo, esto no se incorporó a la ley de pensiones de la RFA. También se eliminaron las regulaciones especiales para los trabajadores ferroviarios, los maestros, etc. quienes serían los trabajadores públicos, todos elementos que hubieran resultado en un mejor sistema de pensiones más justo en la RFA. Nada de esto fue adoptado.
Sabemos que hoy en día una parte de la clase trabajadora apoya ahora a la AfD [Alternativa para Alemania, ultraderecha populista], ¿qué papel jugaron ideológicamente las promesas de la sociedad de consumo que fueron acompañadas por una reducción de los derechos, qué pasó con las trabajadoras y los trabajadores?
En primer lugar, esta orientación hacia el consumo y la imposición del marco alemán occidental como moneda, jugaron un papel importante. El primero de julio de 1990 se llevó a cabo una unión monetaria, que planteó la equivalencia de 1 marco occidental a 2 marcos de la RDA. Esto provocó una devaluación de los ahorros y al mismo tiempo el acceso al medio de consumo masivo de bienes de occidente.
Esa noche todas las tiendas estaban desabastecidas, las estanterías vacías, y por la mañana del 1 de julio, todos los negocios amanecieron repletos de mercadería de occidente. Todo colorido, con mucha variedad, había de todo. Eso, por supuesto, tuvo el poder de corromper. En algún momento, si bien desafortunadamente muy tarde, muchos comenzaron a preguntarse ¿si ahora compramos el producto occidental, los productos que nosotros producimos, no se van a comprar más?
A nadie le interesaba la resistencia de los trabajadores del Este, podrían salir a la calle todo lo que quisieran. La política no existía para ellos. Hay muchas personas que no se pudieron recuperar hasta ahora, han estado desempleados durante mucho tiempo, reciben asistencia social o asistencia por desempleo, sin haber podido insertarse en la economía capitalista del occidente. Además, en el aspecto macroeconómico se afectaron directamente los ingresos fiscales en los Länder (municipios) y, por lo tanto, las infraestructuras colapsaron, los autobuses, las escuelas, las guarderías, etc.
¿Cuál es el balance de esa experiencia? Puedo tener marcos occidentales, pero en realidad no los puedo tener porque perdí mi trabajo. Para nosotros era natural tener un trabajo, en la RDA no había desempleados. Cada vez más, especialmente en el este, caen en la pobreza más personas mayores, dado que en estos años no realizaron aportes para su jubilación, y especialmente las mujeres, quienes fueron las primeras en ser desplazadas del mundo del trabajo.
Hasta el día de hoy existe una clara diferencia entre oriente y occidente respecto del desarrollo económico, la evolución salarial y el acceso a las jubilaciones. Realmente están en desventaja. La frustración y la resignación es una de las razones por las cuales la clase trabajadora elige a la derecha. Sin embargo, este fenómeno no es exclusivo del este, sino también en el oeste. Si se observa Europa, se encuentra en todas partes una tendencia hacia la derecha.
Por último, también está la cuestión del desarrollo de la democracia y el rechazo a la política. Se dejaron pasar varias oportunidades en los últimos años y las fuerzas de derecha se aprovecharon de la situación. Los partidos tradicionales, las formas tradicionales de democracia, los parlamentos y el parlamentarismo son cada vez más rechazados.
Son 30 años también de trabajo ideológico “de los ganadores”, para borrar todo aquello que fue importante de la experiencia socialista. ¿Que quedó en el imaginario de la sociedad alemana de esa experiencia? ¿Cuáles serían las conclusiones que sacamos de esa experiencia en una perspectiva de socialismo democrático?
Creo que hoy es más fácil, con la distancia de los años, hablar sobre las causas del fracaso del socialismo real. Hoy no lo discutimos como un fracaso de las trayectorias de vida, de la propia biografía -lo que entonces nos llevaba a tomar una posición defensiva-, sino que estamos en posibilidad de verdaderamente profundizar el tema, reconocer errores y analizar las causas estructurales.
Hoy es más fácil afirmar que este capitalismo no representa el fin de la historia. Que tiene que haber algo después de esto, y es más fácil hablar específicamente sobre las alternativas. El movimiento global por la justicia climática ha contribuido planteando que para que se produzca algún cambio, necesitamos una economía diferente. Necesitamos otras formas de propiedad, otras formas de democracia.
Hoy es ineludible preocuparse por el futuro de nuestra tierra y al mismo tiempo preguntarnos cuáles son las razones por las cuales se están consumiendo todos los recursos, por qué se está destruyendo el planeta poco a poco. Esto se relaciona con los intereses lucrativos del capitalismo, con el hecho de que los gobernantes de este mundo defienden ante todo los intereses del capital.
Es por eso que Fridays for Future o Jóvenes por el Clima toman como lema “Cambio de sistema, no cambio climático”. Estamos ante la oportunidad para una profunda discusión y en ello nos encontramos. Tengo cierto optimismo, la esperanza de que ahora podamos tomar esta discusión e impulsarla a nivel mundial.
Como izquierda tenemos una gran responsabilidad. Durante mucho tiempo señalamos que la cuestión social debía estar vinculada a la cuestión ecológica, que la cuestión climática es un problema social, de eso nos damos cuenta cuando miramos más allá de nuestras fronteras. Aquellos que no tienen la menor responsabilidad de que el mundo se encuentra en peligro, son expuestos más que nadie a la desaparición de sus medios de subsistencia, como los habitantes de algunas islas en el Pacífico.
(*) Fundación Rosa Luxemburgo. Traducción: Cecilia Gettner