Por Juan Manuel De Stefano. Con la prepotencia que les da el peso de la historia y desde el Olimpo, Bianchi, Ramón y Merlo tratan de sortear situaciones complicadas. ¿Podrán?
Los tres son indiscutidos e incuestionables para sus hinchas. Con ellos en el banco, ocurrieron las más grandes hazañas y proezas que puedan recordarse. Son mitos vivientes, de eso no caben dudas. El tema es la actualidad. La bendita realidad, el hoy, el día a día. Ellos son: Carlos “Mostaza” Merlo, Ramón Díaz y Carlos Bianchi. Todos tienen el halo protector que los dirigentes buscan, espalda ancha que le dicen. En caso de que los resultados no se den…
¿A quién se le puede ocurrir patalear ante los directivos? Y aquí -curiosamente- se encuentra el motivo real de la historia. Para desgranar cada caso por separado podríamos decir que en el caso Merlo pocos dirigentes confiaban en él para salvar al equipo. Sólo un par tenían plena confianza, los demás lo eligieron para “protegerse” de sus propios hinchas. Lo cierto, es que el hombre de la estatua aplacó esas dudas con un buen cierre de campeonato; sacando puntos y mostrando un aceptable nivel futbolístico. Las esperanzas estaban todos puestas en el nuevo torneo. Tras un buen triunfo ante Colón, el equipo desbarrancó y estuvo 7 fechas sin ganar (6 derrotas y un empate) hasta el triunfo del sábado ante Belgrano. El prócer le ganó a la crueldad, a la inmediatez por conseguir resultados, a la jungla futbolera. Cualquier otro entrenador hubiese sido cesanteado a la tercera derrota. Que se entienda, desde estas líneas siempre se apoyará el trabajo a largo plazo, serio, responsable y con buenas intenciones. No obstante, que no se confunda la historia con el presente. O que no lo confundan ellos. La típica lucha de poderes entre protagonistas y periodistas también tiene un lugar preponderante en esta fábula.
Los tres se sienten totalmente acosados, oprimidos y señalados por la Prensa. Así lo demuestran en las conferencias, o en las clases abiertas de periodismo, cátedra que dictan para justificar derrotas increíbles y cambios desacertados. No pregunten de esto, de aquello no hablo, hay que hablar más de fútbol y varias muletillas más. ¿Tendrán la culpa los periodistas de los cambios defensivos de Mostaza y Bianchi cuando van ganando? ¿O del poco ojo de Ramón para elegir los refuerzos? Todo puede ser, al fin y el cabo, ellos son los sabios del fútbol, casi Dioses enviados a la Tierra para aleccionarnos sobre el deporte de la pelotita, y el resto ignorantes que no patearon jamás una pelota de fútbol.
El inventario de Bianchi, por ejemplo, cuenta con increíbles discusiones con los árbitros, opiniones futbolísticas muy discutibles (Banega no llegó a Boca por su decisión) y varias peleas con jugadores (Silva, Erviti, Burdisso, etc). La coyuntura parece haberlo superado. En su caso, Angelici tenía todo arreglado para renovarle el contrato a Falcioni pero una Bombonera en llamas lo hizo cambiar de opinión. La gente pedía por Bianchi y Riquelme y fue a buscar a ambos. Aclaración: no se le puede reprochar al presidente la contratación de Bianchi en sí misma, pero no se debe soslayar que su voto de confianza era para Julio César y, más allá de gustos futboleros, debía respetar su sentir. Otra vez, la famosa espalda y las pocas ganas de pagar el costo político y tener a su gente conforme, pudieron más que el sentido común. Sí no se parte desde el convencimiento total de las decisiones, el proyecto -en general- no va para ningún lado. Pregúntenle a Donofrío, que “heredó” a Díaz de la administración anterior. Passarella ya lo había repatriado al riojano, sólo desde el paraguas que suponía con la gente, y por obligación. No era su deseo y no se quieren con Ramón. Es más, faltando unos meses para finalizar su contrato le renovó contrato con aumento de sueldo incluido y por 2 años más. El actual presidente comenzó desde un principio a “minar” al entrenador desde cada flanco que pudo. El mencionado tema del contrato, la presencia de Francescoli muy cercana, con opinión valedera y de peso y el pedido de perfil bajo para un entrenador que -cuando gana o le va bien- se envalentona y peca de fanfarrón. Y esa es otra historia, hay protagonistas que saben ganar pero a la hora de la derrota se muestran soberbios y maleducados. “Yo soy un ganador, gané en todos lados”… ¿Quién dijo esa frase?… ¿Poseidón?, ¿Iron Man?, ¿Zeus? No, señores, fue Mostaza Merlo. Interesante visión del fútbol y la vida. ¿Quién gana siempre y en todos lados?… Nadie. Ni en el deporte ni en la vida.
Habrá que recordarle al bueno de Merlo que sus pasos por Rosario Central, Racing en su etapa anterior, River y su corta estadía en Ecuador, distaron mucho de ser exitosas. Más aún, antes de la Academia estaba dirigiendo Douglas Haig y por poco no recaló en Aldosivi de Mar del Plata. Se entiende que son manotazos de ahogado de tipos que se sienten ídolos intocables, casi dioses a los que no se puede -ni se debe- criticar. Enseguida sacan los pergaminos, recuerdan partidos históricos y ningunean al interlocutor de turno para que se sienta lo peor posible ante todo el mundo. Merlo le espetó hace poco a un periodista: “Te voy a explicar, pibe. Me parece que vos faltaste a alguna clase en la Escuela de Periodismo o ahí no te lo explicaron. Anotá bien lo que te digo así aprendes”, y muchas otras ironías que no vienen al caso. Díaz, en su momento, disparó: “No se olviden que soy riojano, soy de tierra de caudillos y tengo mucho huevo”. Excelente, Ramón. Otra muestra latente de soberbia, de intentar mostrar una realidad que no es tal y, fundamentalmente, hacer creer a los demás que son superhombres ajenos a los miedos, vacilaciones y dudas que corresponden a cualquier hijo de vecino. ¿Acaso no fue él que dirigió a Independiente y coronó una pésima campaña a pocos meses del descenso?; ¿Quién se va de los clubes peleado con muchos jugadores por problemas varios?… En fin, como se verá nadie es invencible. El único que no tiene ese inconveniente es el Virrey… ¿O acaso no triunfó escandalosamente en la Roma y el Atlético Madrid? Nadie es todo poderoso ni infalible, por lo menos por ahora, ¿qué opinarán Díaz, Bianchi y Merlo? En la próxima cátedra -o conferencia de prensa- parados sobre el pedestal y mirando por arriba a todos, nos lo harán saber.