Por Federico Glodowsky* / @Fede_glodo
En el marco de la agudización de la situación económica, detallamos algunos de los efectos de la devaluación que se viene sucediendo.
“Elegimos evitar una crisis” dijo el ministro Nicolás Dujovne el pasado viernes 4 de mayo, luego de frenar la escalada del dólar. La divisa había trepado de $21,20 el miércoles de esa semana, a $23 el día siguiente, una devaluación del peso de 9%, para cerrar la semana en $21,80.
La premisa fue luego ratificada por el presidente, cuando el miércoles 16 desde la residencia de Olivos dijo: “Evitamos una crisis que nos llevaba al 2001”.
Nadie en el equipo económico del ministro pareció inquirir sobre la causa de fondo que pudo haber implicado dicha crisis. Como no lo hicieron, la semana siguiente la divisa siguió su escalada y pasó a cotizar a $25.
La devaluación del peso lleva un acumulado de 25% en lo que va del año habiendo licuado parcialmente las deudas de empresas privadas y generado una mayor rentabilidad para los exportadores que renegaban del atraso. Si bien es incomparable a otros procesos devaluatorios que favorecieron una rentabilidad mayor, el contexto de reducción impositiva permite generar cierta compensación.
La devaluación trajo algo de alivio en el gobierno. Ellas tienen la capacidad de operar sobre 2 componentes del frente externo. Por un lado, encarecen los bienes importados y desincentivan su demanda, reduciendo el déficit comercial. Por otro lado, abaratan las exportaciones medidas en dólares y las vuelven más competitivas. Pero la solución a la falta de dólares sigue siendo, desde la óptica del equipo económico, una reducción en su demanda. Si faltan dólares, que no se usen (siempre y cuando no sea para fugar). Ajuste liso llano.
Por ejemplo, del lado de las importaciones, en el sector automotor, los componentes importados directamente para la fabricación superan el 70%. Con un dólar más caro y sin acuerdos de precios para evitar su traslado, ni subsidios al crédito productivo, los costos aumentan directamente y los empresarios buscaran reducirlos. Como no pueden incidir en el precio del dólar, la mayoría de los empresarios elegirá recortar la plantilla de trabajadores como ha ocurrido tantísimas veces.
Si sumamos los aumentos trasladados de proveedores, aumento del costo de los fletes por el precio de la nafta, aumentos de los servicios, etcétera, el salario de las y los trabajadores se convierte en la variable de ajuste por excelencia y el mercado interno, el principal perjudicado.
Si bien es verdad que una devaluación pueda generar un incentivo exportador, no está claro el impacto en el contexto actual. En noviembre del 2017 el gobierno eliminó la obligación de liquidar las divisas agravando la falta de dólares, y a pesar de la baja de retenciones a los bienes agropecuarios el déficit comercial no ha dejado de crecer, marcando un pico histórico de US$ 1.510 millones para ese mismo mes y un total anual de US$ 8.471, según el INDEC. Esta incongruencia pone de manifiesto para qué sectores se gobierna y evidencia la transferencia de ingresos puesta en marcha en diciembre de 2015.
Teniendo la reapertura de los Bonos 2023 y 2026 del Tesoro Nacional, en los que se recaudaron aproximadamente US$ 3.000 millones que sirvieron para contener la escalada del dólar, se les aseguró a los acreedores una tasa del 19% y 20% respectivamente. Esto implica que los inversores prevén una baja real de la inflación en el mediano plazo o al menos en los últimos años del plazo del contrato, para que les sea posible recuperar el capital y generar una ganancia adicional. Y esta baja esperada de la inflación necesariamente debe ser garantizada por un menor consumo interno, mayor austeridad fiscal y baja del gasto público.
Otra vez un ajuste recesivo, otra vez la contracción del mercado interno para dar respuesta a la volatilidad auto generada por el creciente endeudamiento. Otra vez un gobierno que pretende transferir recursos y que sean los trabajadores y las trabajadoras quienes paguen las ganancias de los conglomerados económicos. El resultado es el conocido, una recesión que termina en crisis con un enorme costo en paz social.
* Integrante de Economistas de Base