Por Anibal Garzón
El 18 de diciembre de 2005, el bautizado hoy como Día de la Revolución, un suceso cambió el rumbo de la historia de Bolivia. Por primera vez un indígena iba a ser presidente del país latinoamericano desde su fundación en 1825. Ese día, Juan Evo Morales Ayma, como líder del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), arrasó electoralmente al imponerse en la primera vuelta con el 52% de los votos.
11 años han transcurrido tras esa victoria, y Evo Morales se ha mantenido democráticamente en el poder con sus continúas victorias electorales, en 2009 y 2014, sin necesidad de celebrarse la segunda vuelta en ninguna de ellas al superar el 50% de los votos. Victorias que fueron acompañadas de la aprobación del Referéndum Popular sobre su propuesta, con sus mecanismos participativos previos en la elaboración, de la Nueva Constitución Política (NCP) que dio el nacimiento al Estado Plurinacional de Bolivia.
El pasado mes de octubre una encuesta de la empresa privada Equipos Mori concluyó que el 53% de la población boliviana identificaba a Evo Morales como el mejor presidente de la historia. Pero, a todo esto, ¿a qué se debe esa hegemonía de Evo Morales y el Proceso de Cambio en Bolivia?
Desarrollo Social y Económico
En primer lugar, haciendo referencia al Desarrollo Social y Económico durante su amplia gestión, Bolivia ha sido uno de los países de América Latina que más ha crecido en datos macroeconómicos con una media del 5% anual del PIB. Un pronóstico que según el Gobierno, con su Plan de Desarrollo Económico y Social, se mantendrá hasta 2020 pese a la bajada de precios de las materias primas siendo Bolivia un país exportador de hidrocarburos. Estos datos han hecho que el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI) felicite a Bolivia por su “sólido crecimiento económico” a pesar de no acoplarse Evo Morales a las directrices de Ajuste Estructural y Recortes que recomienda el FMI desde el Consenso de Washington diseñado por los “Chicago Boys”. Evo Morales apostó por su propia escuela económica, “los Chuquiago Boys”.
Más allá de los datos macroeconómicos que tanto gustan al FMI y al Banco Mundial (BM) y que no miden el fondo del Bienestar Social de un país, Bolivia entre 2005 y 2015 redujo la pobreza del 59,6% al 38,6%, y la extrema pobreza del 36,7% al 16,8%, según cifras del instituto Nacional de Estadística (INE). El PNUD señaló en su informe mundial sobre Desarrollo Humano titulado “Sostener el progreso humano: reducir vulnerabilidades y construir resiliencia” que Bolivia fue el país de Sudamérica que más eliminó los índices de pobreza entre 2000 y 2012. También, otro informe del PNUD titulado “Panorama Social de América Latina” de 2011, resalta que Bolivia es uno de los dos únicos países de América Latina que ha reducido la Desigualdad pasando el Coeficiente de Gini del 0,6% al 0,5%.
Toda esta estrategia paralela, crecimiento económico pero a la vez decrecimiento de pobreza y desigualdad, se debe a la apuesta de Evo Morales de derogar el Decreto Supremo 21060 de 1985 que promulgó Víctor Paz Estensoro es decir, derribando el neoliberalismo y dando la entrada del nuevo Estado como un actor económico esencial.
La primera táctica de estrategia fue la “Nacionalización” de los Hidrocarburos el 1 de mayo de 2006. Una medida que modificó las relaciones entre el Estado boliviano y las multinacionales, como el caso de la española REPSOL en referencia al petróleo y al gas, las dos principales fuentes de ingresos del país. Sobre los hicrocarburos el Estado sería ahora el principal accionista con el 50%, efecto que generaba dos nuevos pilares, un Estado más soberano en las decisiones productivas nacionales y un Estado con mayores ingresos de los recursos económicos de Bolivia. En definitiva, el gobierno del Proceso de Cambio dispondría ahora de mayores fondos para invertir en sus políticas sociales y territoriales favoreciendo a las excluyentes clases bajas y las zonas rurales. Desde Políticas de Vivienda e Infraestructuras con el Programa “Evo Cumple”, políticas sociales como el Bono “Juancito Pinto” o el “Juana Azurduy”, la implementación de un Servicio de Salud Integral e Incluyente, un Sistema de Educación Multicultural con Leyes como la “Avelino Siñani”, la construcción de un Marco de Autonomías y Descentralización con la “Ley Andrés Ibañez”, y todos estos marcos con el control de la “Ley Marcelo Quiroga Santa Cruz contra la Corrupción”.
Autoestima cultural y construcción nacional
Más allá de lo material, economía y bienestar, el segundo campo de los logros de Evo Morales ha sido lo vinculado, podríamos decir, a los aspectos culturales simbólicos. Lo superestructural.
Bolivia es considerado el país con mayor porcentaje de población indígena, el 62,2%, más de 6 millones de personas, según analiza la misma Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Pero contradictoriamente antes de la llegada de Evo Morales, bajo la antigua Constitución de 1967 contaminada de neocolonialidad, no se reconocía la existencia jurídica y multicultural de todas las comunidades indígenas cerrando posibilidad de cualquier Plurinacionalidad. Existía una gran divergencia entre la institucionalidad política y la realidad social del país. La NCP apostó por el reconocimiento de las 36 comunidades indígenas y sus formas de autogobierno con un sistema de justicia ancestral propio, la Ley de Deslinde Juridisccional, sin contradecir el sistema legal ordinario. La histórica población boliviana excluida pasaba con la NCP a tener un status legal y nacional bajo su reconocimiento de identidad cultural. Efecto que producía una nueva política comunitaria donde la identidad de ser boliviano no era sólo para la población blanca descendiente de colonos europeos, sino para toda persona nacida en el país, fuera de la comunidad que fuera, quechua, aymara, guaraní,… Y no sólo esto para hombres y el histórico y permanente machismo, el mismo Estado apuesta por la despatriarcalización para descolonizar la gestión pública y hacer visible el trascendental papel de la mujer boliviana. Actualmente Bolivia es el segundo país de América Latina con participación política femenina teniendo el 51% de mujeres diputadas y 44% como senadoras.
Ser Boliviano y boliviana ya no sería una construcción colonial, sino una nueva identidad integradora enfocada en descolonizar lo no descolonizado hasta el momento. Una identidad común que era potenciada por el Nuevo Estado Plurinacional, y que, por ello, “Hegelianamente” el mismo Estado salía reforzado. Un Estado que iba más allá de la zona urbana, de La Paz, Santa Cruz, o las históricas Sucre y Potosí,… sino que llegaría a todos los rincones del país, las zonas rurales y selváticas olvidadas. Toda esta nueva identidad boliviana generó en Bolivia un golpe de autoestima y de dignidad nacional. Ser Boliviano ya no era la deshonra de la Guerra del Pacífico (1879-1883) y su pérdida de la salida mar, o la sangre derramada en la dura Guerra del Chaco (1932-1935) contra Paraguay. Ser boliviano es exigir su derecho a la Mediterraneidad, recogido en el artículo 267 de la NCP.
Bolivia no sólo ha reconstruido estos 11 años su Dignidad Nacional sino también, paralelamente, un reconocimiento internacional. Bolivia, hasta la llegada de Evo Morales, era un país dibujado como el “Protectorado” de las ONGs internacionales como explica el economista español Antonio Rodríguez Carmona. Donde muchos de los fondos de la Ayuda Externa (como los de la USAID) no solo hacían de Bolivia un país dependiente en la formulación de sus políticas, sin soberanía e independencia, sino también pintaban a Bolivia en la comunidad internacional como una antigua colonia donde el tiempo se paró con sus mineros alcohólicos de Potosí, los niños indígenas famélicos con caras quemadas por el viento frío de las alturas de El Alto, o criminalizados productores de la hoja de coca milenaria de El Chapare o de Los Yungas. El gobierno de Evo Morales, sin ocultar sus históricos problemas sociales y sin desprestigiar el buen trabajo de algunas ONGs locales e internacionales, pasó de ser visto como la “caridad internacional” a un nuevo actor político internacional. Tres sucesos han sido relevantes en el nuevo papel de Bolivia en la comunidad internacional.
Reconocimiento internacional
El primero, y que ya adelantamos, su apuesta nacional por la recuperación de la salida al mar que se inició tras la firma bilateral entre la presidenta chilena Michelle Bachelet y Evo Morales con la llamada “Agenda de los 13 Puntos” en julio 2006. A pesar de algunos de los avances de la negociación bilateral, la relación se quebró en 2010 tras la investidura del nuevo presidente conservador chileno Sebastián Piñera. Bolivia más allá de estancarse en un histórico y no resuelto problema binacional desde el final de la Guerra del Pacífico en 1883, presentó su demanda marítima al Tribunal Internacional de la Haya. Así, Evo Morales construyó este asunto como un tema esencial de agenda nacional, y de carácter transversal, y no de agenda partidista conformando un Consejo Consultivo de Alto Nivel integrado por 5 expresidentes no afines al MAS-IPSP. Un gesto del mandatario que derribó las diferencias políticas, entre progresismo Vs conservadurismo, o izquierda Vs derecha, en una consenso nacional de todos los bolivianos por su soberanía marítima. Movilizando a todo el pueblo cada 23 de Marzo con el Día del Mar.
El segundo tema que el Proceso de Cambio quería deconstruir en la comunidad internacional es la criminalización de la cultura ancestral con la hoja de coca en Bolivia. Evo Morales, un exproductor de hoja de coca y líder de las 6 Federaciones de Cocaleros del Chapare, activó su aparato diplomático y propagandístico internacional para desenmascar la política de Estados Unidos de “coca es igual a cocaína”. No sólo el gobierno boliviano expulsó en 2008 al Departamento Antidroga de los Estados Unidos (DEA), por su injerencia y represión en el país, además de su implicación en el Intento de Golpe de Estado con la Masacre del Porvenir (Pando), sino que su discurso a favor de la hoja potenció una imagen nacionalista, soberana y a la vez antimperialista ganando simpatías en la izquierda continental e internacional. Un discurso bastante implantado en la población boliviana por las históricas injerencias de los Estados Unidos en todo el continente. Añadiendo, que la expulsión de la DEA fortalecía a Bolivia como independiente y capacitada en su lucha contra el narcotráfico, y que la hoja de coca no es la droga que se debe perseguir, como hacía la DEA quemando algunos de los cultivos. Bolivia, tras su batalla diplomática consiguió que la ONU, a pesar del sabido rechazo de los EUA, despenalice la hoja de coca y su masticado (acullico en quechua). Este símbolo histórico y ancestral de las comunidades indígenas de Bolivia dejaba de ser criminalizado en la comunidad internacional.
Y el tercer apunte, es la batalla contra el Cambio Climático. Un problema que los últimos años, sobre todo desde el Protocolo de Kyoto en 1997, ha despertado movilizaciones y consciencias a nivel internacional. Pues bien, Bolivia en abril de 2010 fue la sede de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra. Movimientos sociales , expertos, académicos, políticos, de todo el mundo se reunieron en Cochabamba para elaborar una propuesta alternativa a la adoptada en la ONU contra el Cambio Climático. Ir más allá del utilitarismo y la rentabilidad de reducir las emisiones de CO2, y producir un nuevo enfoque más ético sobre el medio ambiente elaborando una Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra. Bolivia se convirtió en el pionero internacional no sólo de la lucha radical contra el cambio climático, siendo sede de eventos mundiales, sino culpando al mismo modelo capitalista de ser el virus del desastre ecológico. La cosmovisión indígena de los pueblos de Bolivia sobre la Pachamama ya no sólo quedaba en una acción artística y turística sino en una reivindicación política internacional liderada por Evo Morales.
Bolivia, con su propuesta autónoma del “Vivir Bien o Buen Vivir”, se ha convertido en un referente internacional donde promulga vivir desarrolladamente en armonía con la naturaleza, recuperando los principios ancestrales, haciendo revolucionariamente que la relación entre humanos no sea el único centro de atención sino la relación entre humanos y la madre naturaleza. Un pensamiento que traspasa hoy fronteras.
Pensando desde Bolivia hacia fuera
Otro aspecto esencial de Bolivia ha sido su nuevo papel en el debate político Latinoamericano y en general de los pueblos del Sur. Evo Morales desde 2006 ha estado acompañado por el Vicepresidente Álvaro García Linera, uno de los teóricos más reconocidos hoy en Latinoamérica. Con teóricos de gran envergadura como Linera, Bolivia se ha convertido no sólo en un país de laboratorio con su puesta en práctica del Proceso de Cambio sino también como un gran seminario que produce nuevas ideas. El primer debate que presentó Bolivia por su compleja realidad nacional fue definir el Sujeto de Cambio del Siglo XXI. En un país donde la industrialización era mínima y la minería había cerrado en los años 80 y 90, el Sujeto del Cambio se había transformado más allá de sus espacios de producción en espacios de identidad y convivencia. El Alto, un municipio de 1 millón de personas y que sufrió la represión de las protestas de la Guerra del Gas en 2003 era un claro ejemplo. Bolivia abría el debate a los pueblos latinoamericanos sobre la importancia de discutir obre el Sujeto del Cambio desde el Sur y no dejarse llevar por manuales de las zonas industrializadas del Norte.
El punto que también abrió el debate en Bolivia era la dicotomía entre si el Proceso de Cambio era hijo del keynesiasmo indígena y por lo tanto un Capitalismo Andino o si la intención era la construcción del Socialismo Comunitario. En si es posible vencer o solo asociarse a la Globalización Neoliberal. El siglo XXI no da para las armas revolucionarias a la Revolución Cubana de 1959 pero si para las movilizaciones rupturistas. Bolivia, junto a los países del ALBA-TCP, como Venezuela, Ecuador,
Nicaragua y Cuba, es hoy un actor esencial como contrahegemonía neoliberal. Un país que derrumba el “Fin de la Historia” de Fukuyama. Y hoy desde la izquierda internacional es un referente de análisis por su proyecto Revolucionario Democrático. García Linera lo sabe, y por eso como uno de los intelectuales del Proceso allí dónde vaya a hacer su conferencia, en universidades o asociaciones, las salas se rebasan. No es por música o folklore boliviano, sino por ideas y contenidos. El Norte también quiere aprender del Sur. Hoy Bolivia es productora y exportadora de experiencias y conocimientos. El “Hecho en Bolivia” se vende mejor en el mercado militante e intelectual internacional.
Contradicciones y retos en el Proceso de Cambio boliviano
En 11 años, el actual Gobierno boliviano, como hemos ido argumentando hasta aquí, ha realizado avances extraordinarios (muchos más de los que hemos podido comentar) pero también ha tenido sus atranques. No solo por los intentos de desestabilización liderados por los Estados Unidos, el intento del Golpe de Estado de 2008, la falsa nación de la “Media Luna” y las estrategias terroristas con intentos de asesinar a Evo, el boicot de la derecha al Proceso Constituyente, la injerencia de algunas ONGs y la USAID, o la desinformación de algunos medios de comunicación, sino también por asuntos internos propios. Podemos resumir en tres esferas los conflictos sociales y las contradicciones. Los de la “Buena Gestión pública sin perder eficiencia”, la Política ambientalista sin limitar el desarrollo económico, y la Economía Nacional por encima de lo sectorial. Veamos.
Uno de los complejos atranques han sido los constantes conflictos sociales, conflictos de intereses entre diferentes grupos. No hay que olvidar, que pese a la reconstrucción integradora de la nación boliviana todavía en muchos de los grupos sociales existe un interés particular por encima del interés general. Algo que justamente resalta el debate sobre hacia dónde va Bolivia, y que hemos subrayado antes, entre el camino del socialismo comunitario (lo prioritario es la perspectiva colectiva nacional) o el capitalismo andino (lo prioritario es lo individual o intereses de grupos). Una de las medidas que puso en jaque al Gobierno de Evo Morales fue la conocida popularmente como la medida del “Gasolinazo”. En las Navidades de 2010, para solucionar asuntos particulares de corrupción como la venta ilegal hacia otros países fronterizos, como Perú, del petróleo que subvenciona el mismo gobierno, se decidió tomar una medida de control “mercantilista”, y por ello criticada de neoliberal, que afectaba a las clases populares. La búsqueda de una solución general cortando con la subvención, para evitar ese contrabando particular, y poniendo el precio del petróleo a precio real de mercado finalmente perjudicaba los bolsillos de las clases populares aumentando el coste del transporte público. Muchos movimientos sociales salieron a la calle a protestar con gran furia, incluso en el municipio de El Alto recordando la sangrienta “Guerra del Gas de 2003, y finalmente la medida fue retirada con la famosa frase de Evo Morales “Gobernar Obedeciendo al Pueblo”. La contradicción entre Estado (Gestión Pública) y Pueblo (Bienestar Social) se decantó por la segunda opción. Bolivia tiene en agenda mejorar su eficiencia pública contra el contrabando sin afectar las clases populares.
Otro suceso que abrió página en los conflictos sociales de Bolivia, fue el Caso Tipnis en 2012. Un nuevo caso donde se mezclaron intereses particulares (de comunidades indígenas), incluso con estrategias de la oposición política, y el papel del Gobierno con los inversores internacionales, en este caso brasileños. Construir una carretera para comunicar a las comunidades indígenas del TIPNIS que estaban tan aisladas de los servicios públicos y mejorar la comercialización con Brasil, tenía sus impactos ambientales. El conflicto se generó por la contradicción existente en Bolivia entre Desarrollo Económico Vs Sostenibilidad Ambiental. El acelerado crecimiento económico de Bolivia y su modernización persigue proyectos productivos e infraestructuras que a la vez pueden perjudicar el Medio Ambiente, justamente en el país líder a nivel mundial en la lucha ambiental.
Y finalmente, otra de las pugnas existentes en Bolivia es el campo productivo. Con el nuevo gobierno de Evo Morales las comunidades indígenas y campesinas se habían convertido en el Sujeto del Cambio, algo que parecía inquietar al sector obrero, principalmente fabril y minero. La Central Obrera de Bolivia (COB) tras la aprobación del DS 21060 de Víctor Paz inspirado en la estrategia neoliberal Reagan-Thatcher de privatización y cierre de la minería publica, y poner así fin a la Revolución de 1952, quedó totalmente dañada como vanguardia social. Un repliegue que llevó a la COB a convertirse en una actor mirando más los intereses particulares que la economía nacional. La COB, en una economía boliviana donde lo informal y el pequeño comerciante es cuantitativamente muy presente, cada año pone en la negociación salarial subir el salario mínimo a algo más de 1100 euros al mes. Una demanda que afectaría la inflación perjudicando a muchos sectores informales. Desde la llegada de Evo Morales el SMI (Salario Mínimo Nacional) ha tenido un crecimiento planificado pasando en 2006 de 500 bolivianos (50 euros) a 1805 (180 euros) en 2016, por la aprobación del Decreto Supremo 2748 el 1 de mayo de 2016 que también incrementó el salario en un 8,5%. Triplicándose así el SMI en 10 años. Un crecimiento planificado a nivel nacional para evitar así la división entre trabajadores de primera (los asalariados) y segunda clase (los comerciantes y pequeños productores). Y el tema salarial no es el único conflicto constante con este sector, la pugna de los mineros cooperativistas contra el Estado que apuesta por la regulación laboral de este sector como estrategia de economía nacional, ha llegado a niveles tan complejos como el asesinato del Viceministro Rodolfo Illanes el pasado mes de agosto.
La construcción hegeliana de un Estado Boliviano fuerte y eficaz, como hemos visto, no deja de tener sus contradicciones y pugnas en la agenda nacional, entre el todo y las partes. Una de estas partes, de las que obvia el interés nacional y pone por encima su interés particular político y económico, ha hecho uso de la propaganda mediática para atacar la imagen de Evo Morales, ya que su gestión es difícil de criticarla por su nivel de hegemonía. Actualmente se ha presentado un documental en Bolivia, el “Cártel de la Mentiras” dirigido por el periodista argentino Andrés Sal·lari y producido por el Ministerio del Gobierno. Este exhaustivo trabajo audiovisual desenmascara todo el entramado mediático de la oposición, nacional e internacional, contra Evo Morales bajo el llamado “Caso Zapata”. Un ataque mediático que buscó evitar que el mandatario ganase el Referéndum Constitucional para modificar el artículo 168 que sólo permite dos mandatos consecutivos. Y lo consiguió, Evo sufrió su primera derrota desde que es Presidente por el ajustado margen de imponerse el NO con el 51,3% de los votos. Pese a la derrota, recientemente en el IX Congreso del MAS-IPSP celebrado en Santa Cruz se concluyó que se estudiarán 4 formas legales para que Evo Morales pueda postularse para el 2019.Una propuesta que ha aceptado Evo, pero que esta vez no estará acompañado por García Linera, el férreo binomio del Proceso de Cambio.
Sin entrar en el debate si Evo Morales debería o no presentarse a la reelección cumpliendo siempre con todo criterio constitucional, ya que es una decisión soberana del pueblo boliviano, las fortalezas de Bolivia en estos 11 años de Proceso de Cambio como su crecimiento económico bajo un modelo con gran intervención pública, su ejemplo de estabilidad política bajo el fortalecimiento de un Estado Plurinacional descentralizado en 9 autonomías y con 36 comunidades indígenas, y sus notables resultados por el bienestar social y contra la pobreza y la desigualdad, es acompañado por un grandísima debilidad que ya ha golpeado duramente a Evo Morales y posiblemente vengan nuevos ataques contra sus nuevos intentos de reelección, la batalla mediática (el cuarto poder). El Proceso de Cambio debe estar preparado para defenderse de los nuevos ataques de las corporaciones privadas nacionales e internacionales, que hoy controlan el oligopolio que construye gran parte de la opinión pública. Un oligopolio que buscará derrumbar al “Jefazo”. Sin una Revolución en la Comunicación, el Proceso de Cambio sufre una amenaza constante. Un revolución de los medios que, como todo su esencia, debe ser construida para y por el mismo pueblo boliviano.