Por Juliana Díaz Lozano y Emilia Larrondo desde México
Al cumplirse dos años del secuestro y desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, compartimos el testimonio de Clemente Rodríguez Moreno, padre de Christian Rodríguez Telumbre, quien relata su búsqueda, sus esperanzas y la firme convicción de la responsabilidad del Estado mexicano.
Durante toda su vida, Clemente trabajó en el campo de Tuxla, estado de Guerrero, sembrando y cuidando animales, “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa”. Afirma que antes del 26 de septiembre de 2014 “veía la política por televisión, estaba ciego, no veía lo que pasaba realmente en el país”. Incluso admiraba al presidente Enrique Peña Nieto y hasta lo había votado. Aquella noche, dos años atrás, en que el número 43 comenzó a significar dolor, impunidad, pero también lucha para una parte importante del continente, Clemente -junto a otros padres y madres- comenzó a echar mano de sus saberes y su capacidad de trabajo para comenzar la búsqueda de su hijo.
La historia de los estudiantes normalistas es una muestra del México profundo, indígena, campesino y empobrecido, que salió a la luz encarnado en 43 caras morenas desde las banderas de reclamo. “Christian, mi hijo, quería ser agrónomo. Lo envié a la Normal de Ayotzinapa porque era la posibilidad, la única opción para que estudiara. Toda la gente que entra a allí es campesina como nosotros, de bajos recursos”. Con sencillas palabras, Clemente explica por qué aquella noche el blanco fueron los normalistas: “Al gobierno le incomodan las escuelas normales porque allí a los jóvenes se les enseña a luchar, a tener interés social, y más que nada le molesta que los maestros que salgan de ahí vuelvan a las comunidades a enseñarle a los niños que empiezan a despertar y a entender su situación”. Asegura que hay una vocación del gobierno para eliminar escuelas Normales Rurales.
“Hace dos años los familiares de los normalistas empezamos a buscar solos, en los campos de Iguala, luego juntándonos con padres de otros desaparecidos que estaban en la misma situación pero cada uno en su casa. Después se sumó el apoyo de otros sectores como sindicatos y organizaciones”, rememora. Menciona como fundamental el aporte del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en el apoyo moral a familiares de la búsqueda, pero también en la investigación de pistas que el Estado mexicano decidió no seguir: “El gobierno no sólo ocultó pruebas sino que también plantó otras pistas falsas. No tiene interés en que se sepa lo que pasó con los normalistas”.
Según afirman los familiares, existen videos de aquella noche en los que se puede ver a las fuerzas de seguridad actuando en la detención de los colectivos, hay registro de las llamadas de los jóvenes a celulares de familiares contando que la policía los estaba parando. Incluso hay testimonios de sobrevivientes que aseguran que personal del Ejército fue a “visitarlos” al hospital donde se encontraban internados esa noche, demostrando pleno conocimiento de lo ocurrido por esta fuerza. “Este presidente hizo todo al revés”, concluye Clemente. Además, denuncia que hay una acción intencionada para destruir al movimiento de Madres y Padres de Ayotzinapa, o dividirlo, como ha hecho con otras familias de los miles de desaparecidos que hay, ofreciéndoles dinero para que dejen de reclamar. “Nosotros como padres, por la dignidad que tenemos, decidimos no recibir ni un peso, nuestra lucha la financia la misma gente, la sociedad que de alguna manera pone su granito de arena”.
En un contexto de una protesta docente que continúa firme en distintas regiones del país a pesar de la represión permanente, la aparición reiterada de fosas comunes, un gobierno cada vez más desacreditado por el aumento del costo de vida para los sectores populares y la desocupación, los crecientes femicidios y la violencia narco y paramilitar que tiene su principal foco en el pueblo, la lucha en reclamo por justicia por Ayotzinapa pone de relieve a un narcoestado que desconoce todos los derechos humanos de su población. Por estos días, los diferentes reclamos volvieron a confluir detrás de la bandera de los 43, pero nombrando a muchos más, a las miles de personas asesinadas, desaparecidas y desplazadas, buscando que México despierte y haga suya la consigna “vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
Luego de la desaparición de su hijo, Clemente se hizo un tatuaje en el brazo para grabarse en la piel la perpetuidad de su búsqueda, se trata de una tortuga, que según Clemente es uno de los significados de Ayotzinapa en idioma Náhuatl. Es una marca para recordar una esperanza, la que su hijo esté vivo en alguna cárcel clandestina, de las que se sospecha existen en México y algún día reaparezca con vida. Sobre el dolor y el combate de estos dos años, Clemente y los familiares han aprendido mucho, y logran entramar su búsqueda particular con lo colectivo: “Aprendí estos años que esta lucha es de todos: estudiantes, campesinos, obreros, maestros. Por aquellas personas a las que el gobierno les está apretando el cuello, por el pueblo, nosotros estamos luchando por ellos también”.
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