Por Martín Villarroel Borgna* desde Caracas
Este domingo todos los ojos de Nuestra América se posarán sobre Venezuela. Más allá del resultado y la futura composición legislativa, la tarea seguirá siendo la conquista de la segunda y definitiva independencia, la construcción del Estado Comunal en la transición al socialismo del siglo XXI.
La tensión crece a medida que se acerca el domingo. Las elecciones a diputados y diputadas de la Asamblea Nacional en Venezuela van ganando lugar en las agendas de los medios de todo el mundo y monopolizan las discusiones en las calles de todo el país. Evidentemente, hay muchas cosas en juego: no sólo las 167 bancas parlamentarias sino, en alguna medida, el destino de la revolución bolivariana y seguramente el margen de acción de las luchas y resistencias populares de la región en los próximos años.
El sueño de Chávez y una crisis inducida
El proceso que inició Hugo Chávez hace 17 años y que tiene como horizonte estratégico la construcción del socialismo del siglo XXI sigue avanzando. Tal vez no al ritmo que desean las organizaciones populares ni de la manera que imaginó el comandante, pero avanza. El propósito de destruir un Estado burgués, de parir una nueva institucionalidad desde las bases del pueblo, de transformar la democracia representativa en una verdadera democracia popular, protagónica y participativa, la idea de generar espacios de autogobierno en las comunas, que los vicios del capital den paso a relaciones basadas en otros valores, es un proceso lógicamente incipiente, desparejo y sumamente complejo.
Es indudable la transformación en lo material y en lo simbólico en el pueblo venezolano. La real y profunda distribución de la riqueza se traduce en una mejor calidad de vida. La nacionalización de las reservas de petróleo, gas y de las principales empresas productivas del país, los inmensos pasos en infraestructura, vivienda, salud y educación, la reforma al modelo de la Constitución y la obstinada vocación de integración regional son sólo algunos puntos visibles y tangibles de una enorme lista de avances de la revolución bolivariana.
“Chávez nos hizo perder el miedo, ya no nos vamos a volver a callar nunca más”, decía recientemente una comunera a este cronista. Los niveles de conciencia y politización en las mayorías, tal vez menos visibles pero tanto o más profundos, nos aseguran estar parados en un lugar único en el mundo.
De todas maneras, no hay que desconocer que el proceso está viviendo momentos sumamente difíciles. Se ha instalado la imposición del caos y una crisis que se traduce en el constante desabastecimiento de productos básicos y una inflación exorbitante. Muestras de una guerra económica orquestada por los grupos empresarios, sumada a la feroz campaña mediática internacional antibolivariana y a la presión desde los centros de poder mundial con el denominado eje Washington-Madrid-Bogotá como punta de lanza.
Un escenario que se complejiza aún más por la reiterada violencia financiada desde el Norte, las acciones del paramilitarismo, los atentados y asesinatos selectivos contra dirigentes y militantes. Y que se complementa con la corrupción y el burocratismo de sectores de la dirigencia chavista y la incapacidad del gobierno de hacerle frente a las embestidas del capital, lo que genera una fuerte “arrechera” (enojo) social y hace peligrar la hegemonía en el Parlamento. Un eventual revés electoral podría envalentonar a la oposición para impulsar un referéndum revocatorio contra Nicolás Maduro el año que viene, cuando cumpla la mitad de su mandato.
Profundizar o perecer
Las organizaciones sociales venezolanas hablan de la necesidad de sostener la Asamblea Nacional en manos del chavismo, no sólo para profundizar las medidas e incluir una agenda legislativa popular sino para poder seguir aprovechando el “paréntesis” que la revolución bolivariana les permite para la prefiguración de alternativas superadoras al capitalismo, para la construcción de esas nuevas experiencias de autogobierno y autogestión popular. Pero la sensación es que es una carrera a contrarreloj.
Si bien muchas organizaciones han aprovechado ese paréntesis para construir una base sumamente sólida y han avanzado en el desarrollo de las comunas, la presencia paternal del Estado es aún imprescindible para el desarrollo de esos procesos. Son pocas las experiencias capaces de sostenerse ante un posible escenario adverso.
Este domingo, entonces, todos los ojos de Nuestra América se posarán sobre Venezuela. Más allá del resultado y la futura composición legislativa, la tarea seguirá siendo la conquista de la segunda y definitiva independencia, la construcción del Estado Comunal en la transición al socialismo del siglo XXI. Una vez más, las esperanzas de la región están depositadas en el bravo pueblo, en el corazón chavista de cada venezolana y cada venezolano.
* integrante de la Brigada Internacionalista Che Guevara en Venezuela