Por Agustín Bontempo
Ya superada la puja electoral en la Ciudad de Buenos Aires y de algunos distritos del interior, las PASO para dirimir a los candidatos a presidente empieza a ser el tema central de análisis político. El giro a la izquierda de Macri, la continuidad de Scioli y la tercera posición de Massa, son las opciones mediáticas más destacadas.
El cimbronazo que implicó la no candidatura de Florencio Randazzo, sumado a su rechazo por disputar la provincia de Buenos Aires, terminó de confirmar un panorama previsible para propios y extraños: el próximo gobierno será encabezado por la derecha tradicional. Lejos de emparejar al ministro del Interior y Transporte con cualquier alternativa revolucionaria, sin dudas representaba el ala progresista en la interna del FpV.
Ante este panorama, Daniel Scioli no solamente se consolidó como el candidato del kirchnerismo, adornado con cristinistas como Zaninni, sino que también logró posicionarse por sobre las otras opciones de los partidos políticos tradicionales.
La continuidad como herramienta posible
Ya quedaron en el olvido las críticas y denuncias de varios sectores del kirchnerismo sobre el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, acerca de ser el enemigo interno, el candidato del establishment, el tibio o el de las amistades indebidas. De un momento a otro, ya no se habló del lamentable estado de la educación bajo su mandato, por ejemplo, sino de las obras y aportes que ha hecho en la consolidación del modelo nacional y popular.
Pero su pasado menemista y duhaldista, sus medidas militaristas para combatir la inseguridad, omitiendo la inseguridad social a la que asisten millones de bonaerenses por falta de acceso a la salud, la educación y la vivienda, sus ajustes presupuestarios y tantas otras medidas más, no son un recuerdo fácil de disolver. Ante este panorama, ya no alcanza con la propaganda y el acompañamiento irrenunciable de sus compañeros y compañeras de espacio, sino que hubo que ir más allá, llegando incluso a visitar la Cuba de Raúl y Fidel Castro, aquella donde se respiran aires de revolución tan distintos al panorama político y social que presenta Scioli.
Él trata de ajustar sus discursos de justicia social, pero titubea, los fuerza. El recorrido para convencer a aquellos que realmente depositan su confianza de igualdad de oportunidades se complejiza, más allá del aire que transmite que su candidatura sea la decisión de la conductora. Y como sabemos, no acatar las órdenes del líder en movimientos como el peronismo, es un acto que bordea la traición.
Pero hay otro peligro. Scioli era el candidato del Grupo Clarín, se decía. Y a veces daba la sensación que efectivamente era el preferido de Magneto y compañía dentro del FpV. Sin embargo, el ajuste discursivo del gobernador bonaerense, preocupó a aquellos que lo miraban con buenos ojos.
Sabemos, a esta altura, que el giro es a la derecha. Por eso, para dejar tranquilos a quienes quieren cambios pero con alguna estabilidad continuista, Miguel Bein, uno de los economistas que asesora a Scioli, advirtió en su último informe De cara al 2016: ni inmovilismo, ni shock, que “tampoco parece un escenario posible transitar 2016 sin una mayor apertura al crédito”, en referencia a una necesaria apertura a los entes financieros internacionales.
Además, Bein se refirió a la necesidad de modificar algunas cuestiones impositivas, al asegurar que “no hay un escenario posible donde los salarios vuelvan a correr al doble del tipo de cambio mientras las tarifas se mantienen congeladas y el déficit fiscal sube 1,5 p.p. del PIB como este año”.
Finalmente, cuestionó a la oposición por hablar con cierta liviandad sobre ponerle fin al cepo del dólar, pero confirmó que algo debe hacerse al respecto aunque de manera progresiva.
El giro a la izquierda del Pro
Hace algunos días mencionábamos el cambio discursivo que Mauricio Macri había dado en los festejos por la ajustada victoria en el balotaje porteño, que arrojo el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta por apenas tres puntos y con el peso de haber perdido 9 de 15 comunas. En aquella exposición, el precandidato del PRO en el frente Cambiemos, aseguró que medidas como la Asignación Universal por Hijo, la estatización de YPF, el sistema previsional sin las AFJP, la aerolínea de bandera, entre otros puntos, son medidas que su gestión va a sostener porque concuerda con ellas esencialmente, aunque advirtió que debe mejorarse sus respectivas administraciones.
No amerita ninguna duda que el acomodamiento al contexto es lo que motivó semejantes declaraciones, ya que el bastión electoral de Macri estaba recientemente debilitado y las aguas comenzaban a ponerse turbias. Ante sus dubitativos latigazos bañados de progresismo, el Jefe de Gobierno porteño recibió el abucheo de sus seguidores partidarios, criticas desde las plataformas mediáticas de sus aliados del sector empresario y, por supuesto, la humorada de todo el campo popular desde el kirchnerismo hasta los partidos y organizaciones de izquierda.
Esta actitud no es más que una necesidad por equilibrar algunas fuerzas y representaciones de cara a la población. Como advertíamos, la clase política dirigente ha optado por postular a sus tres candidatos más reaccionarios, pero esto también pasa por un acompañamiento electoral por parte de los votantes, lo que preocupa un poco más que los dichos de Macri.
Pero fue la necesidad de decirle a quienes saben y apoyan las políticas de ajuste en educación, de cierre de centros culturales, de especulación inmobiliaria, de sobreprecios en obras, que además pueden hacer algunas cosas más para que al equipo, se siga sumando gente.
Se reedita la tercera posición
En esta oportunidad, no han sido quienes se empoderan con las banderas de Perón, Evita y el movimiento peronista en su conjunto, quienes se vanagloriaron de ser esa opción que no representa ni a la burguesía capitalista ni al bloque comunista. Esta vez fue Sergio Massa, también peronista, pero de otro linaje, quien ante el abandono mediático, tuvo que salir a disputar las elecciones con política.
Hasta hace algunos meses, el tigrense era el resumen de las dos alternativas antes expuestas: un pasado kirchnerista con cierta benevolencia actual que le permitía mostrarse como alguien que no derrumbaría de plano los supuestos cimientos forjados por el FpV, que mantendría algunas medidas, profundizaría otras. Pero a la vez, tal como lo indica su espacio, era el candidato llamado a renovar las estructuras políticas, a cambiar todo lo que había que cambiar. Su estrategia fue la mediática, incluso por medio del espectáculo, y eso le fue permitiendo sumar cada vez más y más actores a su Frente Renovador.
Sin embargo, una crisis interna, por falta de definiciones, de un programa común a todos y todas, de egos –especialmente en la provincia de Buenos Aires-, comenzó una hemorragia que al día de hoy no se detiene.
Ante esta situación, eso que parecía ser debió transformarse en el deber. Ya no era una cuestión de chimentos, sino que ante la falta de escenario mediático, Sergio Massa debió salir a la calle a proponer todo lo que insinuaba, con la mano dura de la justicia como caballo de batalla.
Las encuestas lo ponen cada vez más lejos de disputar realmente las elecciones, pero su posición, la tercera de los candidatos de la derecha, se mantiene en pie.