Por Ana Villar
En mayo de 1810 la suplantación del virrey Cisneros por una Junta de Gobierno en Buenos Aires situaba a Paraguay ante una encrucijada: se convertía en una más de las provincias argentinas o se creaba un “Estado nacional que se mantuviera intransigentemente en la línea de la independencia absoluta” según Oscar Creydt.
Anive máramo ñañes: Nuestro brío nos dio libertad
La noche del 14 y la madrugada del 15 de mayo de 1811 marcan el inicio del segundo camino. El Estado, con José Gaspar Rodríguez de Francia a la cabeza desde 1814, desempeñaría un rol central en este proceso en el que las confiscaciones de tierra y su arriendo a bajo precio a los campesinos y a la burguesía rural, sentaban las bases de un período de fomento de la producción nacional y desarrollo de las fuerzas productivas.
Tanto en aquella época como en la actualidad, existen quienes enfatizando los aspectos represivos de la dictadura del Dr. Francia, desconocen las profundas transformaciones que tuvieron lugar en ese proceso. Sin ocultar los aspectos reaccionarios de lo que se dio a llamar la “Dictadura perpetua”, Creydt nos invita a preguntarnos si en un país, cuyo “grupo social más desarrollado desde el punto de vista capitalista estaba representado por los comerciantes exportadores de Asunción” guiados por sus intereses de negociar con Buenos Aires, resignando la causa nacional, hubiera sido posible otro camino para una verdadera independencia que no sea la conformación de un gobierno dictatorial apoyado en el campesinado. Trasciende a este artículo tomar una postura acabada al respecto, pero lo cierto es que Paraguay no demoraría en pagar caro haber realizado una de las experiencias revolucionarias más radicales del continente.
Los gobiernos de Carlos Antonio y Francisco Solano López, que siguieron a la dictadura de Francia fueron una continuación de la misma, aunque con reformas de carácter más burgués.
Amén de eso, el Estado continuó siendo la principal fuente de acumulación de capital, convirtiéndose Paraguay en uno de los primeros países del continente en contar con telégrafo, una red de ferrocarriles y en fundar las bases para la industria metalúrgica.
La más infame de las respuestas: la guerra de la Triple Alianza
“la guerra más despiadada de la historia, la guerra parricida y exterminadora, la guerra que acabó con los machos de una raza y arrastró las hembras descalzas por los caminos”
(R. Barret)
La guerra que Brasil, Argentina y Uruguay emprendieron contra Paraguay, entre 1865 y 1870, destruyó la estructura del país que, con su independencia, se resistió a convertirse en una provincia más bajo la hegemonía de Buenos Aires. De esta manera, la burguesía argentina, servil al capital inglés, quedaba situada en un lugar de privilegio para su control hegemónico. Con la muerte de más de dos tercios de su población y la necesidad de generar divisas para las compensaciones de guerra, el Estado paraguayo vendió grandes extensiones de tierras, configurando el gran latifundio. Con el agravante de que en su mayoría, fueron adquiridas por capitales extranjeros, inaugurando la “recolonización del Paraguay”.
En este período surgen también los partidos tradicionales de la clase dominante: el Partido Colorado y el Partido Liberal -hoy Partido Liberal Radical Auténtico-. Pero fue el Partido Colorado, actual gobierno, el que demostró la capacidad de mutación suficiente para instalarse en el control del gobierno en 1947 y sostener su dominio con la dictadura stronista (1954-1989).
Si bien las grandes concentraciones de tierra venían marcando la historia de Paraguay desde fines del siglo XIX, a partir de la instauración de la dictadura stronista, se profundizó la concentración de la tierra, mediante la expulsión de campesinos y la entrega fraudulenta de tierras públicas. El mejor ejemplo de esto es el difunto Blas N. Riquelme, ex senador colorado, quien se apropió en 1969 de 50 mil hectáreas de tierras. Desde la caída de la dictadura en 1989 y hasta el día de hoy, los campesinos de la zona continúan luchando por esas tierras, principalmente, por una extensión de 2000 hectáreas que popularmente reciben el nombre de Marina Kue (“Kue” en guaraní signifca “antiguo” y con este término refieren a que anteriormente esas tierras pertenecían a la Marina). Las mismas fueron el escenario de la masacre de Curuguaty, que se cobró la vida de 11 campesinos y seis policías y sirvió como uno de los pretextos del golpe a Fernando Lugo el 22 de junio de 2012.
Mbarete ha tindy ndaijavéiri, oihápe joja ha joayhu: Ni opresores, ni siervos alientan, donde reinan unión e igualdad
El 20 de abril de 2008 la victoria de Fernando Lugo, interrumpía seis décadas del Partido Colorado en el ejecutivo. Si bien para muchos concluía el largo ciclo de hegemonía colorada, la tibieza de sus medidas, el golpe de 2012 y la reinstalación en el gobierno del Partido Colorado en el 2013 demostrarían lo prematuro de estas expectativas.
Paraguay actualmente continúa siendo uno de los países con mayor concentración de tierra. Resulta imposible comprender este estado de cosas sin remontarnos a la guerra de la Triple Alianza y a la conformación del gran latifundio, base y sustento de la clase dominante local e internacional.
A más de dos siglos de que Paraguay se negara a “mudar de amo”, según dijera José Gaspar Rodríguez de Francia, desafiando los planes imperialistas del capitalismo para nuestro continente, hoy el desafío sigue pendiente: es la clase trabajadora organizada, la única capaz de continuar estos procesos y transformar la historia, esta vez de manera definitiva.