Por Agustín Bontempo
En los últimos años se ha puesto sobre la agenda, incluso de los medios masivos, un problema que acarrea un largo recorrido histórico: las villas y la falta de vivienda digna. Pensar en este flagelo nos lleva, directamente, a la imagen del Padre Carlos Mugica, referente de la luchas villeras entre fines de los 60 y principio de los 70, asesinado un 11 de mayo como ayer a manos de la Triple A.
Durante su infancia y adolescencia, Carlos Mugica fue criado en una familia conservadora y altamente religiosa. Posiblemente, gozaba de una formación que lo depositaría en las altas capas de la sociedad, cercano a la oligarquía y las patronales explotadoras. Sin embargo, su vida fue cambiando de rumbo.
Él siempre recordaba que los primeros años del peronismo fueron vividos, pensaba, como un mal considerable para el pueblo argentino. Y más allá de la posición que podamos adoptar frente a Perón y al movimiento peronista, la representación que la población humilde y trabajadora tenía para con su líder, le presentaron a Mugica una serie de cuestionamientos. La caída del General en manos de la Revolución Libertadora (Fusiladora para nosotros) por medio de un Golpe de Estado, la tristeza popular, comenzó a modificar su posicionamiento político e ideológico.
Con los años, las experiencias de la Revolución Cubana y especialmente el Che Guevara, también la Revolución Cultural China y Mao Tse Tung, las escaladas socialistas de varios países europeos y más acá en el tiempo, el Cordobazo y el Mayo Frances, terminaron por encuadrarlo de un lado específico: el de los humildes, los y las trabajadoras, el de las clases populares, el de los villeros y villeras.
Esta formación le permitió rubricar una formación ideológica en la que convivía el cristianismo, el peronismo y el socialismo, como pudo dar cuenta en su obra “Peronismo y Cristianismo”, donde pone toda la fe teológica al servicio de los pobres.
Con todo este bagaje, llevó adelante la lucha junto a los villeros y villeras de la ciudad de Buenos Aires, especialmente en el emblemático barrio Villa 31 de Retiro, hoy llamado Barrio Padre Mugica. “Lo único que hay que erradicar de las villas es la miseria”, pregonaba en contra de los gobiernos militares y democráticos que se fueron sucediendo y que apuntalaban políticas más o menos similares, siempre expulsivas y en contra de los barrios marginales.
Quedará en el recuerdo de todos su angustia por no poder vivir en la villa, su compromiso incuestionable con los pobres estando a su lado y no por sobre ellos, sus diferencias con Montoneros y las organizaciones armadas, su decisión por seguir a Perón, incluso cuando el generalísimo volvió en su versión más reaccionaria, y sobre todo su frustrado paso por el Ministerio de Bienestar Social comandado por el brujo José Lopez Rega, quien en el año 1974 promovió el asesinato de Carlos a manos de la Asociación Anticomunista Argentina (Triple A).
La vigencia en las luchas actuales
Las villas porteñas más antiguas comienzan a recorrer sus últimos años, previo al centenario de sus respectivos nacimientos. Tal es el caso de la Villa 31, que comienza a poblarse en la década del 20 producto de la inmigración europea de la primera postguerra, siendo este un dato que contrasta el imaginario social de que en los barrios marginales han sido nuestros hermanos latinoamericanos y del norte argentino quienes vinieron a “usurpar” terrenos.
Decenas fueron las batallas por el reconocimiento, por la vivienda digna, por la igualación de derechos. Sin lugar a dudas, en esta cronología Mugica es el símbolo principal y esencial de la lucha de los y las villeras, sin descuidar a muchos militantes más que han dado su vida, como Galleta Alfaro, asesinado por la dictadura militar en 1977 o Alberto Chejolan, a manos de las fuerzas de seguridad del Estado en 1974. Dictadura y democracia.
Pero también está la lucha viva de hoy, con vecinos que se organizan y que pueden simbolizarse, también, en la figura de Teófilo Tapia, el villero ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
Es toda esa historia, esos referentes, los que empujan por el cumplimiento de la Constitución porteña que garantiza la vivienda digna, específicamente (y casualmente) en su Artículo 31. Es la Ley 148/98, que promueve un marco general para la urbanización de todas las villas de la Capital Federal. Y es también la lucha por la reglamentación de la ley 3343/09 que dictamina la urbanización de Villa 31 y que se alcanzó luego de la lucha organizada de los vecinos y vecinas del barrio de Retiro.
Hoy el Estado porteño no garantiza la vivienda digna, no solo para las personas que habitan en las villas, sino para el conjunto de los ciudadanos. Es la administración del Pro, que encabeza Mauricio Macri y que continuará Rodriguez Larreta, quienes encajonan leyes, avanzan con obras de maquillaje, acuerda sobreprecios, controla punteros y protege narcotraficantes. Son las alianzas que el macrismo teje con los partidos tradicionales del peronismo, el radicalismo y las fuerzas aliadas emergentes, para sancionar acuerdos como IRSA o el Plan Maestro de la Comuna 8.
Pero nada de eso importa. Porque el reclamo por la urbanización de Villa 31 y de todas las villas, la reivindicación del Padre Mugica como abanderado de los y las villeras, y de todos los mártires que dieron su vida, la lucha del pueblo por sus legítimos derechos, hoy, están más en pie que nunca.