Por Marco Teruggi*/ Foto: María Belén Agüero
Algunos análisis de derecha y de izquierda coinciden en un punto: el chavismo ya no tendría fuerzas para la batalla. El movimiento histórico sería una imagen despintada de lo que fue, con capacidad para unos últimos guantazos al aire en una pelea perdida, a punto de caer por nocau furioso o sobreacumulación de golpes. Así lo repiten desde hace varios años, cada vez más seguros, y de esa certeza desprenden conclusiones que escriben en artículos o proyectan en planes para el definitivo retorno al poder político.
La realidad en cambio, en los comicios electorales, les quita razón y capacidad política: el chavismo no solo tiene fuerzas, sino que logra victorias electorales inmensas. Este domingo fue una nueva prueba de eso, al quedar en sus manos 17 de las 22 gobernaciones en juego -todavía queda una por definirse. Un resultado contrario a los pronósticos repetidos por una oposición triunfalista, por los medios de comunicación dominantes que habían hecho un vacío alrededor de la contienda, y ahora no saben cómo explicar lo sucedido, salvo con la -predecible e insostenible- denuncia del fraude o no reconocimiento de los votos hasta el reconteo. ¿Dirán que hubo fraude allí donde perdieron y reconocerán los resultados donde ganaron?
El chavismo ganó entonces. La iniciativa política está de su lado: tiene la Asamblea Nacional Constituyente en ejercicio, con la legitimidad de origen de más de ocho millones de votos, y un mapa de gobernaciones a su favor. La derecha por su parte quedó fuertemente golpeada. Por un lado, el ala insurreccional/armada, centralmente Voluntad Popular (VP) y Primero Justicia (PJ), sumó su derrota de ayer a la de julio. VP queda sin gobernación, y PJ perdió Miranda, el estado gobernado por su principal dirigente, Capriles Radonski. En cuando a Acción Democrática, más propenso a una estrategia electoral, quedó con cuatro gobernaciones, sin pasar a ser una alternativa/amenaza al chavismo.
Significa que la derecha sufrió dos derrotas consecutivas en tres meses, sus dos alas quedaron mal heridas, y sus líderes demostraron no tener liderazgo. Su dependencia hacia los Estados Unidos y aliados, como la Unión Europea, se torna entonces mayor. Las señales desde allá se pusieron en marcha aún antes del domingo -¿ya anticipaban el resultado?- con la instalación del Tribunal Supremo de Justicia ilegal en la sede de la Organización de Estados Americanos. Es una certeza: el chavismo pelea contra los Estados Unidos. Si solo fuera un asunto nacional el adversario político sería pequeño, casi sin posibilidades.
Esto no significa subestimar las posibles reacciones que puedan desencadenarse desde dentro de Venezuela, articuladas a lo internacional. El mapa de las gobernaciones muestra que la derecha quedó con zonas estratégicas: fronterizas y petroleras. En un esquema de desgaste y asaltos, donde los ataques alternan entre la economía y la violencia política, esto puede indicar que en esos territorios y nudos económicos podrían profundizarse algunos de los golpes más fuertes. Es seguro que volverán a atacar, el conflicto alterna entre sus formas, nunca se detiene.
El chavismo por su parte queda con la ratificación de la iniciativa política en sus manos, y la urgencia de resolver la guerra/crisis económica. El resultado de ayer mostró que el tiempo de la política puede imponerse sobre el tiempo de la economía a la hora de votar, pero ese desgaste económico representa una erosión permanente en la vida de la gente de a pie, en las subjetividades, en la batalla cultural. Y así como la dirección ha ratificado la capacidad para resolver el conflicto político y llevarlo a los votos y no a la muerte, también ha dado señales de su dificultad severa de resolver esas necesidades económicas. ¿Es por un problema de modelo, de corrupción, de ataques internacionales? ¿Una mezcla de todo eso?
Ahí se debe poner la fuerza, la rectificación interna y las alianzas internacionales -esto último parece más avanzado, en particular con las alianzas rusas/chinas/indias. La mayoría de la población, así lo dicen los votos, quiere que sea este gobierno, este proyecto histórico, el que resuelva los problemas a los que se enfrenta el país. La derecha sigue sin poder construirse como una alternativa viable, como una propuesta de país creíble, una solución a las dificultades, producto de su propia incapacidad política, de leer a la sociedad venezolana, entender las razones del chavismo, los territorios y pasiones desde donde se gestó y se renueva este movimiento histórico.
Si se mide en plazos electorales no queda mucho tiempo. Las elecciones a alcaldes deberían ser dentro de poco, y las presidenciales en de un año. Con los resultados de las gobernaciones como indicativos, significa que el chavismo tiene posibilidades de mantenerse -la economía será clave- y la derecha se encuentro ante más incertidumbres que certezas. Esto podría traducirse en que intenten acelerar las acciones, sea para volver a intentar una salida por la fuerza, o para agudizar el desgaste sobre la población, el caso en la vida cotidiana. Uno de los planes de la derecha es empeorar el cuadro general para llegar a las contiendas electorales con el mayor desgaste posible, y traducir el descontento en votos. Hasta el momento solo funcionó en las elecciones legislativas del 2015 -no es la única explicación de aquellos resultados.
Como se sabe, las elecciones son un momento dentro del proyecto bolivariano, que se plantea construir el socialismo del siglo XXI -un horizonte borroso en esta etapa. Es decir que la revolución es más que las imprescindibles victorias en las urnas, es centralmente una construcción de poder popular territorial, económico, de una nueva institucionalidad comunal. Ahí debe volver a ponerse la mirada y articularlo junto con lo económico. El pueblo venezolano ha demostrado tener la capacidad para resistir las provocaciones armadas de la derecha, enfrentar el peso de la economía, y dar los primeros pasos para la sociedad por-venir. Radicalizar la democracia podría ser una de las tareas para esta etapa.
Venezuela, contra los pronósticos de quienes poetizan su caída -retomando la imagen escrita por José Martí-, está de pie y dio una lección histórica: se puede enfrentar esta nueva forma de guerra y ganar. Eso representa una victoria en lo subjetivo, un mensaje hacia fuera, una muestra más de que el legado de Hugo Chávez y el recorrido protagónico de la revolución se arraigaron en las profundidades del pueblo humilde, y desde esas zonas nace la fuerza en los momentos más difíciles.
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*Nota inicialmente publicada en Resumen Latinoamericano