Por Guillermo Cieza
La organización “Tradición, Familia y Propiedad” nació en 1960 en Brasil, inspirada en el libro “Revolución y Contrarrevolución” de Plinio Correa de Oliveira, que propuso un marco teórico, que bien puede asociarse a los principios del fascismo.
La actividad de los primeros grupos de la organización que se extendieron a Argentina y Chile, y después a otros países del continente, y también a España y Portugal, confirman esta orientación. En los distintos países las agrupaciones de Tradición, Familia y Propiedad fueron fundados por jóvenes católicos integrantes de las clases altas preocupados por las movilizaciones populares y lo cambios revolucionarios que se empezaron a producir a partir de la Revolución Rusa, extendiéndose a China, las revueltas anticoloniales en África y a nuestro continente impulsados por el ejemplo de la Revolución Cubana. Esos cambios, que estos jóvenes caracterizaban como “avance del peligro comunista” habían impactado en la Iglesia católica gobernada por el Papa progresista Juan XXIII, que había mostrado disposición a abrir el debate teológico, político y social, convocando al Concilio Ecuménico II.
Esta nueva secta, que se presentó como protagonistas de una Nueva Cruzada contra el comunismo internacional, hizo una interpretación particular de la Biblia y los evangelios, cuestionando en particular el décimo mandamiento “no matarás”, alegando que no podía interponerse a las decisiones divinas que ellos encarnaban e interpretaban. En el seno de la Iglesia se manifestaron como enemigos de toda iniciativa progresista y en particular de la Teología de la Liberación. Pero su actividad no se limitó al terreno eclesiástico. Tuvieron especial preocupación por influenciar las élites civiles y militares de sus respectivos países y de involucrar a jóvenes de clase media en la lucha contra “el comunismo”, justificando el asesinato político y la utilización de métodos aberrantes.
En la Argentina, Tradición, Familia y Propiedad fue fundada en 1964 por Cosme Beccar Varela y su órgano propagandístico fue la revista “Cruzada”. Este grupo estuvo desde el principio muy vinculado a la sucursal chilena que tempranamente se ocupó de conspirar contra el “peligro comunista”, representado por la Unidad Popular y el gobierno de Salvador Allende. De la misma manera que la sucursal TFP chilena cumplió un papel destacado en dar sustento ideológico, desde una perspectiva cristiana, a la dictadura de Pinochet, otro tanto ocurrió, aunque ha sido menos investigado y difundido con la sucursal argentina, con respecto a la dictadura de Videla en la Argentina.
En tiempos más recientes la sucursal colombiana de TFP, ha estado fuertemente vinculada a la formación ideológica y el financiamiento de los grupos paramilitares liderados por Álvaro Uribe.
Advierto que con estos antecedentes no resulta difícil identificar a las ideas y las prácticas de esta organización como fascistas o neo-nazis, y en consecuencia como expresiones políticas diferenciadas, opuestas y antagónicas a todo pensamiento o práctica que se identifica como “de izquierda” o “progresista”. La caracterización de antagonismo supone que ninguna diferencia entre fuerzas políticas populares, puede tener el peso suficiente para no defenderlas cuando se convierten en víctimas de estos grupos de inspiración fascista. Entre fuerzas populares se discute, al fascismo se lo combate.
Sin embargo también me parece necesario advertir que es mucho mas fácil hacer estas identificaciones y establecer estas distancias haciendo referencia a hechos del pasado, que cuando el fascismo está presente.
En la Argentina tenemos algunas experiencias que avalan el comentario anterior. En la década del setenta tuvimos distintas expresiones de la lucha popular en el seno de la izquierda, dentro y fuera del peronismo que compartían objetivos transformadores, pero también profundas diferencias políticas. En ese escenario, durante los últimos meses del gobierno de Perón y durante todo el periodo que gobernó Isabel Martínez, irrumpieron bandas fascistas paraestatales, denominada Alianza Anticomunista Argentina cuya cabeza visible era José López Rega. Esas fuerzas fascistas dejaron un saldo de 3000 militantes populares asesinados, que eran miembros de la iglesia progresista, diputados, militantes de organizaciones populares y activistas de base sindical o estudiantil sin militancia orgánica. Los crímenes de las 3A fueron repudiados por la casi totalidad de las fuerzas populares y de izquierda, pero hubo excepciones que sobreactuando sus diferencias con la práctica y la concepción política de algunas organizaciones con vocación revolucionaria, omitieron ese repudio o pusieron en el mismo plano las acciones terroristas de las 3A con las acciones militares de las organizaciones armadas de izquierda (teoría de lo dos demonios).
Cuando se produjo el golpe militar que instaló la dictadura genocida del 76, también hubo expresiones de izquierda que sobreactuando sus diferencias con las fuerzas populares y apelando a la teoría de “evitar males mayores”, apoyaron a Videla.
La reflexión viene a cuenta de hacer algunas consideraciones con respecto a los distintos posicionamientos que desde la izquierda y el progresismo se hacen frente a la situación de Venezuela.
Es indiscutible que los dos partidos políticos más influyentes en las últimas acciones de la oposición, denominadas ‘guarimbas’, que dejaron un saldo de más de 140 muertos, son Voluntad Popular y Primero Justicia, liderados por Leopoldo López y Henrique Capriles Radonski .
La filiación ideológica de estos partidos y estos líderes es inocultable, son grupos de ultraderecha de orientación fascista. Este no es pura especulación. En 1990, en el programa televisivo “A Puertas Cerradas”, Capriles y López se presentaron como dirigentes de Tradición, Familia y Propiedad. Sus seguidores se identifican como modernos Cruzados que luchan contra el comunismo, utilizan sus símbolos y han sido protagonistas de hazaña de quemar vivos a no menos de 19 personas. Lo de “quemar los cuerpos de los herejes”, es una práctica con antecedentes reconocibles, en la quema de las brujas en Europa por La Inquisición en Europa; de hechiceras o valientes guerreras, como Irupé, en Nuestramérica; con las prácticas del Ku Kus Clan, y también con quemar los cuerpos de los desaparecidos durante las dictaduras genocidas. Es inocultable también su vinculación con dirigentes de ultraderecha del Partido Republicano de Estados Unidos, como Marcos Rubio, que aportan a la financiación de los grupos operativos. Hay múltiples pruebas y testimonios que vincula la capacitación militar y el armamento de los grupos guarimberos a grupos militares y paramilitares colombianos que responden a Álvaro Uribe.
Con todas esas evidencias sobre la mesa, que cualquier grupo político medianamente informado no tendría que desconocer, resulta preocupante que todas las fuerzas de izquierda y progresistas del continente no expresen su repudio al fascismo, o peor aún, que pretendan explicar la violencia en Venezuela apelando a la teoría de los demonios, o mucho mas grave aún, que identifiquen el conflicto como la pugna entre una dictadura que gobierna y los defensores de la democracia que protestan.
La condena al fascismo y rechazar toda amenaza a una intervención extranjera instigada o ejecutada directamente por Estados Unidos, está por encima de cualquier otro debate político sobre los errores o aciertos del proceso bolivariano, y de distintas debates como por ejemplo si se trata de una revolución, o una experiencia que no supera el antiimperialismo, si su orientación es socialista o neo-desarrollista, o de posturas como las de afirmar que con Chávez el proceso bolivariano era prometedor, pero que con Maduro no es igual, etc. etc.
Para analizar esta cuestión desde una perspectiva histórica me parece conveniente apelar a la referencia del proceso de Paraguay en el siglo XIX, liderado en distintos periodos históricos por Gaspar Francia, Carlos María y Solano López, que fue aniquilado por la Guerra de la Triple Alianza. La agresión al proceso soberano de Paraguay por parte de una alianza de países vecinos, Argentina, Brasil y Uruguay, dejó como saldo la eliminación física de las cuatro quintas partes de la población masculina de ese país, y convirtió a la primera potencia económica y social de Sudamérica en el país mas atrasado, miserable y dependiente de la región.
Aún hoy se sigue discutiendo si la experiencia paraguaya fue o no una revolución, si fue una experiencia soberana burguesa paternalista o un capitalismo de Estado con fuerte protagonismo social. Lo que es seguro es que la experiencia paraguaya proponía por aquellos años un modelo distinto de país, constituía un “mal ejemplo” para los pueblos de la región, y que pagó su osadía con un genocidio inspirado por Gran Bretaña, la potencia imperial de la época. A 150 años de haberse producido el aniquilamiento del proyecto de Paraguay, ninguna fuerza de izquierda o progresista avala esa masacre. ¿Sucederá lo mismo con Venezuela, hostigada por el fascismo interno y amenazada por el gendarme del orden mundial capitalista? La historia nos juzgará por lo que dijimos e hicimos aquí y ahora, no por lo que diremos dentro de 150 años.
Los huevos de la serpiente del fascismo que se desarrollan en Venezuela, no son un fenómeno local o aislado; su discurso se reproduce en todo el continente. El pensamiento de que resulta inconcebible ser gobernados por un chofer de colectivos de tez oscura, tiene la misma filiación ideológica del pensamiento de quienes les parece insoportable ser gobernados por un originario. Los calificativos que propinan al pueblo trabajador son los mismos: vagos, planeros, negros, indios, enchufados, mujeres que paren hijos para cobrar subsidios, etc. Las soluciones también son idénticas: meterle plomo a los negros, nafta y fuego, matarlos de chiquitos para que no se reproduzcan.
Los estímulos para que se reproduzca la bestia del fascismo son diferentes en distintos países y también son diferentes las respuestas. En soledad, con más de 8 millones de votos, el pueblo venezolano (y no solo el pueblo chavista, porque hubo opositores que fueron a votar contra el terrorismo) ha empezado a poner en caja al fascismo. Pero la bestia existe y seguirá dando pelea en Venezuela y en todo el continente. Aunque estemos desprevenidos o hagamos como el avestruz. Identificar y denunciar a estos Nuevos Cruzados como la expresión evidente de un rebrote del fascismo en Nuestramérica, es actuar en defensa propia.