Por Fernando Romero Wimer
Miles de personas se movilizaron el jueves pasado en las calles de Puerto Príncipe contra los resultados preliminares de las elecciones presidenciales realizadas el 20 de noviembre. Los manifestantes califican este proceso como un “golpe de Estado electoral”. Un recorrido por la historia haitiana reciente sirve para entender su estructuración dependiente y su fuerte sujeción a los intereses estadounidenses.
Haití como punto estratégico y laboratorio de la dominación imperialista
En las elecciones generales celebradas el 16 diciembre de 1990, las primeras reconocidas como no fraudulentas en la historia del país, Jean Bertrand Aristide fue elegido con el 67% de los votos y asumió la presidencia en febrero de 1991. Aristide enfrentó numerosas obstáculos para concretar las reformas prometidas durante la campaña. Su gobierno contó con la oposición abierta de los militares frente a los planes de creación de una fuerza policial independiente y a una revisión más severa sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la larga dictadura de François Duvalier (1957-1971) y Jean-Claude Duvalier (1971-1986) y los ocurridos con el régimen de los generales que les sucedieron. Al mismo tiempo, el empresariado estaba disgustado con sus propuestas de incremento del salario mínimo.
Tampoco en el llano externo contó con apoyos. Estados Unidos no coincidía con su perfil de reformista político y social y sus críticas al trato estadounidense de los refugiados haitianos.
En septiembre de 1991, se produjo un golpe de Estado encabezado por el general Raoul Cedrás. Aristide –en un escenario Post-Guerra Fría- contaría con apoyó internacional para recobrar el poder, fundamentalmente de la iniciativa diplomática interestatal encabezada por Canadá, Francia, Estados Unidos y Venezuela que ejerció presión para el restablecimiento de la democracia en el país.
La reunión de ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos (OEA) condenó el golpe y recomendó el empleo de sanciones económicas y diplomáticas contra Haití. Mientras tanto, Cedrás se mantuvo como el hombre fuerte del país hasta 1994, imponiendo presidentes provisionales que manejaba a voluntad. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por pedido de Aristide, consignó unos observadores a Haití para monitorear y notificar sobre las violaciones de los derechos humanos.
La administración de George H. Bush (1989-1993), a través de la actuación de la OEA en los asuntos haitianos, consiguió no involucrarse directamente en la crisis. En este contexto, la OEA incrementó las medidas coercitivas contra el régimen de Cedrás.
Sin embargo, hacia fines de 1992, ninguna de las sanciones de la OEA había obtenido resultados aceptables. Durante la primera presidencia de Bill Clinton (1993-1997) se transfirió del caso haitiano de la OEA al Consejo de Seguridad (CS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Frente a la negativa de negociar de las autoridades haitianas, el CS impuso un embargo petrolero y de armas al país.
Estas últimas coerciones consiguieron que el régimen cediera, aceptándose la restauración del gobierno constitucional. Además, se convino el establecimiento de la Misión de las Naciones Unidas en Haití (UNMIH) para colaborar en la modernización de las fuerzas armadas y la instauración de una nueva fuerza policial.
En septiembre de 1994 se inició la intervención militar de Estados Unidos y la ONU en Haití, que permitió la entrega del gobierno a Aristide para que culminara su mandato presidencial.
En 1996, Aristide fue sucedido por uno de sus colaboradores: René Préval. Sin embargo, Préval adoptó reformas neoliberales y privatizó empresas estatales.
En 2001, las elecciones llevaron Aristide a retornar a la presidencia del país. Por entonces, el nuevo presidente orientó su política exterior hacia la confluencia con Cuba y a la Venezuela presidida por Hugo Chávez. Estos realineamientos disgustaron a los Estados Unidos y estimularon a los grupos de oposición a adoptar posiciones más radicales contra el gobierno y al surgimiento de grupos armados. En febrero de 2004, un nuevo levantamiento de militantes opositores consumó el golpe de Estado, llevando a Aristide al exilio.
En todo este proceso vale considerar que, más allá de las argumentaciones diplomáticas estadunidenses a favor de las libertades democráticas, la historia reciente de la nación caribeña demuestra que el interés de la potencia norteamericana está vinculado a: establecer reservas de recursos estratégicos (fundamentalmente petróleo pero también otros depósitos minerales); definir actividades de reconstrucción al servicio del imperialismo; disuadir la nutrida emigración de Haití hacia los Estados Unidos; establecer maquilas para aprovechar la fuerza de trabajo barata y los menores costos de producción; convertir a Haití en un punto geoestratégico sobre el cual poder operar fuerzas militares y de inteligencia contra el gobierno cubano y el movimiento bolivariano de Venezuela; y convertir a Haití en un campo de pruebas de diferentes modalidades de intervención y desestabilización interna de los países dependientes.
Entre terremotos, huracanes y un futuro político incierto
Luego del derrocamiento de Aristide, la presidencia interina fue ejercida por Boniface Alexandre, por entonces presidente del Tribunal Supremo de Justicia hasta mayo de 2006. Paralelamente, en 2004 Haití fue azotada por una tormenta, otras dos tormentas en 2007, y cuatro huracanes en 2008; en todas las ocasiones el país sufrió miles de muertos y damnificados.
Durante el gobierno de Alexandre fue solicitada una nueva intervención de la ONU. Así, en 2004, fueron creadas las fuerzas de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), liderada por militares y policías brasileños acompañados por fuerzas de otros países. Con los años, esta misión ha sido acusada de reprimir en barriadas populares, violaciones sexuales y de la introducción del cólera.
En febrero de 2006, René Préval ganó nuevamente las elecciones. Durante el segundo gobierno de Préval, el país fue arrasado por un terremoto el 12 de enero de 2010. Como consecuencia murieron unos 220 mil haitianos y miles de personas quedaron heridas y discapacitadas.
Apenas una semana después, Haití constituyó el escenario de una intervención directa de la Cuarta Flota de los Estados Unidos. Se desplazó un portaaviones, aviones, dos buques anfibios, 23 navíos y otros artefactos bélicos. Así mismo, desembarcaron unos 16 mil soldados –incluida la 82° División Aerotransportada- que ocuparon el aeropuerto de Puerto Príncipe y tomaron el control de las pocas edificaciones públicas que sobrevivieron al terremoto.
En 2011, sobre el final de la administración de Préval, se admitió el regreso de Aristide, quien volvió al país en el mes de marzo. En el mismo año, luego de controvertidas contiendas electorales, llegó a la presidencia Michel Martelly, quien gobernó por decreto y no realizó ningún tipo de elecciones durante sus años de mandato (salvo las organizadas para su sucesión). En 2015, la crítica situación interna –un 70% de desocupación, aumento exponencial del número de emigrantes, denuncias de corrupción gubernamental e irregularidades en los comicios en primera vuelta de ese mismo año- derivó en la suspensión del ballotage. Martelly dejó el gobierno en febrero de 2016 sin sucesor electo y asumió interinamente el senador Jocelerme Privert.
El 20 de noviembre de 2016 –precedidos por el paso devastador del huracán Matthew – fueron realizados nuevos comicios presidenciales y legislativos, estimándose una participación de apenas el 21% de los electores. Los resultados preliminares divulgados por el Consejo Electoral Provisional (CEP) dieron ganador a Jovenel Moïse –el candidato apoyado por Martelly- del Parti Haïtien Tèt Kale (PHTK) con el 55,7% de los votos, seguido de Jude Celestin de la Ligue Alternative pour le Progres et L’Emancipation Haitienne (LAPEH) con el 19,5%, Jean Charles Moïse de la plataforma Pitit Dessalines con el 11% y Maryse Narcisse del partido Fanmi Lavalas con el 9%. Sin embargo, la oposición ha denunciado irregularidades y ha llamado a desconocer los resultados.
Fundamentalmente, los militantes y simpatizantes de las fuerzas de centro-izquierda Pitit Dessalines y Fanmi Lavalas ganaron las calles de Puerto Príncipe en señal de repudio a los resultados comunicados por el CEP y a lo que consideran un fraude masivo.
La publicación de los resultados definitivos está prevista para el próximo 29 de diciembre. Si los resultados de los comicios son confirmados por la CEP, el futuro gobierno de Haití se enfrentaría a serios problemas de legitimidad en un escenario en el que la MINUSTAH se mantiene como verdadera fuerza de ocupación (aun cuando está anunciada su gradual retirada). Por lo tanto, se presagia una sacudida superlativa del escenario político y social con aún más violentas confrontaciones.