Por Lucía Ostrower, Edgar Juncker y Francisco Longa. En la entrega anterior, pusimos la mirada sobre los conflictos por la especulación inmobiliaria. La contracara de estas iniciativas, en lo que refiere a la situación ambiental, es un deterioro creciente del medio ambiente.
En los últimos años se han hecho visibles una cantidad de conflictos ambientales en el cordón norte del conurbano bonaerense, que fueron desatados por obras llevadas a cabo por los municipios y privados, tal es el caso del Vial Costero en Vicente López, el Bosque Alegre en San Isidro, el CEAMSE en Torcuato (Tigre), la contaminación de la cuenca del Río de La Plata, y el avance de las construcciones privadas sobre humedales y sitios arqueológicos en Tigre. Estos conflictos generaron la reacción de las poblaciones locales, que en todos los casos reclaman no haber sido consultadas sobre las obras, como lo establece el artículo N°20 de la Ley General de Ambiente N° 25675, y ser las principales víctimas de la contaminación, la quita de espacios verdes públicos y las inundaciones.
Vicente López y la costa de cemento
En entregas anteriores, hemos puesto el foco en el proyecto del Vial Costero de Vicente López. Las obras del Vial, que comenzaron en 2005 bajo la intendencia de Enrique García y continúan hoy bajo la gestión Macri, consisten en una autovía que tiene por objetivo conectar el partido de San Isidro con Capital Federal, con un costo de más 50 millones de pesos, a cargo del municipio de Vicente López y de la provincia de Buenos Aires.
Según Alejandro, miembro la asamblea Unidos por el Río y la Asociación Vecinos en Defensa de Vicente López, que vienen realizando denuncias, movilizaciones y acciones a favor de los espacios verdes del municipio, “no se han hecho los estudios de impacto ambiental correspondientes que tienen que ver con la humedad del suelo, porque las napas subterráneas pasan a un metro y estamos a 500 metros de la costa”, lo que provocaría problemas por el contacto de la electricidad con la humedad.
Otro de los problemas ambientales que denuncian desde las organizaciones de vecinos es que con estas construcciones queda menos superficie absorbente, lo que le quita fluidez a las napas ante las inundaciones. Para Enrique Viale, miembro de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, “se cementarán al menos 75.000 metros cuadrados de suelo que actualmente forman parte de un paseo costero público, y que se restaría al terreno permeable que mitiga y demora los efectos de las inundaciones, proceso que se agravaría a futuro con la posible pérdida de las canchas de los clubes costeros y el aumento de las playas de estacionamiento para los 28.000 vehículos finales”. Por el contrario, el ex intendente García, afirmó que “el distrito tendrá 4.300 metros más de espacios verdes” y que “se les va a dejar esas tierras a los clubes siempre y cuando las usen para actos deportivos”.
Los vecinos del municipio que se oponen al vial plantean como principales críticas la no convocatoria a una audiencia pública y la falta de realización de un Estudio de Impacto Ambiental integral del proyecto en su totalidad, así como el perjuicio a la calidad de vida y al espacio verde.
El bosque quiere seguir alegre
Al igual que sucedió en Vicente López, los vecinos de San Isidro se encontraron en 2011 con tareas de desmonte en un predio público del municipio denominado “Bosque Alegre”. Esta zona tiene 29.000 metros cuadrados de superficie y es uno de los pocos sitios verdes densamente arbolados que existen en la costa de San Isidro, con un frente rivereño de 150 metros. Conserva tres de los ambientes naturales originales de la ribera platense: la playa y el juncal, el matorral ribereño, y el bosque de albardó. Según el ambientalista Ricardo Barbieri, “la costa del llamado Bosque Alegre se encuentra en su estado natural, por lo cual presta servicios ambientales como la retención del agua de lluvia que alimenta a las napas, la depuración de las aguas contaminadas gracias a las macrofitas asociadas a la costa (Juncos, Totoras, etc.), la retención de suelos en zona de crecidas, alberga poblaciones de animales controladoras de fauna nociva y es un sitio de reproducción para aves, peces y anfibios, entre otros muchos roles”.
No obstante, el 2011 el municipio de San Isidro le cedió el uso del bosque al tradicional Club Atlético San Isidro (CASI) por 20 años para realizar sus prácticas deportivas; como era de esperarse, lo primero que hizo el club fue desmontar y rellenar el bosque dejándolo apto para las prácticas, principalmente de rugby. La respuesta de los vecinos no se hizo esperar y comenzaron a organizarse. Desde la Asociación Ribera Norte denunciaron la tala y el desmonte indiscriminado por parte del personal del club, quien a su vez se defendió por medio de una carta en la cual aclaran que solamente realizaron tareas de “desmalezamiento y limpieza”. De esta forma, un grupo de vecinos dio origen a la Asamblea Bosque Alegre, que semana tras semana fueron haciendo reuniones y organizando diversas actividades de difusión y de protesta en defensa de este espacio público. El conflicto tuvo su pico de tensión en abril de 2012, cuando las fuerzas policiales del municipio y de la provincia reprimieron brutalmente a los vecinos que se apostaban en el bosque para evitar que los desalojen y continúe el desmonte. El saldo fueron varios pobladores heridos y tres miembros de la asamblea detenidos.
En noviembre de ese mismo año, gracias a la organización vecinal se logró derogar la cesión de tierras al CASI. Sin embargo, justamente hace unos días, la Asamblea Bosque Alegre envió una carta denunciando que el club volvió a aparecer en escena haciendo uso del predio para sus prácticas deportivas y dejando personal privado de seguridad para evitar el ingreso del público en general. Esta situación motivó un pedido de informe del concejal del Partido Justicialista (PJ), Fabián Brest, para que el municipio aclare la situación del Bosque Alegre. Al parecer, la resistencia de los vecinos, que dio sus frutos en el bosque, sigue estando a la orden del día.