Diego llegó a La Plata y dio vuelta todo. Venta de camisetas a lo pavote, socios que pagan seis meses de deuda y gente que hace fila desde la madrugada para asociarse por primera vez, siendo o no hincha del club. No es la primera vez que Diego se pone a la par de causas aparentemente perdidas. Un repaso por las jugadas del diez afuera de la cancha.
Por Juan Stanisci*
El tipo es de esos pocos que camine por donde camine lo van a reconocer. Es también de esos pocos que podría hacer la plancha el resto de su vida y siempre tendría un plato de comida en la mesa. El tipo no necesita arriesgarse, jugarse por nada ni por nadie o andar metiéndose en quilombos que no son suyos.
Así y todo, un frío jueves de noviembre, allá por el año 2005, el tipo llegó a la estación Constitución. Esa misma que años atrás lo llevaba a la estación Lanús para tomarse el 283 o el 405 que lo acercaba a sus pagos de Villa Fiorito. Llegó a la estación de Constitución esa fría noche de jueves. Un jueves tres de noviembre del año 2005. Como siempre lo esperaban flashes como luciérnagas mutantes y un millón de micrófonos esperando captar alguna frase o palabra que llene los noticieros del día siguiente. La frase de Diego fue esta: “Hoy el tipo llegó y saludó con la mano… ¡y no había nadie! Bush es el hombre que saluda a la nada”.
El tren del ALBA fue idea de Miguel Bonasso. El objetivo era llenar los vagones de El Marplatense de artistas, políticos, dirigentes sociales y periodistas, para ir a la contra cumbre que se iba a desarrollar a la par de la Cumbre de las Américas en Mar del Plata. El invitado de honor en la cumbre fue Bush, que como dijo Diego no fue recibido por nadie. Lo único que genero George W. fue la paralización total de Mar del Plata durante una semana. Y además una derrota histórica que quedará en el recuerdo de las relaciones internacionales entre Estados Unidos y América Latina.
Pero volvamos al tren. Cuando Bonasso pensó en los vagones llenos de gente nunca imaginó un deportista. O un ex futbolista. Y menos aun que aquella persona que antes se dedicaba a patear pelotas fuera a ser la principal atracción del tren del ALBA. O que el ex futbolista trajera a un reconocido cineasta balcánico con él. Muchas cosas se deben haber escapado de la imaginación de Bonasso, pero quizás la más significativa es que el tren saldría con retraso porque Diego Armando Maradona estaba por subir en él, pero los periodistas no podían organizarse para una improvisada conferencia de prensa en el hall de Constitución. Cuando más o menos se ordenaron el eterno Diez clavó al angulo estas otras palabras: “Nos desprecia. Es una basura humana. Estoy acá para defender la dignidad argentina. Que sepa que no lo necesitamos, que no le damos la bienvenida, que no lo queremos”.
Cuando Diego decidió subirse al tren junto Juanse, Teresa Parodí, Luís D’Elia y Evo Morales, entre muchos otros, la unidad latinoamericana era todavía una utopía. Diego se subía al tren de la esperanza, nunca de la victoria asegurada. Esa esperanza se concretaría pocos años después con los triunfos de Evo y Rafael Correa en sus respectivos países.
18 años antes Maradona fue a conocer a quien sería uno de sus mejores amigos por el resto de los días: Fidel Castro. Los últimos años de la década del ’80 no venían siendo fáciles para Cuba ya que los problemas internos que la Unión Soviética estaba teniendo, y que terminarían con ella pocos años después, repercutían fuertemente en la Isla. No eran días fáciles para ir a visitar (y mostrarse apoyando) un país que era foco de las peores críticas en Occidente desde hacía treinta años. Como bien sabemos, los medios de comunicación hegemónicos, de todo Occidente, no perdonan las crisis económicas que sufren los gobiernos populares y por lo tanto sus pueblos. Es el momento que aprovechan para golpear a más no poder. Ese momento elige Diego para fotografiarse y comenzar su relación con Fidel. Como dijo el periodista Alejandro Wall, “es como si Diego siempre quisiera empezar desde Fiorito”.
Diego necesita pararse del lado de los débiles y humildes. Eso es lo que lo hace Diego. Pudiendo disfrutar lo que le dio el fútbol en un rincón de Emiratos Árabes, él vuelve una y otra vez a pararse al lado de los más necesitados. Ya en un plano futbolístico, ¿quién está más necesitado hoy en el fútbol masculino de primera división en Argentina que Gimnasia y Esgrima de La Plata?
Último en la tabla de los promedios. Último en la tabla del campeonato recién comenzado. Un plantel con nombres poco atractivos desde lo futbolístico. Todo para perder y poco para ganar. Diego vuelve a la dirección técnica en Argentina haciéndose cargo del peor equipo en términos numéricos. Como si esto fuera poco, como destacó nuestro compañero Lucas Jiménez, en plena crisis económica, donde todos los clubes sufren grandes mermas en entradas y socios, el primer día de la llegada de Diego a Gimnasia la sede social del club no dio abasto con la cantidad de gente que fue a asociarse. Así como en el tren marplatense en 2005 o en Cuba en 1987: una verdadera revolución maradoniana en el bosque platense.
*Publicado originalmente en Lástima a nadie, maestro