Compartimos el testimonio de Oscar Alfaro, sobreviviente de “La noche del Apagón”, operativo represivo montado en 1976 en el Departamento de Ledesma, provincia de Jujuy. También hacemos un breve repaso del Ingenio Ledesma, el gigante azucarero del NOA cuyo directorio está involucrado en delitos de lesa humanidad.
Por Luz Ailín Báez | Foto de Colectiva Fotografía a Pedal
“El 19 a la noche se hace una vigilia esperando el 20. A esa vigilia llega gente de todo el país, hay diferentes actividades. Pero el 19 de julio a las 12 de la noche no había pasado en Libertador, porque el primer apagón fue en la noche del 20”. Con esas palabras iniciaba su relato Oscar Alfaro, sobreviviente de la “Noche del Apagón”, la operación represiva que sucedió entre el 20 y el 27 de julio de 1976 en las localidades de Calilegua, Libertador General San Martín y El Talar, en la que fueron secuestradas alrededor de 400 personas. 33 siguen desaparecidas.
“Terminamos de cenar, eran las 22.30. Estábamos viendo la tele, cuando de repente escuchamos unos golpes en la puerta, que deben haber sido unas patadas porque la puerta se abre de par en par. Nosotros estábamos en la galería y desde ahí vemos que entran uniformados con armas. Yo instintivamente quiero irme para el fondo, pero en el fondo ya había uniformados con armas largas, estábamos rodeados. Hasta ahí estaban todas las luces prendidas. Era una especie de allanamiento, yo estaba con mis hermanos, mi padre, mi madre. Entraron repartiendo golpes a todos, de manera indiscriminada, con malos tratos, insultos, entrando como bestias a los cuartos. Nos preguntaban ‘¿Dónde están las armas de este hijo de puta?’. Mi madre tratando de cuidar a mi hermano menor, mis dos padres siendo golpeados en el piso…”.
Oscar tenía 21 años y sus hermanos 23 y 14. El tono pausado y sereno de Oscar, jujeño de 65 años, contrasta con los hechos que narra que nos llevan a aquella noche donde inició el operativo:
“En ese momento estaba trabajando como maestro, era recibido de la escuela Normal de Libertador. Estuve estudiando en Tucumán, pero allá por la actividad política y estudiantil que hacía era buscado, perseguido y tuve que venirme a Ledesma. A mi hermano Luis (el mayor), a mí y a 5 compañeros ya nos habían detenido en junio del ‘76 en un operativo del Ejército. En ese momento, por todo lo que pasé, tenía la idea de que ya no iba a volver a mi casa. Mi idea era irme del país, lo quería convencer a mi hermano y a mi compañera para irnos, como estaban haciendo muchos compañeros hacia Venezuela o México, pero no pude convencerlos. Ahí justo sucede lo del 20 de julio”.
Oscar se la veía venir. Militaba en el centro de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de Tucumán. “Ahí ya sabíamos de compañeros que empezaban a desaparecer desde el 75. A mí me fueron a buscar dos veces, dos veces estuve detenido. Ahí ya mi seguridad era insostenible”.
Por eso, decidió volverse a Ledesma. En el pueblo ya se sabía la militancia que tenía dentro del Partido Socialista. “Teníamos gente trabajando en los sindicatos, compañeros que iban y venían a mi casa, yo hablaba con trabajadores del Ingenio Ledesma. Cuando a mi me sacan de mi casa, me suben a una camioneta con el logo del Ingenio Ledesma. Además, venían acompañando otros autos. Es más, la persona que estaba a cargo del operativo es uno de los que me había detenido en junio. Mi madre insistía en que no me lleven pero él la calmaba diciéndole ‘va a la comisaría y ya lo traemos de regreso’. Lo último que veo es el logo de la camioneta, porque ni bien me sacan me pegan un culatazo en la cabeza y caigo de bruces y me tiran adentro”.
“Esto no era al azar, no eran dos o tres loquitos que andaban combatiendo comunistas. Fue un plan sistemático, el terrorismo de Estado fue algo sistemático. La prueba es que cuando me llevan van parando y subiendo a otras personas en el camino, como a Johnny Vargas Orozco. En ese momento yo no sabían quiénes eran, estaba vendado, estaba siendo golpeado. Yo pensaba que iba a ir para Jujuy pero pegó la vuelta para el Ingenio. Paramos en la comisaría del Ingenio. En ese momento el pueblo pertenecía a la empresa. Cuando para la camioneta, me bajan y escucho que dicen ‘a esos hijos de puta llévenlos abajo’. Ya tenían una lista, ya sabían quién era quién y qué iba a hacer con cada uno. Eso es terrorismo de Estado, eso estaba planificado. Me llevaron al destacamento de la gendarmería nacional”.
La participación civil-empresarial en la dictadura
“El pueblo pertenecía a la empresa”, dijo Alfaro. Repasemos un poco la historia del Grupo Ledesma:
En 1911, el Ingenio que desde 1908 se llamaba “Compañía Azucarera Ledesma”, fue comprado por el ingeniero alemán Enrique Wollmann. Él tuvo una sola hija, Paullette, que se casó con el ingeniero Herminio Arrieta. Luego del fallecimiento de Wollmann, Herminio Arrieta se hizo cargo del Ingenio, en 1928. El nombre de Carlos Pedro Blaquier, esposo de Nelly Arrieta, hija de Herminio, aparece ligado a la empresa recién en 1970, al llegar a la presidencia del Ingenio ese año, después de la muerte de su suegro.
El Grupo Ledesma detalla en su web, el Código de Ética mediante el cual se rigen:
“Somos respetados por la forma en que hacemos negocios, por nuestros esquemas de producción, por la manera en que pensamos y actuamos. Contamos con un renombre que nos enorgullece como organización. Nuestro liderazgo se basa en nuestra Cultura de Empresa. Nuestros Principios y Valores definen nuestra filosofía y son los pilares de nuestro accionar empresario, ellos se anteponen a cualquier acción y prevalecen en todo momento”.
Principios y valores que se tornan dudosos al observar sus orígenes. Según Viviana Conti, investigadora del CONICET por la Universidad de Jujuy, en su investigación titulada Mano de obra indígena en los ingenios de Jujuy a principios de siglo, ya en las primeras décadas del siglo XX los empresarios jujeños de la caña de azúcar se apoyaron en el sometimiento de los pueblos originarios para lograr un rápido crecimiento, más allá de los inconvenientes suscitados por la Primera Guerra Mundial.
El panorama para sus trabajadores y trabajadoras no ha cambiado mucho desde ese entonces: Según información oficial de la empresa, actualmente el Grupo Ledesma emplea a “cerca de 7.000 personas que en su mayoría trabajan en Jujuy, provincia en la que nació Ledesma y donde tenemos 40.000 hectáreas destinadas a la cosecha de nuestra principal materia prima: la caña de azúcar”. A pesar del 40% de desocupación de dicha provincia que señala el INDEC, la empresa declaró, en 2018, ganancias por 277 millones de pesos en la zafra e invirtió 8 millones de dólares en la ampliación de la planta de jugo y una máquina para la extracción de aceites esenciales. En 2019 invirtió 12.500 millones de dólares en equipamiento del campo e infraestructura de la fábrica azucarera, y en el 2020 tenía prevista una inversión de 4 millones de dólares más en tecnificación de la fábrica de papel para exportación a Estados Unidos y Europa. Un dato no menor es que la empresa, propiedad de la familia Blaquier, no tributa ni un solo peso en la Municipalidad de Libertador, donde se encuentra emplazado su complejo agroindustrial.
Pero volvamos al relato de Oscar. Habían pasado varias horas desde su detención violenta:
“Ya había sucedido el primer apagón y empieza a llegar un montón de gente detenida. Escucho que golpean gente de un lado, de otro lado. De la casa nos sacan a mí y a mi hermano Luis, pero cuando nos sacan de la gendarmería ya había gente esperándonos en las camionetas, en los camiones, con listas, con nombres. De ahí nos llevan directamente a Guerrero, al Centro Clandestino de Detención y Exterminio Guerrero. Cuando nos sacan de Guerrero nos llevan a Gorriti, que para nosotros era el paraíso comparado con lo que vivimos ahí. De ahí nos llevan a la Unidad 9 de La Plata en un avión Hércules”. Los mismos utilizados durante los vuelos de la muerte.
Recién en ese momento su padre pudo contactar a Amnistía y la Cruz Roja. “Ellos nos toman como refugiados, lo cual para mí fue como tener la mitad de mi vida garantizada porque estaba blanqueado”, relata Oscar.
“A mi hermano lo liberan primero pero yo seguía detenido. Un mes antes de salir me llevan a distintos lugares que yo no sabía donde eran, te agarraban, te sacaban, te hacían simulacros de ejecución. Luego hablando con compañeros me doy cuenta que estuve en algunos centros clandestinos, como Devoto. Mi último lugar es la central de policía. Ahí estuve 4 o 5 días y de ahí salgo con todos los papeles directamente al avión. Recién en el avión me sacan las esposas. Esto era julio de 1978.
Oscar y su hermano pudieron reencontrarse en Noruega, único país que les dio asilo político. Alfaro vivió exiliado hasta 1990, año en que regresó a la Argentina. A partir de ese momento comenzó su militancia en Madres Jujuy y en Familiares de Detenidos y Desaparecidos.
-—En 2012 decías: “La Justicia es lenta pero llega. A nosotros nos tardó bastante pero pareciera que llegó. Hay policías presos y ahora estamos con las indagatorias a Lemos y Blaquier”. Dos años después, Carlos Pedro Blaquier, dueño del ingenio Ledesma y su ex administrador Alberto Lemos fueron procesados por delitos de lesa humanidad. Al año siguiente, Blaquier quedó desvinculado por “falta de mérito”, según la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal. ¿Seguís pensando igual?
—Nosotros militamos por Memoria, Verdad y Justicia. Dentro de Verdad está el involucramiento de la pata empresarial. Cuando yo estaba detenido, era gente de la empresa quienes recibían los reclamos de mi padre y mi madre, de la gente que pedía por sus hijos detenidos. Eran ellos los que decidían si salían o no salían. El Ingenio Ledesma era la empresa que estaba en medio de toda esta represión, fueron parte de esto. Tenían las listas, tenían los nombres, van a la comisaría y a la gendarmería que están dentro de ellos, algunos compañeros estuvieron detenidos dentro del Ingenio. La complicidad empresarial no me convence a mí, más que complicidad fueron parte muy activa. Incluso desde antes. Ahora se está llevando adelante el juicio. La causa lleva el nombre de Burgos, porque era el nombre de la primera carpeta, nosotros la llamamos Causa Blaquier o Noche del Apagón. Ahí fue la primera vez que di mi testimonio en juicio. Como militante de madres y familiares, estamos haciendo juicios a todos, a partir de 2003, 2004 empezamos a acelerar todo. Desde el primer momento empezamos a visibilizar la empresa Ledesma como parte activa de la represión. En el 2015 armamos una carpa en Buenos Aires, frente a Tribunales, reclamando el juzgamiento de los empresarios. Tuvimos el apoyo de todos los organismos del NOA, de Buenos Aires, pidiendo que se aceleren los juicios y que no haya impunidad para la empresa Ledesma. Cuando tuve la posibilidad de dar testimonio lo dije. Nuestro trabajo no es solo la justicia sino la conciencia, que la gente los condene.
—Los Blaquier hoy vuelven a ser noticia porque exponen a los empleados del Ingenio a la pandemia sin tomar los recaudos necesarios.
—Los hechos históricos más sobresalientes son los que marcan aprendizajes en la sociedad. Cuando nosotros juzgamos a los genocidas es para que al próximo que se le ocurra hacer lo mismo lo piense dos veces. Cuando ahora algún militar esté pensando en dar un golpe, va a pensar en que lo pueden juzgar y condenar. Ese aprendizaje es el que va marcando los hechos históricos, el avance social, las conquistas democráticas. El Nunca Más por el que nosotros peleamos tiene ese sentido de decir “esto no tiene que pasar nunca más”. Porque la mentalidad que ellos tienen es muy difícil cambiarla, se creen dueños de la vida, de las personas. Tuvimos gobiernos que hambrean a la gente, quitaron hospitales, escuelas. Que la gente muera de hambre no les pesa. Yo no era una luz, no tenía una ideología muy marcada. En la militancia de los 70 éramos compañeros que teníamos un poquito de sensibilidad y que veíamos que había gente que moría desnutrida. En Ledesma cuando tenía 16 o 17 años, había capataces que con caballo y látigo hacían trabajar a la gente. Eso es lo que te lleva a reaccionar, a pensar que esto no puede pasar, pero esa mentalidad medieval, esa mentalidad de la oligarquía sigue siendo la misma. A Ledesma no le valen los trabajadores, nunca le valieron, incluso antes los trataban como esclavos. Ahora sigue siendo lo mismo, solo que ahora sus esclavos tienen plasma, tienen celulares y quizá alguno tenga un autito o una moto, pero la visión que tienen es la misma, ellos solo quieren ganar, ganar y ganar. Y si para hacer eso tienen que dar golpes y desaparecer gente lo hacen, cuando se les da la oportunidad lo hacen. Y ahora si se contagian no les importa, les importa seguir vendiendo, seguir ganando.