Un manifiesto colectivo para pensar cómo recuperar la soberanía popular en tiempos de individualismo y desesperanza. Vuelve Marcha, al lugar de donde nunca nos fuimos.
Por Colectivo Editorial Marcha
¿Cómo apelar a la memoria cuando quienes detentan el poder del Estado pretenden eliminarnos a través del uso privativo del lenguaje? ¿Cómo revitalizar la creatividad popular cuando los métodos piqueteros y las herramientas gremiales son -solo- criminalizados?
Es que, y si es fascismo: ¿cómo se cuenta desde un medio feminista y popular? ¿A través de una nota, una entrevista? ¿A quién? ¿Tal vez un meme? ¿Cómo vencemos las barreras de la difusión algorítmica para explicarle a nuestros pares que un día no estaremos más porque la materialidad de la vida es más frágil que la democracia? ¿Cómo retomamos los caminos genealógicos para luchar hasta que todes seamos -verdaderamente- libres?
¿Cómo volver a creer en el pilar editorial de todas las coberturas periodísticas que llevamos adelante en la región en los últimos años tras la derrota argentina?: la soberanía popular. ¿Cómo reconstruir los lazos de solidaridad para volver a contar que las pibas siguen sufriendo por el abuso del poder patriarcal? ¿O que el Estado aún le debe a las travas una reparación histórica por haber sobrevivido a la sistemática exclusión heteronormativa?
Sin embargo, Marcha es medio y refugio. Un espacio digital pero también una comunidad. Nacimos al calor de las luchas piqueteras en el Puente Pueyrredón. Somos hijos, hijas e hijes de la rebelión popular del 2001. Integramos las asambleas de mujeres piqueteras y llevamos su mirada a los espacios del feminismo hegemónico. Nos centramos en las experiencias de los feminismos populares, comunitarios y colectivos donde el relato se cuenta en plural.
Caminamos por las huellas y comunicamos las voces que estallaron en el primer Ni Una Menos, nos convertimos en marea para impulsar el derecho a la libertad sobre nuestros cuerpos a través de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto. Rompimos las fronteras físicas impuestas y seguimos, del golpe de Estado en Bolivia hasta las rebeliones en Chile; elecciones, plebiscitos y paros desde Guatemala hasta Colombia. Cubrimos y acompañamos los conflictos políticos y las rebeldías de los pueblos del Abya Yala y lo hicimos junto a nuestros medios amigos de la región.
Aunque nunca nos fuimos, Marcha vuelve. Venimos desde muy lejos como para decir adiós. Nos permitimos la pausa en el camino, los silencios y la quietud también. Estamos en movimiento, colectivo y en red, como una declaración de principios frente al ilusionismo individualista del mercado que no tiene nada que ver con la libertad. Por eso, en estos tiempos donde la primera persona, las selfies y los discursos autorreferenciales son la norma, volvemos a firmar en colectivo. Afirmar en colectivo. Como una estrategia de cuidados pero también, y sobre todo, como una decisión política.
Acá estamos. Es cierto que continuamos en las calles, en las narrativas y las redes por todas nuestras libertades, pero también sabemos que no es suficiente. No podemos (no queremos) seguir naturalizando la narrativa del miedo como la única forma de comunicar el horror. Esos largos comunicados que ya no pasan por los corazones hambreados de nuestros pueblos. Relatos de primeras personas despersonalizadas.
Necesitamos de esa otra narrativa vital que está siendo, una reflexión que ponga a la vida en el centro: esto es, también, con el cuidado de nuestros cuerpos territorios, nuestros placeres y lo que nos queda de salud mental. Queremos reconstruir y crear relatos que enamoren, que acompañen y cuiden. Que la prioridad sea el resguardo de la persona que tenemos al lado antes que los likes que nos da una red social. Que nuestras estéticas disputen todos los sentidos que han sido impuestos por los algoritmos. Que el mensaje transmitido sea un impulso para el encuentro. Por eso, hablamos con la “a”, con la “e” y la “x” para que nadie quede afuera. Una narrativa de las mayorías en plural y diversa.
Y es que, somos la Argentina de las tres estrellas, somos genealogías de pueblos en resistencias. Queremos volver a ser marea, sentirnos multitudes, mayorías afectivas que sean capaces, también, de sostener el gesto de lo pequeño. Donde lo local nos permita conectar con lo vital. Donde la precarización y la violencia económica se traduzcan en solidaridad. Donde el individualismo de las redes se convierta en una comunidad. Donde el desborde nos impulse a imaginar. Donde el caos nos invite a conspirar. Allá vamos a estar.
Seguimos en marcha…