Wanda d´Oxum es sacerdotisa del candomblé y activista de la libertad religiosa. Heredó de su madre el oficio de costurera y la casa de candomblé, o Ilè Iyá Mí Asún Mùíywá, fundada en 1956. Del especial de Brasil de fato para celebrar el día de la mujer negra, latinoamericana y caribeña.
La reina de las aguas dulces, quiso habitar el ori (palabra de la lengua iorubá que significa literalmente cabeza, y se refiere a una institución espiritual y un destino) de Wanda. “Ya de niña, veía flores corriendo detrás de mi. Aguas se levantaban y venían en mi dirección en el primer candomblé que pisé, a los 8 años. Bolei, [perder el sentido] que es cuando el orixá está pidiendo tu cabeza”, cuenta la sacerdotisa ialorixá Wanda d´Oxum.
Wanda es hija de Oxum u Osun, en iorubá, una divinidad femenina, símbolo del amor, de la maternidad y de la belleza. “Fui una niña feliz con mi cabello, que era trenzado con amor, con mis ropas de santo, feliz por estar dentro de una religión con la cual me identifiqué desde muy temprano”, afirma.
Heredera
De su madre materna, heredó el oficio de costurera y la casa de candomblé, el Olè Ìyá Òsún Muíywá, fundada en 1956. “Yo soy apenas una sucesora de mi madre en todos los sentidos”, dice. La ialorixá Isabel Maria da Conceição de Oliveira, madre de Wanda, era conocida como Mãe Kateçu, y era benzedeira [curandera].
“Toda mujer negra que cura es vista con cariño por la comunidad. Heredé ese afecto también. Nunca tuve problemas con ningún vecino aquí, en Casa Verde”, cuenta Wanda.
Su genealogía de la religión de matriz africana comienza con la iniciación de Wanda por João da Goméia, en Rio de Janeiro. Más tarde, ella realizó sus obligaciones religiosas con el babalorixá Waldemiro de Xangô, que, a su vez, era vinculado al Gantois com Dona Menininha. “Después de la muerte de mi madre, en 2001, Waldomiro me asentó como ialorixá en esta casa”, relató.
Sacerdocio
Hoy, con 52 años de santo, Wanda cuenta lo que significa para ella ser sacerdotisa del candomblé: “Es cumplir obligaciones, tener conocimiento y convivir con el pueblo, aprender todo lo que sucede en el cuarto de santo y en la cocina. Es tener amor, ayudar a las personas siempre que ellas precisen”.
En la década de 1970, Wanda se aproximó al Movimiento Negro Unificado, buscó concientizarse políticamente en cuanto negra y practicante de la religión afro. Ella estaba en el grupo religioso que celebró la primera misa afro en la Plaza de la Sé, frente a la catedral, centro de la ciudad de São Paulo.
En 1986, tuvo la oportunidad de ir a Nigeria y, además del fortalecimiento espiritual, trajo consigo el arte del modelaje y lanzó una tienda con ropas africanas.
El mayor problema enfrentado, según la sacerdotisa, es la intolerancia de algunos religiosos fundamentalistas. “Tengo fe que un día ellos van a sentir la fuerza de los orixás. Nosotros tenemos derechos, van a tener que tragarnos, no serán ellos que nos van a derrumbar”, afirmó.
La alegría de Wanda es el afoxé en la calle. Fundado en 1980, el Afoxé Ile Omo Dada abre el carnaval de São Paulo. “O afoxé rescata parte de la cultura traída por los africanos. Es un juego con intuito de glorificar a los orixás”, afirma al relatar que el afoxé es el lado profano y abierto del candomblé. El año pasado, el cortejo contó con cerca de mil personas.
Sobre lo que es ser negra, Wanda afirma: “Soy feliz por ser una mujer negra. Soy feliz por ser una mujer negra y religiosa. No precisamos más esconder nuestra religión”, finaliza.
*del especial “Nós, Mujeres” de Brasil de fato. Traducción de María Julia Giménez.
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