Por Francisco Longa
¿Las y los electores de la Ciudad de Buenos Aires son de derecha? ¿O solamente ratifican una gestión de gobierno que consideran eficiente? En el presente análisis nos preguntamos cuánto hay de cálculo racional y cuánto de falsa conciencia a la hora de elegir al PRO en la Ciudad.
Luego de los holgados números del PRO en las PASO en la Ciudad de Buenos Aires, una serie de interpretaciones volvieron a poblar la escena. Las más recurrentes aluden a la “derechización” del electorado porteño. Sin embargo, otros análisis hicieron foco en la construcción cotidiana del consenso social que la política del Macri lleva a cabo a fuerza de recursos y militancia. Las siguientes líneas buscan aportar a la comprensión del electorado en la Ciudad.
¿El bolsillo o la ideología?
Hacia la década de 1940 cobraron un fuerte impulso, principalmente en Estados Unidos, los estudios a cerca del comportamiento electoral. Motivaciones individuales, pertenencia a una clase social o el poder de los medios de comunicación, han sido algunos de los factores explicativos que intentaban resolver un eterno enigma de la Ciencia Política: ¿cómo y por qué vota un ciudadano? Entre ellos, el enfoque “sociológico” de Paul Lazarsfeld sostenía que las estructuras sociales afectaban a los individuos e iniciaban un proceso de construcción de preferencias. Durante los años setenta la teoría de las redes vino a complementar la mirada de Lazarsfeld, y dio lugar a las y los individuos en un proceso de interacción que se construye en dichas estructuras sociales.
Durante los últimos años, y a partir de los recurrentes triunfos de la fuerza de centro derecha de Mauricio Macri en CABA, los análisis interpretativos que pueblan las columnas periodísticas coinciden casi unánimemente en concluir que el electorado porteño es mayoritariamente de derecha y que, minoritariamente, adscribe a un progresismo no peronista.
Entre 2000 y 2002, la Ciudad fue el epicentro de una de las revueltas populares más importantes de la historia nacional. Embanderada en consignas destituyentes, toda el área metropolitana, pero en particular la Capital, fue el epicentro de un conjunto de experiencias innovadoras en materia de acciones colectivas. Innumerables empresas recuperadas, barricadas y piquetes se sumaron a las florecientes asambleas barriales, que llegaron a aglutinar a cientos de miles de vecinos de casi todos los barrios porteños bajo propuestas de democracia directa.
Así como en dicha coyuntura hubiese sido erróneo afirmar que la ciudad se había “izquierdizado”, también es, al menos insuficiente, postular que ese mismo cuerpo social se haya derechizado apenas unos años después. La particular renuencia de las y los porteños a los candidatos que históricamente ha sustentado el Partido Justicialista, si bien responde a una verdad inapelable, no alcanza tampoco para afirmaciones taxativas acerca de la identidad política de quienes habitan la Ciudad, considerando sobre todo la heterogeneidad de los candidatos que ha presentado el PJ.
La política de lo visible
A nivel de la construcción del “discurso oficial”, Mauricio Macri jamás ocultó sus ideas de derecha. En lo que refiere al delito común, a las perspectivas sobre la inmigración proveniente de países vecinos, a la política de derechos humanos, al endeudamiento como motor de la economía y al rol preponderante del sector privado en la sociedad, siempre buscó consolidarse como el espejo invertido del consenso kirchnerista; sabiendo que el gobierno nacional gozaba de buena salud, esta estrategia le permitió erigirse como representante de toda porción de la sociedad “no kirchnerista”.
Así, arribamos al escenario actual, que lo sitúa a Macri como única alternativa real respecto del gobierno kirchnerista y del peronismo. En varios artículos anteriores aquí mismo hemos resaltado cuán falaz es el mito de la “nueva política” que Macri pretende explotar. La presencia de Reutemann y Carrió en su armado actual nos eximen de mayores reiteraciones.
No obstante en el último tramo electoral, encuestas en mano, el perfil público derechista de Macri ha decrecido. Sus valoraciones positivas acerca de algunas políticas emblemáticas del gobierno nacional, como la nacionalización de YPF, demuestran que los principios políticos siempre están supeditados al cálculo electoral. Estos visos de progresismo con los cuales el macrismo pretende mixturar su perfil conservador y hacer pie en el conurbano bonaerense, no deben pensarse como una novedad o como declaraciones aisladas. Desde su asunción, Macri viene desarrollando una serie compleja y combinada de políticas públicas que nada tienen que envidiarle al pejotismo bonaerense.
Submarino amarillo
Hacia principios de 2007, cuando Macri se preparaba para su primer triunfo electoral en la Ciudad, algunos portales de noticias de los movimientos sociales ya advertían que la construcción de Macri iba mucho más allá del marketing político y de la bendición que le propiciaba el grupo Clarín. Apropiándose del trabajo territorial histórico que algunos referentes del PJ porteño venían desarrollando, como en el caso de Cristian Ritondo en el barrio de Mataderos y aledaños, la apuesta del ingeniero tenía una profundidad y una planificación digna de un profesional armado electoral.
Una vez en el gobierno, la gestión Macri puso en práctica un conjunto solapado de políticas públicas de contención y respuesta hacia movimientos sociales de izquierda y hacia los sectores populares de la Ciudad. Lo hizo, desde ya, con sello propio. Como ejemplo, nunca implementó el Programa Argentina Trabaja, lanzado en 2009 por Cristina Kirchner para contener en cooperativas a las y los desocupados. Sí lanzó, en cambio, programas propios con metodologías y montos salarios muy similares que le granjearon una acumulación propia al PRO en los barrios y villas de la Ciudad. Las cuadrillas de cooperativas de Espacios Públicos, por ejemplo, funcionaron como el homólogo del Argentina Trabaja en la Ciudad. El PRO también oficializó Bachilleratos Populares de Jóvenes y Adultos que estaban conducidos por movimientos de izquierda y asignó elevadas partidas presupuestarias a cooperativas de construcción de viviendas.
En ese marco, la proliferación de punteros y dirigentes del PRO que comenzaron a “hacer política” en el territorio se multiplicó exponencialmente. Las villas de la ciudad tuvieron entonces una respuesta concreta desde las políticas de gobierno. Por otro lado, la clase media porteña era blanco de una política cotidiana de acercamiento por parte del gobierno. Las famosas “visitas de timbreo” de Macri existen y son cotidianas. Correo electrónico de por medio, el gobierno acuerda al azar una visita del Jefe de Gobierno a la casa de un vecino o vecina. Es fácilmente demostrable la empatía que genera en dicha familia, como unidad multiplicadora, esa política de cercanías.
Otro factor ineludible al momento de explicar el voto PRO tiene que ver con el escenario económico y político nacional. En coyunturas de relativa estabilidad y bonanza económica, suelen imponerse los oficialismos, sean del signo que sean, por un posible “miedo al cambio”. Esto explica que en 2011 en los mismos barrios de la Ciudad donde en julio Macri sacó un 48% de los votos para Jefe de Gobierno, en octubre Cristina Kirchner se alzó con el 54% para presidenta. Es decir que gran parte de los votantes del PRO en las elecciones regionales votaron al FpV en las nacionales.
Entre el voto choripán y el voto ilustrado
En la actualidad las y los electores de la Ciudad construyen una identificación valorativa respecto de un proyecto político que otorga, en forma desigual y combinada, incentivos económicos e identitarios a lo largo de todo el abanico de clases sociales representado en los desiguales barrios de la Capital.
Es evidente que el fuerte influjo de los medios concentrados de información para sostener o impulsar candidatos no se puede aislar de las tendencias electorales. Los electores muchas veces carecen de información vital para sopesar una política de gobierno. Este blindaje sirve, entre otras cosas, para ocultar que la Ciudad de Buenos Aires es el único distrito del país donde aumentaron el analfabetismo y la mortalidad infantil durante los últimos años. Así, el blindaje mediático que los medios masivos de comunicación brindan a los candidatos del PRO es un elemento relevante, aunque insuficiente, para comprender la tendencia electoral, como lo es también ampararse en la supuesta “derechización” del electorado; la debilidad explicativa de la hipótesis del “voto-plan social” es tan marcada como aquella que sugiere un “voto-antiinmigrante”.
Solamente robusteciendo los análisis políticos podremos acceder a miradas integradas, capaces de yuxtaponer diferentes variables, que redunden en una mayor comprensión de los comportamientos sociales.