Por Leonardo Rossi, desde San Pedro. Mujeres y hombres del Delta dedicados a la pesca artesanal cuentan sus problemáticas. Bajos precios y competencia con gigantes.
“Cristo de las redes, no nos abandones
y en los espineles déjanos tus dones”
(Oración del remanso, Jorge Fandermole).
“El problema de los pescadores de la provincia de Buenos Aires es que no existimos.” Rubén “pelusa” Miña (56) concluyó así un encuentro de pesca artesanal celebrado en San Pedro. Organizado por técnicos del programa Cambio Rural del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA-Delta), la reunión sirvió para que los pescadores plantearan sus problemáticas de cara a buscar soluciones.
Barba de días, blanco pelo corto, jean gastado, campera verde, “Pelusa” es la voz de cientos de hombres y mujeres que navegan las aguas del Delta bonaerense cada día. La Asociación Civil Bajo Puerto nuclea a los obreros de río adentro. Desde allí intentan organizarse frente al avance de las grandes empresas frigoríficas. Señaló “Pelusa” que por estos días “llegan barcos con 12 o 14 canoas, 40 mallones y se llevan 3.000 o 4.000 kilos de una”. En otras palabras: arrasan con los peces.
Al pescador artesanal le cuesta un poco más. “A veces logramos sacar cien kilos por semana, entre sábalo, tararira, y algún dorado”, relató Susana Monteggia (44), “islera”. En el bolsillo “serán mil pesos, pero hay casi 400 de gasto, entre nafta, hielo y mercadería”. Además, “el islero debe tener un generador de luz, que gasta 60 litros de combustible por semana. A siete pesos el litro es mucho gasto y nadie lo contempla”.
A pesar de que los números están apretados, la mujer se resiste a dejar la pesca; abandonar la isla. Es que lanzar la red al río es lo que siempre hizo junto a su marido. “Él vivió toda la vida de la pesca, el abuelo de él, y el padre de él también. Y el día que no estemos nosotros van a estar nuestros hijos viviendo de la pesca.”
En Ramallo se repite la historia. “Yo gasto entre combustible, comida para tener en la lancha, y mantener el pescado, 250 pesos por día. Si saco cien kilos de sábalo a tres pesos, que es lo que pagan los acopiadores grandes, junto 300 pesos. ¿Y el trabajo que yo tengo? Yo me levanto a las cinco de la mañana, a las seis estoy en el río y me acuesto a las diez de la noche.” Julio Cardozo (36) dio testimonio del panorama actual en su zona.
Junto a otros compañeros, Julio formó la Unión de Pescadores Ramallenses (UPR). Desde ese espacio han logrado presionar a los acopiadores chicos para obtener un precio más justo por su trabajo.“Logramos sacar un buen valor al pescado. Un promedio de diez pesos el kilo, donde va todo mezclado: dorado, patí, surubí, bagre, sábalo.”
La misma problemática a la que hizo referencia “pelusa” Miño en San Pedro aparece en Ramallo. “Río arriba, las empresas grandes andan en barquitos que llevan diez embarcaciones, con muchos metros de malla”, apuntó Julio, que hace responsable de esta voracidad pesquera a los frigoríficos que exportan sábalo.
Otro punto conflictivo. Bunge tiene una planta a cinco kilómetros del embarcadero. “Ahí tiran químicos a granel. Nadie ve el impacto. Prefectura no hace nada”, denunció Rolando “Coqui” González (67), presidente de la UPR. Dice que la misma fuerza federal suele controlar una y otra vez a los pescadores artesanales, piden documentos, permiso, registro. Pero no aplican la misma metodología con quien llega ocasionalmente a pescar, en la misma zona donde las familias de las islas tienen su espacio de trabajo, se quejó. “Al turista nunca lo joden, pero a nosotros que ya nos conocen, que saben que tenemos todos los papeles, sí.”
Del encuentro participó el biólogo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) Claudio Baigún. Especializado en investigar la pesca artesanal, el técnico apunta en un informe para la Fundación Humedales/Wetlands International que “en los últimos años la instalación de plantas frigoríficas ha generado una demanda mayor y continua, llevando a un cambio en los hábitos de captura”. Baigún resalta que a partir de “la escasa información pesquera disponible” en organismos oficiales, se puede observar que “desde el 2001 aumentó el volumen de pesca de sábalo para exportación, con un 88% de la pesca dirigida a satisfacer dicha demanda”. El biólogo hace un llamado de “alerta” ante este “brusco aumento de las capturas”.
Desde Ramallo, Julio Cardozo pidió que se valore la “vida sacrificada” de quienes hacen de la pesca artesanal su sustento económico. Susana Monteggia siguió esa línea y reclamó “que no se olviden del islero, que es el verdadero pescador,y quien vende su mercadería para los negocios de Buenos Aires”.