Hace días se dio a conocer el video de la docente de la Matanza Laura Radetich. Por fuera del debate sobre su posición política e intervención pedagógica surge la necesidad en el campo educativo de poner el foco en la mediatización de las aulas.
Por Ayelén Césare.*
El video de la docente de La Matanza fue tapa de los grandes diarios y se viralizó por diversos medios. Sin embargo, esta no fue una situación atípica. Durante la pandemia fue algo habitual ver memes o imágenes de docentes con críticas o burlas a la intervención pedagógica. Estas prácticas se dan de forma natural, sin cuestionarlas o sin estar en el centro del debate. En un click nos ponemos a cuestionar una práctica educativa, sin pensar en cómo llegó esto hasta ahí.
La era de las nuevas tecnologías trae consigo el desafío de cómo se maneja el gran flujo de información que se genera, que nos conecta en espacio y tiempo. No obstante, con sus beneficios trae también sus costos como la mediatización de la privacidad y muchas veces sin consentimiento. Las repercusiones negativas en las vidas de las personas son muchas y la fluidez de la cultura digital hace que se pierda de vista lo que está al alcance del like o al reenviar.
Con la educación en el centro del debate político y la grieta atravesada por la posición en las aulas, esta práctica se ha incrementado en contextos educativos. Pareciera ser que las nuevas tecnologías llegan de afuera hacia dentro, sin tener una capacidad de apropiación hacia el interior de las instituciones educativas y teniendo repercusiones como la sanción a una docente.
Esta situación no es llamativa al comprender el grado de integración de las tecnologías de la comunicación y la información dentro de las instituciones educativas. En el marco de la pandemia, el ministro de Educación, Nicolás Trotta, a mediados del 2020 anunció que el 60% de las escuelas argentinas no tiene internet, incrementándose aún más la brecha entre zonas urbanas y rurales. Según la evaluación preliminar del proceso de continuidad pedagógica elaborado por el Ministerio de Educación de la nación, solo menos de la mitad de los hogares cuenta con conectividad fija de buena calidad. Las dificultades de efectivizar la continuidad pedagógica evidenció esto, pero no solo por parte de los estudiantes sino también por personal docente y equipos directivos. La misma estadística indica que el 79% de los equipos directivos y docentes tuvieron problemas de conexión y el 66% tuvo problemas de equipamiento.
Actualmente las escuelas públicas se encuentran en una situación muy incipiente para garantizar el acceso a las TIC tanto en infraestructura en relación a los miembros de la comunidad educativa como a las instituciones en sí; y sin llegar a abordar sus usos y apropiaciones. Es de esta forma como aún no hay normativa vigente para la integración TIC en las aulas, ni tampoco una modificación integral de los diseños curriculares de todos niveles (incluida la formación docente). De esta manera, ante la intromisión directa de los medios hegemónicos en las aulas, la escuela se encuentra desarmada. Sin respaldo y naturalizando prácticas sobre las cuales debería educar.
Hace tiempo que la ciudadanía digital viene siendo un tema en agenda y principalmente la regulación de los grandes medios y plataformas son quienes hoy ponen las reglas de juego. No obstante, para construir una concientización sobre los desafíos de la era digital, la escuela debería ser ese espacio que eduque en la lógica contrapuesta al mercado que nos ofrecen los medios hegemónicos. Para ello es necesario que la institución y su comunidad educativa acceda, pueda usarla y apropiarse.
Desde el gobierno nacional son variadas las iniciativas que se han desarrollado, tanto desde la entrega de tarjetas de datos, retomar el plan conectar igualdad frenado durante el gobierno macrista, la oferta de cursos virtuales a través de la plataforma Juana Manso e INFoD, la coordinación de contenidos en los medios públicos y la creación de espacios locales. Sin embargo, estas situaciones evidencian que aún queda un largo camino por recorrer y que no se limita al acceso.
Con la educación pública en jaque por la grieta política y mediada por las nuevas tecnologías, un nuevo hecho sacudió a la comunidad educativa sin encontrarla fortalecida y con ello debilitandola aún más. Es necesario, comenzar a desnaturalizar la mediatización de las aulas y construir herramientas para que la escuela se encuentre en el lugar que debe estar ante los embates que nos trae el siglo XXI. Adriana Puigros mencionaba en el aniversario de los 150 años de la creación de la Escuela Normal de Paraná: “Hay un trabajo político y educativo que tiene como eje central la defensa del maestro, la defensa del vínculo educativo. La comprensión profunda de qué todo abismo que separe el hoy del mañana solamente puede ser superado por el vínculo educativo, que es un vínculo humano. Es absolutamente importante que la educación se apropie de la tecnología. Para que la tecnología sea un instrumento de trabajo de humanización que solamente los humanos que queremos que sea un mundo justo (…) podemos sostener”. Un comienzo para esto es no naturalizar estas prácticas y con ello caer en el juego viral; a la par que se construyen marcos normativos y principalmente se garantice su aplicación en términos de acceso, usos y apropiaciones de forma integral de la mano a garantizar el derecho a una educación pública y de calidad.
*Licenciada en Comunicación Social especializada en Tecnologías Educativas