Por Germán Gómez. Pasaron los años y seguirán pasando. La misma historia de siempre, el mismo escalofrío. Murió en Marcos Paz Jorge Rafael Videla, uno de los personajes más siniestros que nuestra corta historia nacional nos ha presentado.
La noticia fue confirmada por el director del Servicio Penitenciario Federal, Víctor Hortel, quien confirmo que Jorge Rafael Videla falleció la mañana del viernes “de muerte natural” en el módulo 4 del Complejo Penitenciario Federal 2, de Marcos Paz. Resulta paradójico que este anciano condenado por la justicia a cadena perpetua por sus delitos de lesa Humanidad, en el periodo de la última dictadura militar, se haya muerto así, de un día para otro.
Según el parte médico “se lo encontró en su celda sin pulso ni reacción pupilar, por lo que se le realiza un ECG (electrocardiograma) constatándose su óbito, siendo las 08.25 hs del día de la fecha”.
Por mi parte, una de las primeras veces que vi a Videla fue en esos manuales de la escuela primaria; era un tipo derecho, bigotudo y con una mirada penetrante. Siempre encabezando la foto, como si sus secuaces de los costados, cualquiera fueran, no tuvieran importancia. Después una foto en el mundial de futbol en nuestro país en el ´78, y otra, ya con el retorno de la democracia, siendo juzgado en el banquillo, donde todavía, la vida le iba a regalar horas de vuelo a su siniestra figura.
Uno de esos mediodías de los ´90, volví a mi casa y le pregunte a mi madre que me contara más sobre el tipo del manual. Si, sabía que era un milico, que era un genocida, que vestía de verde, como los cabos que andaban por esa época en las esquinas de las casas y barrios, como cómplices del buen vecino buchón. Las respuestas fueron claras y vacías, ya que “fue el presidente que encabezo la junta militar”, pero, ¿Qué significaba eso? En los pueblos del interior, siempre caracterizados por la tranquilidad y pasividad, esas cosas no se hablaban, a esta altura nunca entendí si era por olvido o por propio desgano.
El genocida nació el 2 de agosto de 1925 en la ciudad bonaerense de Mercedes. Su carrera militar fue una construcción ejemplar: fue Jefe del Ejército Argentino desde 1975 y designado como la cabeza presidencial desde el comienzo de la dictadura hasta 1981.
El dictador, el desalmado, en una de sus últimas declaraciones que dio, y que se encuentran en el libro de Reato, “Disposición Final”, habla sin pelos en la lengua, recuerda, conmemora y reflexiona: “Me forme bajo la consigna del Colegio de San José, de Buenos Aires, donde cursé el bachillerato completo, como pupilo -Hágase la voluntad de Dios- . Dios sabe lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Yo acepto la voluntad de Dios, no sólo no me rebelo contra ella, sino que tampoco me creo con derecho a comprenderla. Creo que Dios nunca me soltó la mano”.
Por mi parte, se siente un alivio vacío, más vacío que alivio. El viernes temprano me llamó un amigo, que aún tiene a su hermano desaparecido, pero por esas cosas no llegue a atenderlo. Sería fácil jugar e imaginar qué se le pasaría por su cabeza ante tan notoria noticia, ante tanto cinismo de Videla que se llevó a su lecho innumerables secretos, pero no es la idea. Es que la justicia tardía que caracterizó las últimas décadas de la Argentina, reflejan el poderío, la impunidad cívico-militar y, en contraposición, la lucha de los distintos organismos de derechos humanos para que los representantes del plan sistemático y genocida (militares, civiles, etc.) no quedaran impunes. No fue fácil, en Argentina los resabios y la rabia militar considerados como restauradores del “orden” no estaban (no están) solos.
Tras el retorno de la democracia en 1983 fue juzgado y condenado a prisión perpetua y destitución del grado militar por numerosos crímenes de lesa humanidad cometidos durante su gobierno. El 22 de diciembre de 2010 fue condenado a prisión perpetua en cárcel común; y el 5 de julio de 2012, fue condenado a 50 años en prisión por encontrársele responsable penalmente por el secuestro sistemático de bebes y niños durante el último genocidio cívico-militar.
El viernes 17 de mayo, acá en La Plata, el frío comenzó a cesar por el inmenso sol. Es extraño, la vida continúa, el militar y mayor genocida murió en su celda, sólo, tal vez rezando o pidiendo un día más. Por su mirada creyente le espera el cielo o el infierno; hasta aquí llegamos. Que en paz no descanses.