Por Matías L. Marra. En el marco del Ciclo de cine chileno contemporáneo se exhibió Locaciones: buscando a Rusty James, la última película del chileno Alberto Fuguet. Una película que va a la búsqueda de otra, La ley de la calle, mientras reflexiona sobre la influencia de la película en los jóvenes de la década de 1980.
Cuando se intenta hacer una caracterización de un cine que comparte ciertos rasgos estéticos se tiende a caer en lugares comunes. Por eso no entraremos en el debate sobre si existe un nuevo cine chileno o no. Pero sí podemos decir que el cine chileno está en un momento de producción muy bueno, sumado a la proyección internacional que viene adquiriendo. Parte de ese cine se exhibió durante el pasado fin de semana en el Centro Cultural San Martín, en el marco del Ciclo de cine chileno contemporáneo.
Vista ya en el BAFICI de este año, Locaciones: buscando a Rusty James es una película que se asume como un ensayo cinéfilo. Se trata de un documental dirigido por Alberto Fuguet que va a la búsqueda de La ley de la calle (Rumble fish), la -hoy- mítica película de Francis Ford Coppola de 1983.
Fuguet explica que tiene una manía por ir a los lugares donde se filmaron las películas. Por eso decide emprender un viaje a Tulsa, Estados Unidos, para encontrarse con la ciudad donde se filmó la película que le marcó la juventud cuando se estrenó en Santiago. Así llega a Tulsa, y empieza a recorrer la ciudad.
A la vez, una serie de entrevistas en sonido off cuentan la influencia de la película sobre sus vidas. La ley de la calle fue un fracaso en su estreno en Estados Unidos, pero cuando se estrenó en 1984 en Argentina y posteriormente en Chile y Uruguay, la película fue un éxito particular por estas regiones. Si bien el cine “arte” (como se le llama de manera algo tonta al otro cine) todavía tenía fuerza para los 80s, La ley de la calle tuvo un público muy disímil que ya había perdido hace rato
Fuguet cuenta que se había imaginado a Tulsa en blanco y negro, como lo muestra la película. No es casual que diez años antes, también en blanco y negro, Larry Clark, nativo de Tulsa, había fotografiado su mundo desde adentro (click a fotogalería). Y es que fuera de la construcción que hace Hollywood de ciertas ciudades, existe otro Estados Unidos.
Tulsa en La ley de la calle siempre es mostrada como una ciudad en la que hay humo (*). Las nubes parecen humo, el polvo se hace humo. Sale humo de las casas y desde el suelo. Todo está pudriéndose, todo se está descomponiendo. El blanco y negro bien contrastado de la imagen da cuentas de estos problemas. Uno de los entrevistados de Locaciones, el escritor Fabian Casas, cuenta que su personaje de Ocio al salir del cine ve todo en blanco y negro, referenciando secretamente a la película de Coppola.
Ir a ver la película en el Santiago de 1984 era un acto de resistencia. Los espectadores depositaban sobre la película ciertos deseos, pero también ciertas tristezas. Todos creían ser Rusty James, pero también su hermano, el Motorcycle boy, el chico de la motocicleta, que vuelve a su pueblo luego de ir a California (y lo trágico es que no llegó al mar).
Los entrevistados y las reflexiones de Fuguet son muy interesantes y hablan desde el corazón, pero bien podría pensarse que el error de la película es que no logra desprenderse del lugar de fanático. Cualquier fanático de una banda de rock podría afirmar lo mismo que dicen los entrevistados sobre su banda preferida: que le cambió la vida, que con ella se enamoró, que dejó de escucharla cuando creció un poco, que se la pasó un hermano, etc.
Uno de los entrevistados compara a Rusty James con Kurt Cobain, el cantante de Nirvana. Por supuesto que Nirvana surge algunos años después, pero la comparación sirve para pensar en cómo La ley de la calle fue vista por toda esa juventud de la década de 1980 como una película de rock. Sería una lectura incorrecta pensar que el lugar del fanático es el error de la película, porque justamente ahí reside toda su fuerza.
En los últimos años la relación fanática con una banda o una película ya casi no existe o dura sólo un tiempo. Locaciones, entonces, funciona como un documento histórico. Una muestra de lo que el cine fue y es capaz de generar, pero también sobre la vida de aquellos que viven y piensan cine.
(*) En una entrevista reciente Fuguet explicó que Tulsa no es una ciudad perdida en la nada, ni abandonada, ni mucho menos. Aquí la usamos de ejemplo planteando una relación con la ciudad más simbólica que objetiva.