Por Francisco Cantamutto. A 37 años del último golpe cívico-militar, un recorrido a la luz actual de los cambios ecónomicos planteados por el recién fallecido Martínez de Hoz. Los legados laborales, macroeconómicos y estatales.
El proyecto de la dictadura fue claro respecto a que se proponía cambiar el modo de organizar la sociedad. Martínez de Hoz como Ministro de Economía lo declaró tempranamente: el golpe de Estado tenía planes para el corto y largo plazo. En el corto plazo, se trataría de una “estabilización” frente al caos económico del gobierno de Isabelita y la espiral inflacionaria post-Rodrigazo. La forma específica fue una devaluación con congelamiento de salarios; lo que provocó una caída del orden del 40% del poder adquisitivo salarial. El largo plazo, los cambios estructurales, tenían por objetivo cambiar las bases de funcionamiento de la sociedad, modificando la relación de fuerzas entre capital y trabajo. Para lograrlo, Martínez de Hoz impulsó la aplicación -con idas y vueltas- de distintas reformas estructurales, que dan inicio a la etapa que se conocerá como neoliberal. Las reformas se pueden sintetizar como apertura comercial, liberalización financiera, desregulación del mercado de trabajo, precarización, privatizaciones periféricas, reforma del Estado.
Esas reformas buscaban impulsar a los estratos más concentrados de la industria y el agro para la competencia con el mundo, condenando a la clase trabajadora y a gran parte de las pequeñas y medianas empresas. La figura de Martínez de Hoz condensa esta alianza del gran capital, sin distinción de actividad, contra los sectores populares y las partes más débiles del mismo capital. Esto debe matizar la difundida tesis de la desindustrialización: si bien es cierta la pérdida de peso de la industria en la actividad económica y el empleo, esto se debe a una profunda reestructuración de la misma, donde sólo las fracciones más concentradas sobreviven. Aunque semejante, no es lo igual: no se trató de un ataque a la industria sino una reestructuración regresiva de la producción y el ingreso.
Los legados laborales
La primera medida contundente de política de Martínez de Hoz fue la violenta reducción de los salarios reales: caen cerca de un 40% en menos de un mes. Esta caída establecería el piso a partir del cual la nueva etapa neoliberal operaría. La desaparición, tortura y asesinato de dirigentes sindicales combativos, la prohibición de la actividad sindical, la represión generalizada y el miedo dificultaron la posibilidad de articular un reclamo compensatorio. Esta gigantesca reducción del costo laboral intentaba elevar la competitividad de las grandes empresas, y así sus ganancias. Si bien en distintas coyunturas el salario tuvo cierta recuperación, hasta el día de hoy permanece por debajo de su poder adquisitivo pre-dictadura.
Un proceso complementario a aquel es la creciente heterogeneidad del mercado de trabajo, donde algunos trabajadores obtienen mejores condiciones de contratación y salarios que otros. El inicio de tal modificación se encuentra en la dictadura, pues es ahí cuando comienzan los despidos en las grandes empresas por racionalización y en las pequeñas por cese de actividad, pasando a ocuparse muchos trabajadores en el sector de servicios, y bajo formas de autoempleo. Esto dispersará las condiciones de vida de la clase trabajadora, dificultando su organización colectiva, algo que las empresas comprendieron muy bien al dar más tarde impulso a la estrategia de tercerización. El caso de Mariano Ferreyra ilustra con claridad la vigencia de estos cambios.
Los legados macroeconómicos
La siguiente política significativa de Martínez de Hoz fue dar inicio a la apertura comercial. Al quitar barreras al comercio externo, expuso a las empresas locales a mayor competencia, provocando la desaparición de aquellas menos eficientes. Esto es, se perdió un enorme rango de pequeñas y medianas empresas incapaces de tolerar la competencia externa. El efecto, además de la desintegración productiva en la cadena de valor, fue el incremento de la masa sobrante de trabajadores, que a su vez disminuía la demanda interna, ocasionando mayores dificultades a las empresas dependientes de ese mercado. Las grandes empresas, en cambio, aprovecharon la apertura para reemplazar proveedores locales por extranjeros, algunas de ellas llegando a convertirse en puras importadoras. La protección externa no se ha recompuesto, en parte debido a los acuerdos del país dentro de la Organización Mundial del Comercio. La desintegración de la cadena de valor y el alto contenido importado de la producción local persisten a niveles incrementados. La devaluación es un mecanismo espurio de protección, pues se basa en la reducción de los costos locales (incluyendo salarios) y sólo se sostiene mientras esa condición se cumpla.
Esta apertura se complementó con una liberalización de los flujos de capital financieros. Se quitaron trabas al ingreso y salida de capitales del país, se modificó la ley de inversiones extranjeras (aún vigente), incluso se realizó una reforma financiera que quitaba todas las regulaciones estatales. Entre los diversos efectos de estas medidas, deben considerarse al menos dos. El primero es la fuerte extranjerización, en particular en el sector financiero, que se inició allí. Esa extranjerización no ha hecho sino crecer desde entonces, ahora en los sectores industrial y minero.
El segundo efecto considerable fue el incremento sustantivo de la deuda externa como mecanismo para subsidiar la acumulación de las muy pocas grandes empresas con acceso a este financiamiento. Además de facilitarles el acceso por quitar trabas, el Estado fomentó este tipo de operatoria (conocida como bicicleta financiera) mediante la apreciación real del tipo de cambio, lo que abarata el costo del crédito. Para sostener ese tipo de cambio apreciado y evitar por un tiempo la crisis externa, el Estado se endeudó de modo creciente, estatizando de este modo indirecto el acceso al crédito de las grandes empresas. Por supuesto, debemos recordar que además la estatizó de modo abierto en más de una oportunidad, socializando el costo del endeudamiento ajeno. Tal es el origen de la fraudulenta deuda externa que hasta el día de hoy presiona las cuentas fiscales del Estado argentino, y que todos los gobiernos hasta el día de hoy se negaron a investigar y repudiar.
Legado estatal
El Estado cambió sustancialmente su forma a partir de la dictadura, volviéndose más abiertamente un órgano al servicio del capital concentrado. Las privatizaciones, la venta de los activos públicos, fue el modo más abierto de este cambio de tareas del Estado, para facilitarles los negocios al capital concentrado. Quizás sea en este punto donde se encuentran algunas diferencias, no sólo por las pocas -pero significativas- privatizaciones que se han vuelto atrás, sino además por el retorno de las políticas sociales de corte masivo.
Si bien el panorama, por general, pierde matices, no deja de ilustrar cómo el legado de Martínez de Hoz persiste en el tiempo: es que los intereses que su figura representó, aunque soslayados, están lejos de haberse impugnado.