Por Fernando Catz/ Ilustraciones por Fernando G. Ramos
Ultima parte del relato. Beatriz toma el encargo de investigar una nueva droga sexual. La pesquisa la lleva a una disco donde intentan secuestrarla. No consigue escapar y pierde el conocimiento.
Viene de Venérea (primera parte)
Monte de Venus, campo de Marte
De a poco empezó a reconocer el típico bar de estación de servicio. Hacía rato estaba ahí, los ojos abiertos, casi despierta, confusa, lejos de la conciencia. Un morocho le sonreía. Se hubiera cruzado de vereda si lo veía en la calle.
-¿Qué pasó? ¿Qué me hiciste?
-Nada. Te saqué de ahí. No quiero decir de qué te salvaste, creo que ni yo lo sé muy bien, pero no era nada bueno.
Su mirada le inspiró confianza. Tanta que mientras se frotaba los ojos empezaron a salir unas lágrimas. Sintió en su brazo un toque suave, que no parecía venir de esa mano pesada. Se obligó a calmarse. Endureció la mirada, sorbió los mocos y lo miró fijo.
-¿Quiénes eran? ¿De dónde saliste? ¿Por qué lo hiciste?- Algo no le cerraba.
-En estos lugares se mezclan las cosas. Hay muchos fisuras. Yo soy nomás un laburante que quería divertirse.
-¿Vos decís que me dieron afrodita?
Él quiso aguantarse la risa. No lo sintió grosero, ni que se riera de ella. Más bien mostró sorpresa, como si ese nombre despertara algo en él.
-No. Me parece que te dieron burundanga, morondanga, una mierda así, para dormir caballos o fumigar culos de hipopótamos. La afrodita no tiene nada que ver, no estarías así.
-¿Y cómo estaría?
Su mirada cambió, paseó por las mesas del bar viendo si alguien estaba escuchando. Ella notó algo atractivo en él, que había despreciado en su pinta de albañil engominado.
-Otro día capaz lo averiguás por vos misma. Por ahora, hagámonos amigos, ¿qué te parece?
Beatriz trataba de entender al tipo que tenía enfrente. Su cuerpo tenía las marcas del laburante, la piel curtida por el sol y el trabajo. Sus movimientos, su tono de voz, eran elegantes, cultivados. Parecía duro y grueso, como esas puertas enormes de los bancos o los edificios públicos, aunque estaba abierta, de ahí salía una personalidad amable y la invitaba a entrar. Ella, que tenía tanta calle, tanto pasillo, no le podía sacar la ficha.
-Mirá qué chapado a la antigua que resultaste.
-Te veo mejor, si querés quedate conmigo, si querés andate. Pero andá con cuidado, mantenete lejos del boliche. Te van a estar buscando, no creo que les guste que se les escape alguien y después hable mal de ellos. No sé si me entendés.
-Claro. Tan boluda no soy. Tropezón no es caída. Ahora me tomo el palo.
-Bueno, entonces mirá por donde caminás.
Beatriz hacía como que miraba la televisión. Él notó que lo estaba espiando, registrando. Le tendió la mano.
–Me llamo Pol. Me gustaría verte otra vez –le dijo, mientras estiraba el apretón.
-Todo tiene su momento.
***
Beatriz agarró un remís cerca de la estación. En la Capital se cambió a un taxi. Miró su teléfono, copió alguna información, lo apagó y le sacó la batería. Pasó por su casa, agarró otro teléfono, caminó unas cuadras dando vueltas atenta a los movimientos alrededor, hasta que se subió a un nuevo taxi. Se fue un depto que le había habilitado Black. Muy pocos sabían dónde estaba. Lo pagaba el diario, su jefe lo usaba más que nada como bulo, a veces para estos casos de urgencia. Necesitaba escribir y sobre todo, guardarse.
-Ésta es la llave de abajo, éstas dos de la puerta de arriba, ésta de la reja de adentro –le había dicho Black. -Si movés el mueble del cuarto, hay una puertita que se abre con la llave chica. Ahí hay una bolsa y una pistola. La merca es para que escribas. La pistola para que ningún hijo de puta haga que no me llegue el material, ¿ok?
Empezó a acomodar las fichas. ¿Quiénes eran los mafiosos y quiénes los rescatados? Siempre se movió en ese espacio de frontera, donde nada era blanco o negro. Ahora hasta ella estaba confundida. ¿Qué sabía? ¿Qué era mentira? ¿Qué podía ser verdad?
No conseguía concentrarse. Se perdía en recuerdos. ¿Cómo era drogarse en la calle, en el barrio, cuando era piba? ¿Y cómo era cuando fue acomodándose en la vida, en el laburo, en la trasnoche de la redacción? ¿En qué momento se alejó de todo eso?
Se distrajo leyendo sobre las categorías de drogas. No sólo había tipologías contradictorias, sino que la propia definición de droga perdía completamente el foco: si se la definía por su ilegalidad, quedaban excluidas algunas que eran claramente droga y eran legales. Si era por sus efectos, algunas sustancias legales deberían ser consideradas drogas, y muchas que no entraban en la definición eran igualmente perseguidas. Más confuso aún era si se hablaba de salud o de adicciones.
Se sorprendió leyendo la historia del café: “En 1511, Khair Bey hizo cerrar todas las cafeterías, llevando a cabo además una campaña de desinformación contra los perjuicios del café, cuando se enteró de que las críticas contra su poder provenían de bebedores de café. El cierre de las cafeterías causó rebeliones, lo que incitó al gobernador de Egipto a cancelar la prohibición”. Las mismas actitudes que tomaron el Papa y el Zar Ruso a medida que se difundía por Europa y Asia.
Abrió de golpe la ventana. Entró una luz mañanera.
–Ya fue. Hay que seguir corriendo cortinas-. Aunque no había dormido, sintió que la única manera de sacarse la ansiedad era seguir adelante. Buscó cambiar su aspecto atándose el pelo abajo de una gorra y poniéndose lentes. Agarró sus cosas. Se quedó quieta mirando la puertita unos segundos, mientras respiraba fuerte y se limpiaba el agüita de la nariz con el revés de la mano. –Ya fue– repitió, dejó lo que quedaba de la bolsita y agarró el arma.
***
En la clínica todo era limpio, aséptico y artificial. Las paredes, las plantas, los olores, la recepcionista, el discurso que hace 20 minutos le recitaba como de memoria el doctor Florente.
-La droga es un flagelo blablá los datos indican que blabla nuestra juventud bla sin distinción de edad ni clase social blablá
-¿Cuáles son los efectos secundarios de la afrodita? ¿Causa adicción?
-Los efectos no son sólo sobre el adicto sino también sobre su familia, su trabajo… Yo prefiero no pensar al adicto como un alienígena invasor, sino como una persona, una persona que está enferma. Sin embargo esta enfermedad, si hay voluntad y acompañamiento de profesionales capacitados, podemos curarla.
Beatriz cortó de golpe su tono de infomercial:
-¿Conoce usted a alguien al que le dicen Choco? ¿Qué opina de él?- Antes de que terminara la frase, el doctor escupía la mitad del agua que estaba tomando. Le hizo una señal de silencio, mientras todavía tosía.
-¿Por qué mejor no vamos a conocer las instalaciones de la clínica?
Ahora estaban en una sala de máquinas en el subsuelo.
-Acá vamos a poder hablar más tranquilos. Me hubieras avisado antes de venir que te mandaba él.
-Primero quería ver cómo actuaba.
-¿Y cómo voy a actuar? Como un actor de esta comedia. Eso es una clínica como esta. Una obra de teatro para la clase alta. Para los pobres es una actuación de otro género. Una tragedia con efectos más realistas.
-No hace falta que se justifique. Tampoco se crea que soy como el Choco. Yo no soy prejuiciosa ni juzgo a nadie.
-No, no es vergüenza. Es sinceridad, cinismo si querés. No te conozco, igual no necesito ocultarte nada. Hago poco por disimular lo que pienso. Sólo miento por plata, lo mínimo necesario para mantener el negocio.
-¿Qué es lo que disimula?
-Yo estoy a favor de la despenalización. Aunque en eso mi opinión vale como la de cualquier otro. Nomás veo de cerca esta realidad. Por eso sé que la solución no pasa por la policía ni por los médicos, sino por los políticos. Las leyes hacen más mal que bien.
-¿Y de la afrodita? ¿Qué opina? Vuelvo sobre mis preguntas… ¿Qué efectos tiene? ¿Es adictiva? Hay investigaciones que hablan pestes, pero suenan bastante inconsistentes, y hay otras que la defienden y parecen fabulaciones…
-Olvidate de la ciencia. En este momento es imposible. No hay recursos para investigar y no podrías confiar en los que los consiguen. Yo te voy a hablar de mi práctica. ¿Vos sabés cómo llegan por drogas en serio? A esos los tengo que cachetear fuerte para salvarles la vida. A los que vienen por la frutita, ¿sabes qué les digo? O les enseño a disimular, o los convenzo de que se vayan a la mierda, que manden al carajo su laburo, su familia. La verdad que no es una cosa o la otra, son nomás dos momentos, dos etapas del mismo proceso. Al final todos terminan igual. Todos van a terminar así. Nosotros también. Yo me vengo preservando, manteniendo al margen, no por mí, sino por los demás. Quiero aguantar este lugar mientras pueda.
-Algo que todavía no puedo entender es de qué está hecha. ¿Cómo funciona químicamente? ¿Qué produce en el cuerpo?
-Originariamente era una producción sintética de ciertas sustancias, hormonas, que el cuerpo segrega naturalmente. No se sabe bien cómo funciona, la investigación había implicado el patentamiento del principio activo de unas plantas usadas en varios países en ceremonias tradicionales. Ahora se vende y se compra en las calles sin saber qué le ponen, cuanto del efecto son drogas psicoactivas o meramente placebo. Eso no importa. Ya es arena mental de la lucha de clases.
-Pará, que voy a anotar eso, y me lo explicás un poco mejor.
-Empecemos por el principio. Los laboratorios buscaban un tratamiento que solucionara químicamente el problema de la pérdida del deseo sexual. Dicen que empezó por iniciativa de los milicos del gran país del norte. Fueron problemas detectados endémicamente entre los veteranos de guerra, víctimas de violaciones y estrés postraumático.
Los laboratorios invirtieron fortunas porque vieron la veta: los consumidores potenciales eran las parejas en crisis. No se vendía un medicamento, sino la salvación a la institución sagrada del matrimonio, la respuesta a los problemas en la cama del Sueño Americano. La corporación química-militar-industrial se frotó las manos. No ahondemos por dónde.
Descubrieron accidentalmente una droga que genera ultrasatisfacción sexual. No era exactamente lo que buscaban. La testearon sin informar de qué se trataba, en poblaciones pobres de países centroamericanos. Los efectos superaron todas las expectativas. O más bien, las desbordaron.
Las investigaciones, sea por interés comercial, pacatismo o dudas éticas, se mantuvieron mayormente en secreto, igual algunos datos se dejaron trascender. Es llamativo que según lo informado, en realidad no produce alucinaciones ni alteración de la percepción. ¿Entendés qué quiere decir eso? Que nadie sabe exactamente qué hace-. Un motor se puso en funcionamiento, interrumpiendo el monólogo de Florente, que iba tomando tono de arenga.
-Pronto iniciaron los trámites de legalización para su venta al público. Estudios que se hicieron públicos posteriormente mencionaron varios efectos secundarios e incluso aspectos peligrosos. Las oficinas federales hablaron de fuerte adictividad, de serios riesgos en la salud y de impulso de conductas antisociales peligrosas. Aunque la circulación de la droga no estaba permitida aún y los estudios eran secretos, el expediente incorpora también peticiones de especialistas en bioética de las entidades religiosas que argumentaron en contra de la autorización de esta droga como medicamento, dado que no curaba nada y al contrario, fomentaba la difusión de enfermedades de transmisión sexual, los embarazos no deseados y adolescentes y las violaciones.
Al final las oficinas de sanidad prohibieron su venta comercial. De cualquier modo, la afrodita ya había comenzado a circular ilegalmente. Ahora se difunde por los barrios populares. Estudian meterla en la lista de drogas peligrosas. Se transformó en enemigo público, estigmatizada por los medios, entendida como rebeldía por los marginados, manipulada por el Estado para quebrar a sectores organizados, lo de siempre. Ya no es una sustancia, es una idea, un ritual, una expectativa.
***
Beatriz se dejó llevar, sin prestar atención a la ciudad ni al conteo implacable del reloj del taxi. Su cabeza estaba desbordada. Hacía 48 horas que no dormía. El doctor Florente le había dado muchísima información. Demasiada. Tanta que le abría más preguntas de las que contestaba.
Todavía se confundían las ideas en su cabeza mientras buscaba las llaves en el bolso. Tocó el metal del arma y eso la bajó de golpe a la tierra. Tuvo un mal presentimiento. Sacó las llaves sintiendo que alguien la miraba, abrió la puerta de calle como si no pasara nada. Fue hasta el ascensor. Marcó un piso más abajo del departamento. Si la esperaban, ¿por qué la dejaron entrar? Escuchó ruidos arriba. Se arrinconó con el arma en la mano. Tiró antes de preguntar. Bajó corriendo las escaleras, entró por una puerta de servicio, la trabó desde adentro. Estaba en un sótano. No les iba a ser fácil entrar. Ella tampoco tenía cómo salir. Escuchó más ruidos, otro disparo, forcejeos, cosas que caían. Después silencio. Golpes en la puerta. No eran para tirarla. Ta tara ra ra. “Ba lá” le salió espontáneamente.
-Abrime, soy Pol. Vamos a irnos pronto de acá haceme el favor.
***
-Ponete el cinturón por favor que me salió tan bien sacarte de ahí que sería una lástima que te mueras en un choque.
-Me vas a decir YA cómo carajo me encontraste acá.
-Primero pregúntate cómo fue que te encontré al principio.
-Muy lindo gesto que me sacaste de ahí pero ahora me vas a tener que contestar lo que yo te pregunto. Me olvidé el grabador pero traje el fierro y estoy un poquito nerviosa… ¡Así que decime quién carajo eran esos y de dónde saliste!
-Antes que nada vamos a tranquilizarnos un cachito. Yo te voy a contestar todo, teneme paciencia que no es tan fácil. Igual me parece que tenemos un viajecito así que tiempo tenemos.
Iban bastante rápido, estaban agitados y Pol tenía manchas de sangre en la cara y la ropa. Pol le apuntó con su mirada gatuna y le dijo:
-A ver si acomodamos las cosas. Siempre al principio todos preguntan lo mismo. ¿Quiénes son ellos? ¿Quiénes somos nosotras? Y al final terminás preguntándote: ¿quién soy yo?
Ellos ya sabés quienes son. Nomás tenés que aceptarlo. Son el control, los que manejan el mundo, los dueños, los apropiadores. Ellos nos crearon. Éramos una promesa, el sueño que querían construir. Se dieron cuenta de que era peligroso. Nos convirtieron en una amenaza. Una amenaza necesaria, un miedo que los justificaba. Pensaron que ahí sí íbamos a ser útiles. Se equivocaron de nuevo. Cuando llegues a preguntarte quién sos vos, todas las otras preguntas van a perder sentido.
Beatriz le puso el arma en la sien. –No entiendo un carajo qué me estás diciendo. Me hinchaste los ovarios. Salite por allá.- Se abrieron de la ruta por un camino de tierra y frenaron entre unos árboles.
-Mejor cállate la boca, sabés. –Pol se quedó con las manos en el volante, en silencio y sin hacer ningún movimiento. Beatriz lo agarró de la solapa y le puso el arma en el cuello.
-No estoy acostumbrada a ser la princesita que viene ningún hombre a salvarla.
-No sé de donde sacaste que soy un hombre.
La pistola recorrió lentamente la cara, la boca. Se besaron.
-¿Ya estamos jugadas no? Decime que me estabas llevando a un lugar seguro donde vamos a probar esa famosa droga y coger tranquilas.
-¿No te das cuenta? Vos ya estás metida desde que empezaste a buscarla.
***
Black se reía mientras leía el correo:
Sos un hijo de puta. Me engañaste, me usaste, me entregaste. No me importa. Eso quedó muy atrás para mí. Ahora veo las cosas muy diferentes. Ya vas a estar vos también de este lado. Usá si querés esto para tu diario amarillista. Ya imagino la etiqueta “primicia, información exclusiva”.
¿Quién está atrás mío? ¿Los del boliche, los laboratorios, los narcos, la policía? ¿Todos? ¿Y por qué? Si no es por algo que hice, capaz se ven venir lo que voy a hacer.
Dicen que declararon la guerra contra la droga. Siempre estuvieron en guerra con nosotros. Clausewitz dice que una guerra empieza cuando alguien se defiende. Mi vieja diría “donde uno no quiere, dos no pelean.” Pero yo ya no le hago más caso a mi vieja. Hay algo guerrillero, muchos se esconden en el monte venéreo. Los medios no la llaman más afrodita, pasó al campo de Venus, ahora le dicen así, la droga venérea. La gente le puso otros nombres: apocalipsis, insemisa, mutanga, revolucón…
¿Cómo pega? Me contabas una vez que tiraste una pared de tu casa para hacerla más amplia, con más posibilidades… Yo me metí un tractor en la cabeza que está tirando todas las paredes. Se preguntan qué es, cómo funciona. ¿Es algo natural, químico, placebo? ¿Qué tiene de distinto? No es su composición ni su posología. Toca el nervio de cómo la sociedad pone a cada uno en su lugar. Sacude los hilos invisibles que atan las partes de la sociedad unas con otras, el piolín que agarra el paquete. Lindo, feo, rico, pobre, hombre, mujer. Si consumís no te va a importar. Y el que no consume ya no te va a distinguir. Aprendés a ser cualquiera.
¿La trafican delincuentes, mafias, carteles internacionales? Es venérea… Es una forma de vivir que se expande como un virus. Cuanto más se la persigue más se desea, más se la ataca, más se la teme, más se la tergiversa, más forma toma. Se hace más resistente.
Imaginate una droga sin nombre. ¿Cómo la pedís? ¿Cómo la buscás? Es un producto que no tiene un negocio que la vende ni sabés qué es. No es como ir a la ferretería y pedir “el cosito”. Vos no vas al dealer y le decís “dame algo que no sé qué es y me lo meto”. El paco, el éxtasis, ¿con qué están hechos? El nombre la hace existir, aunque no sepas qué tiene. Funciona como una marca. Es un concepto, no importa su contenido. Se define y se redefine, es un límite que se corre permanentemente. No existe droga sin nombre porque la droga es un nombre. El nombre falso de alguien en la clandestinidad. Es un virus de transmisión mental. Antes muchos buscaban una ideología, una religión, un líder. Ahora consiguen una droga.
¿Produce adicción fisiológica, psicológica, destruye el cuerpo, el cerebro? No tiene efectos físicos, altera el deseo. Tal vez sea un problema de seguridad, no de salud. Coger hace bien. No importa nada de eso. No hay nada menos sano que intentar adaptarse a una sociedad enferma.
Es la última vez que te escribo. No es para mandarte información. Es una despedida. Olvidate de la que conociste. No me importa que uses este material, no va a ser una nota periodística, va a ser un manifiesto. Hay quien cree que hundirse en el sexo es ahogarse en la locura. Pasados ciertos límites va más allá, es abrirse a otra forma de conciencia, a una revelación. La cuestión ya no es la verdad sobre una droga, ya no es la libertad para consumirla. Es una mutación ecológica de la especie. Es la evolución. Es la revolución. La libertad es una enfermedad de transmisión sexual, se contagia con placer. No sé si es bueno o es malo, los ecosistemas cambiaron. Hay que adaptarse o extinguirse. Habrá que reproducirse y alimentarse. Y para eso, ahora peleamos por los territorios. A coger, que acabamos con el mundo.