Pasaron las elecciones generales sin grandes sorpresas ni cimbronazos. Se consolida Juntos a nivel nacional, más allá de la remontada del Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires. Crecieron los libertarios en los dos distritos donde se presentaron. La izquierda se confirmó como tercera fuerza a nivel nacional.
Por Agustín Bontempo e Ignacio Marchini
Con casi el 100% de las mesas escrutadas, y a falta del conteo definitivo que será en las próximas semanas, las elecciones legislativas generales no significaron un cambio significativo respecto de lo acontecido el 14 de septiembre en las PASO. Juntos por el Cambio venció a nivel nacional por 9 puntos al Frente de Todos, obtuvo 116 bancas en la Cámara de Diputados y ratificó su triunfo en provincias muy importantes como Santa Fe, Córdoba (por más de 40 puntos) y Buenos Aires. Esta última, sin embargo, fue por un escasísimo margen: poco más de 100 mil votos, una diferencia apenas superior al 1%.
Si bien estuvo lejos de la “victoria” que celebró el presidente Alberto Fernández en el búnker oficialista, estos resultados claramente le sacaron una sonrisa amarga a un gobierno que viene de 2 años sin respiro. En comparación a las primarias, la performance del Frente de Todos mejoró casi 5 puntos en la provincia de Buenos Aires y le recortó 3 al partido cambiemita, logrando, prácticamente, un empate técnico.
Este resultado, sumados a las remontadas en las provincias de Chaco y Tierra del Fuego, y una mejora general en la mayoría de las demás jurisdicciones, le permitieron al Frente de Todos conseguir dos de los objetivos que se proponía luego de la aplastante derrota de las PASO: ser la primera minoría en la Cámara de Diputados, lo cual logró con 118 escaños, y recortar la diferencia en la provincia de Buenos Aires, bastión histórico del peronismo y fuente primordial del capital político de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
El tercer objetivo, mantener el quórum propio en el Senado de la Nación, se quedó corto. El oficialismo perderá 6 bancas y quedará con 35 senadores y senadoras, 2 menos de las necesarias. La oposición gana, así, la posibilidad de frustrar las iniciativas del peronismo en la Cámara Alta, por lo que el Frente de Todos se verá obligado a negociar para poder garantizar, de mínima, el desarrollo de una sesión.
Probablemente, el más aliviado sea Axel Kicillof. A la mejora en los resultados del oficialismo a nivel nacional, en la provincia que gobierna se suma la obtención de la mitad de los cargos para senadores y senadoras provinciales. La mayoría actual de Juntos en la legislatura bonaerense le trajo más de un dolor de cabeza a uno de los delfines del kirchnerismo duro. Si bien deberá negociar para conseguir el quórum, ante un empate en el Senado entre el Frente de Todos y Juntos (tendrán 23 bancas cada uno), la vicegobernadora Verónica Magario se encargará de desempatar, por lo que podría aprobar cualquier ley que requiera de una mayoría simple.
“La provincia de Buenos Aires es, por supuesto, la clave, porque ahí habita un proyecto que tiene parte del oficialismo que está identificado con Cristina y que es el proyecto de Axel Kicillof, una variante de relevo de cara a 2023 que después de las PASO quedó muy dañada”, explicó a Marcha hace unos días Diego Genoud, periodista, analista político y autor del libro “El peronismo de Cristina”.
Estos resultados, sumado al fin del aislamiento producto del relajamiento de la pandemia y la posibilidad de una remontada de la economía de aquí a dos años, podrían darle todavía una chance a ese sueño que sigue, sin embargo, supeditado a un factor clave que aún se mantiene en las sombras y que determinará la política económica del país por los próximos años: el acuerdo con el FMI. Acuerdo al cual se refirió el presidente Alberto Fernádez mediante un video grabado, apenas anunciados los primeros resultados. El primer mandatario se comprometió a enviar el proyecto de acuerdo al Congreso de la Nación durante la primera semana de diciembre. Toda una definición política, teniendo en cuenta que el plazo que se venía barajando públicamente era hasta marzo del 2022.
Por fuera de las dos principales fuerzas, tanto la izquierda como la ultraderecha mejoraron sus resultados respecto de las PASO. El Frente de Izquierda y de Trabajadores Unidad hizo una elección histórica en Ciudad de Buenos Aires, sumando 100 mil votos a los obtenidos en septiembre y logrando una banca en la Capital Federal luego de 20 años, aunque perdió el tercer lugar en la provincia de Buenos Aires con Avanza Libertad, el partido que encabeza José Luis Espert. Así, el FIT-U sumará 2 bancas en la Cámara de Diputados para llegar a 4 y los libertarios tendrán 5 escaños.
El espacio libertario no sólo mejoró en la Provincia, sino que aumentó su caudal en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de la mano de Javier Milei, que subió 3 puntos y concluyó una muy buena elección, si tenemos en cuenta la corta vida del espacio que encabeza, aunque por lo pronto es un fenómeno que se encuentra limitado al AMBA.
¿Y ahora qué?
Hay diversas maneras de analizar estos resultados, dependiendo de cómo se los vea. El gobierno nacional tenía una aspiración mínima y era achicar la diferencia en la derrota, más allá del optimismo desbordado de algunos sectores de la coalición gobernante en dar vuelta el resultado.
En ese sentido, cabe destacar que el empate técnico en la provincia de Buenos Aires se celebró como una victoria en términos simbólicos. Ganar o perder por un punto no varía la cantidad de legisladores que ingresarán al Congreso pero el gobierno puede decir que la reactivación económica es un hecho y las y los ciudadanos comenzaron a notarlo y respaldarlo. Esta noticia se vincula directamente con la remontada en Tierra del Fuego o Chaco y diversas elecciones provinciales y municipales.
Más allá de la mejor performance en comparación con las PASO, el dato que no se puede omitir es que a nivel nacional Juntos obtuvo una victoria contundente, de 9 puntos de diferencia.
El escenario para el gobierno es complejo. Con todo este panorama descrito, existe la posibilidad de que las medidas más a fondo que se reclamaron luego de las PASO queden en un segundo plano en favor de sostener la gobernabilidad, en un continuum con lo que fueron los cambios de gabinete. En ese marco, el gobierno apuesta a una reactivación post pandemia en base al rebote luego de la crisis, como está sucediendo en casi todo el mundo, sumado a algunas de las medidas que ya se tomaron. Esto estará en diálogo directo con la necesidad de acordar con la oposición, el establishment y el sector agrario, al mismo tiempo que resolver los tres grandes desafíos de cara a la población: una mejor economía de a pie en base a una recomposición salarial y la creación de puestos de trabajo; la contención de una inflación que cerrará por arriba de los 50 puntos este año; y la solución a los problemas legítimos de seguridad sin una salida manodurista.
La situación se torna adversa ya que el gobierno no solamente pierde hegemonía en ambas Cámaras, sino que está con la soga al cuello por la deuda con el Fondo Monetario Internacional que condiciona cualquier paso que se dé, tal como lo interpretó Alberto Fernández al adelantar el posible acuerdo con la entidad que, posiblemente, marque una agenda de límites o retrocesos para la sociedad, en sintonía con las recetas históricas del FMI.
Posiblemente se abra un escenario donde se busque garantizar gobernabilidad acordando con sectores intra y extra coalición gobernante, donde también empezará la puja por el 2023 sin que haya un bloque que pueda autoproclamarse como el líder y garante de continuidad del proyecto. En la actualidad, Alberto Fernández está disminuido para una posible reelección y los candidatos del paladar cristinista no se logran imponer.
Por el lado de Juntos, la victoria es contundente en sintonía con lo antedicho. El principal desafío será consolidar y ampliar el espacio, especialmente porque el objetivo no está puesto precisamente en imponer una agenda particular de temas en el Congreso, sino en la transición hacia un nuevo gobierno, como aseguró el ex presidente Macri.
En ese marco, la principal fuerza opositora comenzará un largo camino donde los halcones y palomas se jugarán mucho, más allá de si la coyuntura oportunamente demande acuerdos. Rodríguez Larreta hoy se posiciona como el principal referente y presidenciable a partir de que sus delfines hayan ganado las dos contiendas más importantes: Vidal superando por más de 20 puntos a Santoro (más allá de que el resultado obtenido es histórico en una elección de medio término para el peronismo porteño) y Santilli logrando mantener el primer lugar en PBA aunque con la clara preocupación, al menos en términos simbólicos, de perder ese puesto en el escrutinio definitivo.
Sin un candidato claro, el bloque de los halcones que encabezan Macri y Bullrich se jugará las cartas a profundizar su línea anti kirchnerista, promoviendo todas las trabas posibles en la gobernabilidad y trabajando fuerte por ampliar el espacio hacia la ultra derecha liberal y, en algunos casos, fascista, como el caso del espacio que encabezan Javier Milei y José Luis Espert.
Por supuesto, en ambos casos, habrá una disputa en torno al resto del país donde Juntos se impuso en 13 jurisdicciones, algunas muy importantes por peso (Córdoba) o por tradición históricamente peronista (La Pampa), así como también por el rol que tendrá la UCR que, por primera vez dentro de la coalición, logró imponer cierto peso a partir de la presencia de Facundo Manes.
Por su parte, el Frente de Izquierda-Unidad logró afirmarse como tercera fuerza a nivel nacional, hecho que se destaca principalmente por superar a la derecha liberal que tuvo una fuerte banca mediática. Aún muy lejos en los números de las principales estructuras, sí logró un notable crecimiento y consolidación en algunas jurisdicciones, como en el caso de Jujuy donde Vilca obtuvo un 25% y pelea voto a voto el segundo lugar con el Frente de Todos, o Myriam Bregman que será electa diputada por la C.A.B.A., banca que se conquista luego de 20 años. En este último caso, si se contempla la performance de Autodeterminación y Libertad, se puede afirmar que más del 10% de los votos porteños fueron para la izquierda.
En total, el FIT-U alcanzará cuatro bancas nacionales y tendrá el desafío de que el estatus de tercera fuerza nacional pueda convertirse en propuesta de alternativa concreta en la disputa por el poder. Además, es probable que parte del caudal recibido sea de un kirchnerismo de centroizquierda desencantado, por lo que tienen la tarea de consolidar como propio ese voto de confianza.
Finalmente, el fenómeno de la ultraderecha liberal no puede omitirse. Hoy solo existe con cierta potencia en la Ciudad de Buenos Aires (un distrito donde el peso del voto a las variantes de derecha suele tener sostén), pero habrá que seguir de cerca cómo se desarrolla su tarea en la Cámara de Diputados, con un rol que debe ser distinto al show mediático que lo caracteriza.
Más allá de estas prematuras aproximaciones sobre el escenario que se abre, habrá que atender las primeras medidas del gobierno nacional y las reacciones de la oposición. Quedan dos años de gestión y Argentina es ese país donde se puede perder una elección legislativa en la provincia de Buenos Aires (2009) para después arrasar en las ejecutivas (2011) o, por el contrario, ganar con comodidad en las de medio término (2017) para irse en primera vuelta dos años después (2019).
Lo que ningún análisis puede omitir es que las elecciones legislativas siempre sirven para dar mensajes a la clase gobernante, expresar los enojos o los deseos de la población. Más allá de los análisis a uno y otro lado de la grieta que buscan llevar agua para su molino, lo cierto es que, con relación a las legislativas de 2019, Juntos por el Cambio perdió 1 millón 300 mil votos y el Frente de Todos 4 millones 600 mil. Números abismales y elocuentes. Si a eso sumamos la segunda menor afluencia a las urnas desde el retorno de la democracia (la menor fueron las PASO de este año), la crisis de representatividad, que explica también el crecimiento de los extremos ideológicos, es evidente.
Ninguno de los principales espacios políticos reboza de alegría ante esta crisis política, social y económica de magnitudes que la “casta política” no dimensiona del todo aun. La verdadera pregunta no es quién ganó sino hasta cuándo será tolerable un país atado con alambre y con más del 50% de la población por debajo de la línea de pobreza.